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la solución estaba en su mano - por Francisco Javier García del Río

La solución estaba en su mano

Vivía en dieciséis metros cuadrados, era una pensión situada a las afueras de su pueblo, era tranquila, limpia, eso sí, no tenía ducha, y el wáter era común para todos los hospedados, hacía ya un año que residía allí, desde que la que era su mujer, lo echo de casa, de la casa que tanto esfuerzo le costó construir, ahora vivía a sus cuarenta y ocho años, con la pensión que le daba el estado de 460 euros mensuales, por ser parado de larga duración, había sido empresario de la construcción, y tuvo que indemnizar a sus operarios, y mandarlos al paro laboral, se le torcieron las cosas y con unas deudas millonarias, la empresa presentó expediente de quiebra y cerró. Cuando salía de la pensión -que raro era el día que lo hacía- para dar un paseo se lavaba bien la cara, se afeitaba la barba, y con traje que en alguna ocasión debió de ser azul marino, cubierto con un sombrero de ala, salía dispuesto a ser el blanco de las habladurías de la gente, a él le importaba, claro que le importaba, -No saben hacer otra cosa que meterse en la vida ajena- pensaba mientras caminaba, pero siempre con la cabeza alta y aire marcial.
Al llegar a su habitación, lo primero que hacía era limpiar la jaula del canario que tenía, único enser que pudo sacar de su antigua casa, le hacía compañía y hasta le cogió un cariño especial, como si fuese el hijo que nunca tuvo. Leía mucho, los compañeros de posada le dejaban libros de historia, novelas etc, todo se le hacía pesado, pero opinaba que todo era mejor, que vivir sin hombría, pero también pensaba que cuando era industrial, opinaba que los que no tenían nada que hacer, vivían bien, no por no hacer nada, sino porque no tenían problemas en la cabeza, que les quitara el sueño. Ahora era el quien estaba sin dar un palo al agua, pero seguía teniendo pesadillas que no le dejaban dormir, tal cual como antaño, no tenía deudas –o eso creía- de momento nadie preguntó por él, por eso se sentía liberado. Con lo que cobraba le daba para pagar la pensión y comer un bocadillo diariamente, y lo que le quitaba el sueño, era los pensamientos sobre su anterior vida, lo que había trabajado para conseguir un puesto en la sociedad que le reconociese como un buen empresario, había empezado desde muy joven en la rama como peón de albañil, a sus veintitrés años formó la empresa, y así hasta que quebró. Y era eso lo que le hacía perder el sueño, los recuerdos, esos que son fotografías sacadas por el corazón, y que cuando las revisas te das cuenta que tu vida no ha sido en balde que hubo mucho bueno en todo, pero cuando estos –los recuerdos- vuelven, siempre son los negativos, y por eso las preocupaciones.
-Nicanor al teléfono, -era la voz de la dueña de la pensión-
-Ya voy, ¿Qué pasa? –Contesté yo-
-Venga hombre, que le llaman por teléfono, haber si para una llamada que tiene en un año, se la van a cortar, -Tenía razón mi casera-
-Dígame, con quien hablo, -Escuche durante veinte minutos y colgué, no sabía que hacer aquella llamada me saco de mi embotellamiento, hasta que recapacité-.
Subí despacio las escaleras, hasta llegar a la cama, me tire literalmente sobre ella, y seguía pensando cómo puede ser que a estas alturas de mi vida, me quieran cobrar setenta mil euros de una deuda de mi ex mujer, no lo podía creer, y que si no lo hacía en tres días que me romperían las piernas, no daba crédito a lo oído.
Se hizo de noche y yo no dormía, escuché como la casera cerraba todo, para irse a sus aposentos, en cuanto creí que todo estaba en calma, baje las escaleras y me dirigí a la cocina, me agencié una botella de lejía y sin pensarlo le di varios tragos, subí corriendo a mi habitación y evitando devolver lo bebido, me acosté boca arriba o como dijo el forense cuando me encontraron ya cadáver “de cubito supino”, hasta cruce las manos, sentí dolor, bueno más que dolor como si me estuvieran encendiendo mecheros dentro de mi vientre, y a si acabe mi vida empezada no muchos años antes.

Autor: Francisco Javier García del Río

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3 comentarios

  1. 1. Adella Brac dice:

    Hay varias cosas que no entiendo, por ejemplo, el cambio de narrador a mitad del relato.
    Quizá te faltó tiempo para pulirlo más.
    ¡Un saludo! 😉

    Escrito el 30 enero 2015 a las 11:52
  2. 2. Margarita Graña dice:

    Francisco, el cuento es claro y tiene algunas frases muy buenas. Me parece que hay que cuidar la puntuación, los párrafos largos como el primero, en que das mucha información sobre el pasado, mezclando sus pensamientos con hechos.
    Creo que te faltó una lectura en voz alta, respetando la puntuación que pusiste, seguro lo mejorarías mucho.
    Saludos

    Escrito el 1 febrero 2015 a las 17:53
  3. 3. beba dice:

    Hola: Buena historia. Me pareció muy dolorosa; creo que expresaste bien la tensión y la angustia que llevan al protagonista al suicidio .
    Vamos al “mejorador”: Como ya te señalaron, comenzaste en 3° persona y de golpe pasaste a |°. También, es necesario cuidar la puntuación.
    Un abrrazo.

    Escrito el 5 febrero 2015 a las 03:34

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