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LA INGRATITUD DEL OLVIDO - por Osvaldo Mario Vela Saenz

LA INGRATITUD DEL OLVIDO
El teléfono repiqueteaba sin descanso mientras Jorge, Médico Veterinario, adormilado trataba de poner en orden su seminconsciencia. Las cinco de la mañana. El cuarto del hotel totalmente a oscuras. Recordó entre la espesura de su aletargado estado que le había pedido a la gerencia del hotel una llamada a esa hora. Levantó el auricular solo para agradecer al empleado el haberlo despertado.
Su arreglo personal le llevó unos cuantos minutos. Tenía cita a las ocho de la mañana, para acompañar a su última morada a un gran amigo: Alvarito. Había estado con la familia hasta las doce de la noche anterior. Previo al funeral de su amigo, le esperaba una faena en el rancho.
Organizadores del Zoológico de Monterrey habían encargado cinco venados cola blanca para habitar área recién arreglada dentro de sus perímetros. El día anterior capturaron cuatro hembras, les faltaba un macho. Una jaula grande de madera les ayudaba en el encierro. Oculta entre abrojos, con el piso en su interior lleno de manjares: granos de maíz, avena, además de manzana ya madura cortada en pequeños trozos como alimento atrayente. Un vigía se había quedado a cargo de la trampa que con el estirar de un cordel permitía la caída de la puerta de entrada para atrapar la pieza.
Se caló el sombrero al abandonar el hotel. La mañana fría, casi a pedir de boca de Alvarito, clima que él adoraba. Lo observó muchas veces. Se podía pasar horas enteras ante la fría brisa golpeándole el rostro, rodeado de rocas que le servían de asiento, sin transmitir palabra alguna; solo irradiaba felicidad.
Rogelio, el vigía, oyó el ruido de la camioneta del patrón al abrir el portón de fierro a la entrada del rancho. Se adelantó a esperarlo en la bodega. Le tenía buenas noticias; el ejemplar que tanto buscaron ya estaba a buen recaudo.
–¿Cómo te fue anoche Rogelio?
–Bien patrón. El venado que habíamos visto en días pasado finalmente entró al cajón, los pedacitos de manzana lo convencieron.
–El embarque ya está completo. Hay que transportarlo en cinco jaulas oscuras para evitar que se maltraten. Arrímenlas a los cajones para encerrar a cada ejemplar por separado.
–Si don Jorge, déjeme llamar a julio y a Enrique para que me ayuden.
–En cuanto estén listas enganchen la “traila” y váyanse a Monterrey. Yo allá los alcanzo más tarde
Faltaban un par de horas para su compromiso. Tomó la carretera de regreso a la ciudad, su pensamiento en Alvarito y en su niñez. Afectivo ciclo, en que la luz que guía el entendimiento, llega ingenua a la conciencia. A esa edad es difícil percibir la anormalidad de un hombre mayor. Todo mundo en el rancho lo llamaba Alvarito. Un niño grandote de hablar muy correcto. Nunca maldecía y por ningún motivo usaba palabras soeces para herir a nadie. Daba la impresión de que temía la condenación de su alma si ofendiera a cualquiera. Si alguien preguntaba por su salud él respondía con un “Muy bien oiga”. Su platicar repetitivo de los mismos temas, limitado al estado del tiempo a la naturaleza y sus habitantes. Él, fue guía de su vocación veterinaria, le inculcó el amor a los animales. Sembró en su conciencia, el miedo que sentían al ser acosados.
La gente del rancho consecuentaba a Alvarito debido a sus cortedades. Más para él, por sus enseñanzas y por su sensibilidad a la naturaleza, llegó a ser, no solo un gran amigo sino mentor y maestro a tierna edad.
La despedida dolía. La mente de aquel niño grandote se perdió entre los giros del tiempo. También girando se desterraron los viajes al rancho: La escuela, la universidad y la obligación del trabajo lo alejaron de aquella amistad. Meses atrás lo vio por última vez. De pie en una esquina, se mantenía firme en el mismo lugar como mirando todo pero sin mirar nada. Se aproximó y preguntó “¿Cómo estas Alvarito?” La misma respuesta de siempre “Muy bien oiga” para después quedarse callado. Al alejarse alcanzó a escuchar su antiguo nombre con claridad “Muy bien Jorgito”. Volvió sobre sus pasos para encontrarse con la misma mirada perdida. A pesar de su extravió, Alvarito lo recordaba. Y el, cómo olvidar aquel niño grandote, ahora viejo, quien supo sembrar en él su gran amor a la naturaleza.
Cual regálo de la propia naturaleza, frente a la camioneta, apareció un campo lleno de flores silvestres. Una docena de ellas luciría bien sobre el féretro.

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8 comentarios

  1. 1. Aldo Brov dice:

    Hola, gracias por pasar por mi relato.

    Dejame hacerte algunos comentarios, desde mi subjetividad:

    Un relato emotivo, pero creo que tiene algunos detalles que hace se pierda esa fuerza emotiva, que es la parte importante del relato, por quedar en evidencia algunas cuestiones que complican el entendimiento o hacen enfocar al lector en otras cosas que tal vez no deberian estar.

    Ej: Hay una dualidad con al siguiente frase:

    “…acompañar a su ultima morada a un gran amigo: Alvarito. Habia estado con la familia hasta las doce”

    Entiendo que “su ultima morada” es una metafora para que seria enterrado, pero tambien podria ser que literalmente Alvarito estuvo con la familia de Jorge hasta las doce. Recuerda que aqui, aun no tenemos idea de lo especial que era Alvarito.

    Tambien “…Previo al funeral del su amigo” Podria ser que aun sigamos hablando de Alvarito, y el funeral podria ser de un amigo de este.

    No entiendo como la inclusion de los venados y la escena en la granja, mas alla de que era veterinario, pueda ayudar a la trama, explicas mucho sobre el tema, y luego no se usa esa informacion y lo que realmente importa que es esa emotividad que quieres transmitir. Eso hace que el relato se parta en dos. Nombrar a Rogelio, Julio y Enrique, creo que solo ayuda a tener q imaginarse a 3 personas extra, que tampoco es necesario traerlas a la mente del lector.

    Usas el estilo indirecto para comentar casi por arriba una situacion que podria ser importante, que es lo que le dijo la ultima vez que se vieron, donde queda en evidencia que Alvarito tambien lo recordaba.

    Usas un estilo simple que ayuda a la lectura, salvo dos o tres palabras que dificilmente uso y tuve que buscar que significan, tambien noto que usas muchas oraciones cortas, que hacen ver al relato como un paso a paso. Sobre todo despues de: “Faltaban un par de horas para su compromiso…”

    Saludos

    Escrito el 29 enero 2015 a las 03:54
  2. Concuerdo con Aldo. Al introducir esa parte de la granja y toda la cuestión con los venados es como si fueran dos historias aparte. Aun así me encanta el vocabulario que usas. No recuerdo haber visto faltas de acentos o letras. Otra cosa que también me gusta es la descripción que haces de Alvarito. Me parece que es co protagonista del relato!!
    A pesar de todo me parece un buen relato. Triste y emotivo pero excelente.
    Saludos y felicidades.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 14:23
  3. Que emotiva historia. Pese a que Alvarito no estaba en el mundo su presencia estuvo presente en todas las palabras.

    Saludos.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 17:47
  4. 4. José Torma dice:

    Paisano mexicano, que agradable leer un relato que suene tan familiar en su modo y forma. Amen de lo que acertadamente te comentan Aldo y Ryan, benditos venados no venian al caso jeje. Encuentro tu relato entrañable, tanto mas que el lenguaje es totalmente conocido para mi en sus usos y giros. Encontre que julio podia haber sido Julio, pero es necedad de mi parte.

    Lo que te comenta Aldo de las frases cortas, tal vez lo podrias solucionar con un punto y coma o buscar concatenar las frases. Opinion personal, a mi los punto y a parte me gusta que se noten con un espacio, pero ese soy yo.

    Hablar de Monterrey nos lleva directamente al cabrito y encuentro divertido que te hayas decantado por venados.

    Muy disfrutable amigo.

    Un abrazo norteño, fuerte y con manotazos en la espalda.

    Saludos

    Escrito el 30 enero 2015 a las 20:18
  5. 5. Luis Ponce dice:

    Emotiva la relación con Alvarito, pero pierde preponderancia con lo detallado del giro de los venados. Los términos utilizados, aunque sean locatarios, son conocidos y apropiados para el tema. Solamente un poco de cuidado con los acentos y la puntuación, pero el idioma tiene su propio sonido y el tuyo me suena a Monterrey.
    Nos estamos leyendo

    Escrito el 31 enero 2015 a las 15:38
  6. 6. Chiripa dice:

    La única pega son los pequeños errores, quizás typos: julio (Julio), regalo (regalo)
    Aparte de eso disfruté mucho leyendo tu relato y la admiración cariñosa que despertaste en mi por el gran Alvarito.
    Me gustó mucho el primer párrafo.
    Saludos y feliz semana,

    Escrito el 2 febrero 2015 a las 03:08
  7. 7. Wolfdux dice:

    Hola Osvaldo,

    una historia (la de Alvarito) muy emotiva que se ve un poco eclipsada por la historia de los animales. Creo que hay información que quizás no haría falta conocer para saborear la trama. Pero por lo demás un texto magnífico y bien escrito.

    ¡Nos leemos!

    Escrito el 6 febrero 2015 a las 11:03
  8. 8. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    Aldo, Ryan, Pato, J.Torma, Luis, Chiripa y Wolfdux gracias por su gran ayuda. Con un mes libre y sin algo mas que hacer me avoqué a tallerar mi escrito con los consejos recibidos por todos. aqui lo present; espero les guste.
    ALVARITO
    El teléfono repiqueteaba sin descanso mientras Jorge, Médico Veterinario, adormilado trataba de poner en orden su consciencia. Su reloj de muñeca marcaba las cinco de la mañana. El cuarto del hotel totalmente a oscuras. Recordó entre la espesura de su aletargado estado que le había pedido a la gerencia del hotel una llamada a esa hora. Levantó el auricular solo para agradecer al empleado el haberlo despertado. Su arreglo personal le llevó unos cuantos minutos.
    Tenía cita a las ocho de la mañana.
    Despediría a su amigo Alvarito a la última morada.
    Previo al funeral de su amigo, le esperaba una faena en el rancho. Su trabajo en el zoológico de Monterrey, requería el atrapar cinco venados cola blanca, para ocupar área recién restaurada dentro de sus perímetros. Le faltaba capturar un ejemplar macho.
    Una jaula grande de madera le ayudaba en el encierro. Piso interior lleno de manjares: dorados granos de maíz, avena, además de manzana ya madura cortada en pequeños trozos, golosinas utilizadas como alimento atrayente. Trampa oculta ente abrojos.
    Desde la tarde anterior un vigía se había quedado a cargo de la treta que con el estirar de un cordel permitía la caída del portillo de entrada para atrapar la pieza…
    Se caló el sombrero al abandonar el hotel.
    La mañana fría.
    Entorno a pedir de boca de Alvarito, era el clima que él adoraba: Lo observó muchas veces en aquellos años. Podía pasar horas enteras ante la fría brisa golpeándole el rostro, sentado en una roca rodeada de muchas otras, sin transmitir palabra alguna; solo irradiaba felicidad…
    Rogelio, el vigía, oyó el ruido de la camioneta del patrón al abrir el portón de fierro a la entrada del rancho. Se adelantó a esperarlo en la bodega. Le tenía noticias.
    –¿Cómo te fue anoche Rogelio?
    –Bien patrón. El venado que habíamos visto en días pasados finalmente entró a la jaula. Los pedacitos de manzana lo convencieron.
    –El embarque ya está completo. Hay que transportarlo en cinco jaulas oscuras para evitar que se maltraten. Arrímenlas a los cajones para encerrar cada ejemplar por separado.
    –Muy bien, Don Jorge
    –Cuando estén listas enganchas la “traila” y te vas a Monterrey. Yo allá te alcanzo más tarde…
    La faena cumplida. Faltaban un par de horas para su compromiso.
    Tomó el camino de regreso a la ciudad.
    Su pensamiento, en Alvarito y en su propia niñez llena de cariño. Afectivo ciclo en que la luz que guía el entendimiento, llega ingenua a la conciencia. Edad en que es difícil percibir la anormalidad de un hombre mayor.
    Él, sólo sabía que todo mundo en el rancho lo llamaba Alvarito.
    Un niño grandote de hablar correcto. Nunca maldecía y por ningún motivo usaba palabras soeces para herir a nadie. Daba la impresión de temer la condenación de su alma si ofendiera a cualquiera. Si alguien preguntaba por su salud, respondía con un “Muy bien oiga”.
    Desde que él era niño, Alvarito fue guía de su vocación veterinaria, le inculcó don de amor por los animales. Sembró en su conciencia, el miedo que sentían aquellas criaturas al ser acosadas.
    Gente del poblado lo toleraba por la cortedad de su mente, pero por enseñanzas y por su sensibilidad a la naturaleza, Alvarito llegó a ser, no solo un gran amigo sino su mentor y maestro a temprana edad…
    La despedida dolía. Mutua amistad castigada por los años y el olvido.
    La mente de aquel niño grandote se perdió entre los giros del tiempo.
    También girando se desterraron los viajes al pueblo.
    La escuela, la universidad y la obligación del trabajo lo alejaron de aquella unión.
    Meses atrás lo vio por última vez.
    De pie en una esquina, aquel viejo se mantenía firme, como mirando todo pero sin mirar nada. Se aproximó y le preguntó “¿Cómo estas Alvarito?” La misma respuesta de siempre “Muy bien oiga” para luego quedarse callado. Al alejarse escuchó su antiguo nombre con claridad “Muy bien Jorgito”. Volvió sobre sus pasos solo para encontrarse con la misma mirada perdida. A pesar del extravió, Alvarito lo recordaba. En cuanto a él como olvidar aquel niño grandote, quien dentro de su inocencia, le regaló los primeros conocimientos de la naturaleza…
    Cuál regalo de la propia naturaleza, frente a la camioneta en aquel amanecer luminoso, apareció un campo lleno de flores silvestres. Una docena de ellas sería ofrenda adecuada para su amigo, lucirían bien sobre el féretro.

    Escrito el 14 febrero 2015 a las 06:59

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