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Opciones y futuros - por Mayca Nasan

Eran las diez y media de la mañana y el teléfono no dejaba de sonar. Desde la central llegaban sin parar directrices, en ocasiones contradictorias, sobre la estrategia a seguir para colocar a los clientes el último producto estrella de ingeniería financiera ideado a petición expresa de las altas esferas. Iba a ser el bombazo del año, o al menos eso anunciaban a bombo y platillo los gerifaltes de la entidad. La codicia ni tiene conciencia, ni aprende.

Miguel Casanueva, director de la Oficina 22 del Banco Oceánico estaba harto. Disfrutaba de una vida acomodada en su lujoso ático de 320 metros cuadrados situado en pleno centro junto a su flamante y derrochadora esposa y podría decirse que lo tenía todo. Era un triunfador y un auténtico privilegiado en esos tiempos en que la miseria era el pan de cada día para una gran mayoría, y así lo atestiguaban sus coches de alta gama y el abultado montante de sus cuentas bancarias, y sin embargo, se sentía vacío y devastado por dentro.

Desde hacía algún tiempo se imaginaba a sí mismo viviendo una vida distinta. Sentado en su despacho pasaba las horas fantaseando sobre otras existencias que nada tenían que ver con la suya.
De niño siempre decía que cuando fuese mayor sería como Indiana Jones, y ataviado con ese sombrero y esa cazadora tan reconocibles, recorrería el mundo y sería el protagonista de las más disparatadas aventuras. Claro que después la vida fue otra cosa, y al final el paso de la infancia a la madurez resultó ser tan sólo una transición poco original a través de un camino cargado de previsibilidad y buenas formas.

Tenía que ser un buen chico, que es lo que todos esperaban de él, y eso incluía ser responsable y educado, estudiar una carrera de provecho, sacar las mejores notas, encontrar un buen trabajo y casarse bien… Y ahora, a sus treinta y nueve años, todavía seguía siendo un buen chico, siempre pendiente de no defraudar a los demás, pero ahora a él eso ya no le bastaba.
Mientras pensaba atribulado en todas estas cuestiones, su mano derecha, al libre albedrío, acariciaba con delicadeza la diminuta cerradura del cajón oculto bajo la encimera de su mesa principal. Quizás ese iba a ser el día en el que iba a cambiar su sino.

Se sentía hastiado de tener que lidiar a diario con activos, pasivos, opciones, futuros, tipos de interés, beneficios y demás basura financiera… Y tuvo que reconocerse que toda esta parafernalia en torno al dinero se hallaba a años luz de lo que él años atrás habría considerado una buena vida.
Estaba ya cansado de este trabajo suyo de usurero sin escrúpulos del siglo XXI, siendo un día bueno, o en el peor de los casos, terriblemente agotado de este empleo infame aunque muy bien remunerado de vasallo del poder. Era la antítesis de lo que había soñado ser. La mayoría de las veces robaba a los pobres, con sofisticación, traje y corbata, eso sí, para ofrecérselo a los ricos. Sólo era un intermediario, pero ¿acaso le convertía eso en inocente?.

Jamás olvidaría el día aquel, tras el escándalo de las preferentes, cuando un grupo de clientes, de los de toda la vida, le esperó a la salida con sus gritos y sus pancartas y uno de ellos, viejito pero cargado de dignidad, adelantando al resto, consiguió atizarle en la frente con un pequeño palo. La herida no tuvo consecuencias, tan sólo requirió un par de puntos, pero la humillación y el desconcierto que sintió Miguel Casanueva fueron enormes. En el día que nos ocupa, aún estaba convencido de que ese incidente fue el detonante que le había abierto los ojos.

Anhelaba una vida tranquila, lejos del caos y el ruido infinito de la monstruosa ciudad. Quizás una casita en algún lugar perdido, entre montañas, donde pudiera conectar con la esencia de la naturaleza. O cerca del mar, tampoco le importaría, y tener una pequeña barca desde la que contemplar espectaculares puestas de sol… Existían muchas posibilidades lejos del asiento que ocupaba.

Era justo en ese momento la hora de los valientes, y debía decidir si apostaba por recuperar la ilusión o seguía encerrado en su maldita jaula de oro.
Miguel Casanueva abrió al fin el cajón oculto y sacó un billete de avión con destino a Australia.

Se marchó sin pensar en la vuelta y sin importarle lo que dejaba atrás.

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6 comentarios

  1. 1. Peter Walley dice:

    Hola Mayca,

    Fui uno de tus comentaristas, y tu relato fue el que me pareció mejor escrito de los tres que me tocaron en suerte 🙂 no es fácil llevar una historia que se desarrolla únicamente en la cabeza del protagonista y en tu caso lo has hecho muy bien. Enhorabuena.

    Escrito el 29 enero 2015 a las 19:20
  2. 2. Mayca Nasan dice:

    Hola Peter,
    Muy agradecida por tus comentarios, y me alegro de que te haya gustado. Temía ser previsible.
    Gracias!
    Me paso ahora a leer tu relato.
    Saludos

    Escrito el 29 enero 2015 a las 19:48
  3. 3. Adella Brac dice:

    Un texto redondo, muy bien narrado. Me ha gustado mucho como manejas el lenguaje 🙂
    ¡Buen trabajo! 😉

    Escrito el 30 enero 2015 a las 15:03
  4. 4. Maitane dice:

    Una buena historia muy bien contada. He disfrutado con su lectura. Un saludo.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 15:22
  5. 5. Margarita Graña dice:

    Un relato muy interesante sobre las dudas de un cuarentón que decide cambiar de vida. Muestras la historia de su vida rápidamente, muy bien contado, como alguien que piensa en todo eso antes de pegarse un tiro. Yo me temía ese final que no sería de mi agrado, dado que el hombre tenía suficientes posibilidades económicas como para rehacer su vida como quisiera, si en su cabeza lograba superar las trabas. Lo logra y aleluya, un final esperanzador.
    Felicitaciones

    Escrito el 1 febrero 2015 a las 19:16
  6. 6. beba dice:

    Yo coincido con los comentarios anteriores; pero me parece que la introducción es un poco pesada para la esencia del relato; me gustó, en cambio, la descripción del “niño ejemplar” y resultó bien contrastada con la escena de la gente que protesta y el viejito que lo lastima.
    Muy bueno tu manejo del lenguaje.
    Adelante.

    Escrito el 7 febrero 2015 a las 23:14

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