Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Sin retorno - por Awwshas

Web: http://www.wattpad.com/user/awwshas

Con el paso de las horas, no sé cuántas realmente, todo a mi alrededor se va tornando oscuro, una inmensa capa de negrura lo cubre todo y de repente, ya no soy capaz ni de distinguir mi propia celda.

Mi respiración va agitándose poco a poco y llega un momento en el que hiperventilo.

Empiezo a sollozar, como cada noche, desde hace cinco días, o cuatro… quien sabe, he perdido la cuenta. Es siempre la misma rutina. Al mediodía, me traen el almuerzo, que es apenas poco más que una dura y asquerosa rodaja de pan. A la tarde, la merienda, que claro es agua y encima de eso turbia… no quiero ni saber qué contiene.

Duaj, sacudo mi cabeza tratando de desechar esos pensamientos. Pero mi pobre cuerpo se estremece ante tal acto, no tengo las fuerzas suficientes para moverme.

Estoy desecha, maltratada, al borde de la locura sobre todo.

¿Y qué sí después de todo, morir no es tan malo?

Casi sacudo mi cabeza otra vez pero me detengo al saber que me dolerá mucho. Todavía las marcas en las muñecas siguen surtiendo efecto en mí y no quiero sumar más dolores incurables a mi persona.

Maldita jaula, pienso.

Porque, de hecho, más que una celda decente parece eso, una puta jaula. Donde ningún ser vivo merece estar.

El aura de penumbra que me rodea comienza a sentirse pesada, como si algo, o alguien intentara entrar a la habitación a escondidas. De pronto, tengo miedo. Mucho miedo.

Y grito.

Grito como una condenada cuando un sonido estridente comienza a retumbar en las cuatro paredes. ¿Es acaso un teléfono? ¿Cómo es posible?

Y aún así, contra toda probabilidad de que algo conectado con el mundo exterior existiera ahí dentro, ahí está, sonando, agudo y penetrante. Tanto como una aguja que pincha de a poco en tu cerebro. Me empieza a tumbar en los oídos, cierro fuertemente los ojos, es doloroso, más doloroso que mover la cabeza bruscamente.

Pego un par de gritos alternados con sollozos sin paz. El teléfono no cesa.

—¡Mierda, que te calles!.

Alzo la frente bruscamente al mismo tiempo que pego un salgo en el lugar. ¿Quién, carajos, a hablado?

De repente, se prende la luz. En un principio el destello me encandila, luego el miedo, que creía había desaparecido al escuchar la primera voz humana en días, reaparece con más furia y tenacidad aún que antes.

Solo llego a divisar un gran sombrero de ala ancha, negro y algo roto, antes de arrojarme con algo duro directo a la cabeza.

Sé, por el chirrido incesante, que me tumbó con el telefono.

Y entonces todo comienza a ponerse negro de nuevo. Logro escuchar susurros, o quizás gritos, pero apenas puedo oírlos, el hombre desconocido me está tratando de decir algo. Pero yo, solo estoy en un vacío sin retorno. No oigo, no veo. Nada.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

Todavía no hay comentarios en este texto. Anímate y deja el tuyo!

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.