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El Internado - por Job Peró

Nos reuníamos a la hora del recreo a la sombra de unos pinos que había en el patio.
Éramos cinco: Álex, Marc, Eva, Elena y yo mismo. Teníamos sólo doce años. Álex, Marc y yo fuimos inseparables desde el mismo momento en que nos conocimos. Elena y Eva se unieron más tarde, cuando enteraron de que nos reuníamos porque explicaba películas de miedo, las que mi madre me había dejado ver antes de internarme.

Habíamos llegado al colegio hacía sólo dos meses. Se trataba de una institución dedicada a “forjar a los hombres y mujeres de las nuevas generaciones cristianas del futuro”. Esas eran las palabras exactas que rezaba el prospecto que mis padres me enseñaron con fingida ilusión.

Mi madre apenas podía contener las lágrimas el día en que me metieron en el internado, pero algo en sus ojos no me encajaba. Las lágrimas que se secaba mientras trataba de contener los espasmos producidos por sus sollozos eran lo normal. Estaba lleno de madres llorando. Unas, desconsoladamente, otras, tratando de controlar su desconsuelo. Pero la mirada de mi madre no era sólo de tristeza. También vi miedo. Y eso fue lo que me hizo entrar con precaución en el internado. Encontré esa misma precaución en las miradas de Álex y de Marc, y nos hicimos inseparables.

Aquel día les conté “Ojos de fuego”, la película que adaptaba la novela de Stephen King sobre una niña que tenía poderes y que podía prenderle fuego a las cosas a voluntad. Su padre también tenía poderes y podía obligar a los demás a hacer lo que él quisiera. Los dos huían constantemente de los “malos” del Gobierno, que sólo los querían para investigar con ellos y usarlos en su beneficio.

⎯ Si yo tuviera superpoderes, quemaría el colegio ⎯dijo Marc. El tono de su voz, profundo y firme, y su expresión, seria, fría, con la mirada perdida, nos dejó helados a todos. Nunca lo habíamos visto así.

Fijó su mirada en el edificio central del internado, en la esquina más cercana al patio. Allí estaba la “jaula”, una pequeña estancia de no más de 4 metros cuadrados que tenía una única ventana con una gruesa reja de hierro forjado. Ahí es donde encerraban a todos los que “discrepaban”. Marc pasaba mucho tiempo allí.

⎯ Pero podríamos morir todos ⎯se atrevió a decir Elena. Eva, con los ojos muy abiertos, asentía sin acertar a decir nada.

⎯ ¿También querrías matarnos a nosotros? ¿Tan mal nos portamos contigo? ⎯Álex lo dijo medio bromeando, como para quitarle hierro al asunto, pasando su brazo sobre los hombros de Marc y agitándolo amistosamente. Marc volvió de allí de donde se había perdido y esbozó una débil sonrisa. Suficiente para que todos nos sintiéramos mejor.

Álex siempre conseguía relajar las tensiones entre nosotros. Todos le queríamos como a un líder. Yo creo que él lo hacía de forma natural, sin pensar que estuviera ejerciendo de líder. Era el mejor. Los fines de semana, cuando nos dejaban salir a pasear un poco por el pueblo, siempre llevaba consigo un viejo sombrero de su abuelo. Era de esos de fieltro, como de gángster americano. Siempre que se lo pedía, me dejaba que me lo pusiera. Llevar ese sombrero me hacía sentir especial. Supongo que porque era de Álex, y él era especial.

Marc miró fijamente a Álex y esbozó su típica medio sonrisa de cuando quería hacerse el hombre.

⎯Sabría muy bien cómo hacerlo, te lo aseguro. Y ninguno de vosotros correría ningún daño. Tendría poderes, ¿no? Entonces podría controlar el fuego y quemarle el culo a quien quisiera, sin hacerle daño a los demás.

Había vuelto el brillo de pillo a sus ojos y decidimos hacer una lista de los maestros a quienes debería quemarles el culo, por orden de prioridades.

Aquella misma noche, en nuestra habitación, Marc me contó que oía voces y que tenía un poco de miedo.

⎯¿Oyes voces? ¿En la jaula? ⎯le pregunté.
⎯No, en mi cabeza.

Tenía la misma mirada perdida de hacía unas horas.

⎯Pero… ¿las oyes en serio? ¿Cómo si te hablaran por teléfono?
⎯No son sonidos. Están en mi cabeza, sin más.
⎯¿Y qué te dicen?
⎯Que tenemos que quemar este colegio.
⎯Ja! ⎯me mofé⎯. Vaya gracia. Tienes miedo de voces en tu cabeza y hay que quemar el internado. Me troncho.

Entonces me miró fijamente y supe que estaba convencido de lo que iba a decirme.

⎯No. Tengo miedo de lo que pasará si no lo hacemos.

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7 comentarios

  1. 1. Paola dice:

    Muy bueno, Job, un final inesperado, me gustaría saber como sigue, porqué tiene miedo de lo que podría pasar y si al final lo incendia o no, me has dejado intrigada…
    Saludos

    Escrito el 29 enero 2015 a las 14:11
  2. 2. Job Peró dice:

    Muchas gracias, Paola. La verdad es que a medida que la iba escribiendo, me apetecía cada vez más que fuera una historia con más recorrido. Una mini novela juvenil con toques de terror. A ver si me animo!

    Escrito el 29 enero 2015 a las 21:56
  3. Pues te recomiendo que te animes porque aquí tienes a otro que aguarda una continuación. Es que tu historia intriga demasiado. No niego que me gustaría ver la reacción de Eva y Elena cuando ellos le digan: “prepárense que vamos a quemar el colegio”.
    Excelente e intrigante relato. Esperare la continuación.
    Saludos.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 14:32
  4. Hola Job. Fui uno de tus comentaristas y me gustó la historia. Sólo hice observaciones respecto a la originalidad y la cantidad de personajes.

    Saludos.

    Pd: si quieres pasa por mi texto, es el 115.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 15:50
  5. 5. CAMILO dice:

    Pues en general me ha gustado como ese tinte de relato de terror que tenemos aqui, pero me da la impresion que le falto un poquillo, un no se que, no se donde exactamente para que este relato alcance una mayor fuerza y orginalidad.

    Escrito el 1 febrero 2015 a las 23:46
  6. 6. Fabián dice:

    Muy buenas Job Peró

    Comentare con el método del formulario que me parece muy cómodo, primero forma y luego contenido.

    Podría tratarse de un prólogo de una historia mas larga si.
    La lectura es fluida y se entiende todo a la primera. Creo que tienes buenas ideas pero que hay que pulirlo un poco para sacar lo mejor del relato.

    •Forma•

    La puntuación no tiene fallos muy grandes, algún punto y seguido cuando debería de ir coma y visceversa, pero no vi nada mas.

    Con la sintaxis si que me encontré alguna observación, como por ejemplo aquí:
    “Estaba lleno de madres llorando. Unas, desconsoladamente, otras, tratando de controlar su desconsuelo“
    Me parece un poco redundante, pon que están todas llorando y sigue adelante, no hace falta detenerse en detalles. Lo que importa en ese párrafo es el miedo que hay en los ojos de la madre, dale énfasis a eso.

    •Contenido•

    Creo que hacia la mitad cambiaste de pasado a presente sin darte cuenta. El relato comienza con el narrador hablándonos de su niñez, de cuando tenía doce años, luego nos cuenta su llegada al internado, sigue con “aquel día” que les contó sobre la peli, y luego, en el párrafo que empieza por “fijó su mirada…”, es como si pasase todo en presente, pero el narrador sigue usando verbos en pasado.
    Creo que esto es culpa de los diálogos, si el protagonista nos está contando la historia, los diálogos de sus amigos deberían de estar entre comillas, ya que no están ahí hablando directamente, son un recuerdo del narrador/protagonista. También debería de haber acotaciones del mismo, por ejemplo “recuerdo que dijo”,”me respondió”,”dijo algo como”, etc. Nos está contando un suceso que vivió, que parezca que no lo recuerda todo tan claramente, que haya pequeños detalles que delaten su memoria.

    Otro apunte aparte, creo que la sinopsis de la película se podría acortar, dejarla hasta: “que tenía poderes y que podía prenderle fuego a las cosas a voluntad”, punto, otro párrafo.
    Entiendo que la intención de este dato es para entender de donde sacan la idea de tener poderes de fuego. Son palabras que te ahorras que podrías reutilizarlas para contar otra cosa.

    Como por ejemplo, da una pista de lo que teme Marc, para darle fuerza al desenlace.

    Escrito el 7 febrero 2015 a las 16:24
  7. 7. Job Peró dice:

    Muchas gracias por tus comentarios, Fabián. No acierto a ver dónde he cambiado de pasado a presente. Lo cierto es que relatar en primera persona unos recuerdos y poner diálogos es cierto que suena raro. Poner expresiones como “dijo algo como…” le darían más “veracidad” al modo de contarlo. Supongo que tiene más sentido en relatos cortos que en relatos largos, no?

    En cuanto a las madres desconsoladas, debo reconocer que me encantan las concanetaciones por su musicalidad, por jugar con juegosnde sonidos. Mea culpa.

    Escrito el 12 febrero 2015 a las 10:56

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