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Te espero - por María M. Gras

Querido Dani,

No tenía ni idea que te gustaran las mujeres con sombrero. Aunque yo no solía usarlos, la tarde de nuestro primer encuentro decidí rescatar aquel sombrero panamá que llevaba años en el maletero de mi coche. Ese día llevaba el pelo liso y pensé que además de evitar una insolación en aquel caluroso día de Mayo en El Palmar, resaltaría mis enormes ojos verdes que tanto te habían seducido desde el primer momento que te fijaste en mi foto.

-¡Nunca te hubiera imaginado con sombrero!-me dijiste antes siquiera de saludarme-¡Me encantas, mi pequeña belleza.

-Yo tampoco-respondí como siempre muy escueta en palabras.-Pero hay tantas cosas que jamás hubiera imaginado de mi y que he descubierto contigo, que lo de menos es el sombrero.

No fueron necesarias más palabras. Tu sonrisa pícara e irresistiblemente seductora fue suficiente. Ya habíamos hablado mucho.

Deseaba verte, olerte, tocarte y sentirte casi desde la primera mañana que nos encontramos en el chat de la web de contactos. Nunca lo admití, o al menos no tan claro como tú hubieras esperado, pero nuestra conversación entre ironías y juegos me estaba atrapando como nunca lo había hecho nada ni nadie. Intuiste rápido que estaba blindada, que temía y aún así no te importó, suponía un reto. Supiste hacer las preguntas adecuadas, nunca directas, para obtener lo que tú necesitabas oír de mí.

Buscabas una mujer que aullara a la luna, que no se rompiera ante la primera adversidad, y yo no era eso. Si bien fuiste capaz de ver que no me faltaba coraje, aunque estaba llena de inseguridades. Sea lo que fuere que estabas sintiendo, te llevaba hacia mi sin freno desde que aquel catorce de febrero, durante cinco horas hablando por Skype, te mostré mi alma. Nunca he celebrado el día de los enamorados, pero ese día sabía que me iba a dejar llevar por el amor más potente que había conocido, por ti, por un romántico clásico que creía en la pasión por encima de todo y que rompió las barreras de una mente extremadamente racional como la mía.

Esas cinco horas fueron el inicio de muchas más. Quería verte pero me pedías paciencia. Puedo ser paciente, te decía, y logré controlar mi ansia por sentirte. Fuiste muy honesto conmigo, tu vida era viajar y lo acepté. Nos veremos seguro en Mayo, me decías, y los meses pasaban lentos, pesados, mientras yo seguía con mi vida ordenada y segura, solo interrumpida por tus llamadas y la sensación de felicidad mezclada con desasosiego que me inundaba después de hablar contigo. Muchas noches en vela intentando adivinar a dónde me llevabas, esfuerzos en balde nacidos de mis miedos a no tener la situación controlada.

Mi mente racional mantenía un pulso constante entre dejarme arrastrar por ti o dejarme querer por un amor estable, sereno, suave. Me estaba engañando, ya me habías capturado pero me costaba reconocerlo y asumirlo. No fuiste el único en los meses que pasaron antes de vernos. Sé que yo tampoco fui la única, no me importaba.

Sentí pavor mientras me vestía antes de encontrarme contigo en aquel chiringuito de El Palmar. ¿Y si te había idealizado? ¿Y si al mirarnos de frente se apagaba en un instante la llama que tantos meses llevábamos alimentando? Ya no había vuelta atrás. No solo no se extinguió, sino que siguió creciendo, no pusimos límites.

Cádiz, Fuerteventura, Beirut, Ibiza, Marsella…noches sin fin, sin barreras, sin control, sin pudor…Pero yo tenía que volver a Madrid. Para ti solo era una ciudad de paso, dónde deseabas vivir el menor tiempo posible, que sentías como una jaula de oro de la que huías constantemente. Me dolía, pero sabía que no podía retenerte. Vamos a seguir hablando, me decías, eres parte de mi vida y no quiero que desaparezcas jamás. Y yo dudaba de tus palabras.

¿Por qué te escribo esto ahora? Porque eres valiente pero necesitas que te cuiden aunque te cueste reconocerlo, porque escribo lo que no fui capaz de decirte a la cara mientras vivíamos una irrefrenable pasión silenciosa. Desde que me han llamado de la embajada de España en Caracas para decirme que estás retenido en una cárcel en aquel país, temo las noches en vela que volverán, intentando dormir, pegada al teléfono esperando oír tu voz, soñando con que algún día regresarás.

De nuevo ansío verte, olerte, sentirte. Si al leerme ya una vez liberado, no deseas volver, pídeme que sea yo la que huya a cualquier lugar, a tu lado.

Siempre tuya,

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1 comentario

  1. 1. Luis Ponce dice:

    Suerte la de Dani, las cosas claras y los sentimientos estables, lo arriesgado de una aventura es que se puede romper de repente o que puede llevarse tu vida con ella. Es un trabajo claro conciso, simple en su lenguaje y fácil de leer. Me parece magnífico para el tema.
    Es un buen ejercicio reescribir los principios después de que el ejercicio está terminado, porque tienes una perspectiva diferente.
    Nos leemos.

    Escrito el 31 enero 2015 a las 23:30

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