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La melancolía soy yo. - por Julius Gallart

La melancolía soy yo.

Se encontraba caminando por la ciudad, llena de fantasmas. Millones de historias andaban a dos piernas en aquellas calles. El aire estaba viciado, era espeso y tenía aquel filtro azulado que tan melancólica la volvía. Entró en la cafetería de siempre y se sentó. El café sabía igual y nada la alejaba de sus pensamientos. Ese siempre había sido su problema, pensaba demasiado. Contemplaba a través de la ventana a los transeúntes, a paso apresurado, parecía que todos sabían que estaban en una carrera donde el tiempo lleva ventaja. La campana de la puerta sonó y un hombre con un libro bajo el brazo y sombrero antiguo entró. Al pasar a su lado le esbozó una sonrisa que le recordó la suya, se sentó en la mesa contigua y comenzó a escribir en lo que parecía una servilleta. Aquello le produjo curiosidad por lo que se inclinó para ver lo que escribía aquel hombre.

Estaba en busca de historias cuando llegó a aquel café. Estaba en busca de algo que lo alejase de sí mismo. Se refugiaba en el vapor del café y en el humo de cigarrillos para poder batallar con la ausencia de personas que nunca existieron, con ese sentimiento de vacío insensato que le producía no haber estado completo jamás. Al pasar a su lado, su sonrisa le recordó la suya. Vacía pero con una historia que contar. Se sentó en la mesa contigua y comenzó a escribir lo que le parecía un verso en una servilleta. Aquella dama se inclinó intentando ver lo que escribía. Eso le produjo gracia, así que la miro directo a los ojos. Comenzaron a charlar y como se pudo imaginar, la tertulia entre dos almas perdidas tiene exquisitos desenlaces. Al final de aquel día, dos almas se habían encontrado para perderse para siempre en la jaula citadina, en llamadas de teléfono y en cartas con postdatas, en rosas y vino, en sexo y en risas. Dos almas se habían encontrado, para perderse para siempre de si mismas.

Termino de escribir aquella última oración "…para perderse para siempre de sí mismas.", le pareció que encuadraba perfecto aquel sentimiento. Estaba de pie junto a la pared amarilla de la cafetería, el grafiti azul resaltaba sobre la pintura. Dobló la hoja y sintió como al doblarla, se doblaban las vidas de aquellos amantes. Saco su encendedor de la chaqueta. Encendió la hoja de papel y con ella, encendió un cigarrillo. Le gustaba pensar que el humo iría a parar a las vidas de dos desprevenidos y los uniría en una historia intensa, sensual, en una historia que tanto anhelaba y nunca había vivido. Aquel pensamiento, aquella historia, aquella carta de sí misma para el exterior, para gritarle al mundo su soledad, le hacían pensar que era momento de dejar las historias melancólicas. El viento de invierno sopló a mitad del pensamiento y movió sus rizos rojos y algo llegó de pronto a su cabeza: "la melancolía soy yo" y mirando al horizonte, esbozó una sonrisa como la de sus cuentos.

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3 comentarios

  1. 1. Mayca Nasan dice:

    Estupendo relato. En todas sus líneas se aprecia y se siente la melancolía.

    Me ha emocionado.
    Felicidades!

    Escrito el 30 enero 2015 a las 15:34
  2. 2. Ana dice:

    Me encanta el tono del relato, creas un ambiente que envuelve al lector desde el principio.

    El final me ha resultado confuso, pero tal vez esa era tu intención.

    Sigue así!

    Escrito el 31 enero 2015 a las 01:27
  3. 3. Julius Gallart dice:

    Muchas gracias a ambas. Cada comentario alegra un poco el aire. Salud.

    Escrito el 1 febrero 2015 a las 05:31

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