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Arrieros somos - por Laia Varona

Mejías entró a la sala de reuniones y sujetó la puerta para que Andrade pasara. Los dos se sentaron a la mesa, frente a frente.
—Bueno, cuéntame —dijo Mejías.
Andrade se inclinó sobre la mesa y lo miró desafiante.
—El puesto de Lejarreta es mío.
Mejías levantó una ceja.
—Que yo sepa, el puesto de Lejarreta es de Lejarreta.
—No por mucho tiempo. Se va a prejubilar.
—¿Sí?
—Sí, y no te hagas el tonto. He notado que te comportas de manera distinta desde que empezaron a oírse rumores. Tienes montones de ideas nuevas, intervienes más en las reuniones, y ayer nos invitaste a todos a porras con chocolate. Te has puesto el mundo por sombrero. ¿Creías que no me iba a dar cuenta?
—Por montera.
—¿Qué?
—Que me he puesto el mundo por montera, no por sombrero.
—Sombrero, montera, ¿qué más da? —dijo Andrade, y señaló a Mejías con el dedo—. Llevo años esperando una oportunidad como esta y no voy a dejar que nadie me la estropee. Inténtalo y haré que tu vida aquí sea un infierno. Y no pienses que podrás librarte si te marchas. Puedo hacer que no encuentres trabajo en otro sitio que no sea la hamburguesería de la esquina.
Mejías meneó la cabeza mientras sopesaba la situación, y luego levantó las manos en actitud conciliadora.
—De acuerdo —dijo por fin—. No voy a seguir compitiendo por el puesto de Lejarreta. Es todo tuyo.
Andrade sonrió, satisfecho, entrelazó las manos sobre la mesa y apoyó la espalda en el respaldo de la silla.
—Me alegra ver que eres un hombre razonable.
—Entonces, mi vida aquí no va a ser un infierno, ¿verdad?
—Claro que no. A enemigo que huye, jaula de oro. A no ser que…
—Puente de plata.
—¿Perdón?
—A enemigo que huye, puente de plata.
—Jaula, puente, lo que sea. Deja de interrumpirme, Mejías. Como te iba diciendo, no tienes nada de lo que preocuparte, a no ser que le cuentes a alguien esta conversación que acabamos de tener.
Mejías inclinó la cabeza con curiosidad.
—¿Y si alguien la ha oído ya?
Andrade se inclinó sobre la mesa otra vez. Parecía tranquilo, pero Mejías se fijó en que se le estaba hinchando una vena en la frente.
—¿Cómo iban a oírla?
—Supongamos que yo llevo un tiempo con la mosca detrás de la oreja porque la productividad del departamento de contabilidad está cayendo en picado. Supongamos también que, en el último mes, cuatro personas de ese mismo departamento han tenido crisis de ansiedad. Podría pasar que me pusiera a investigar y a atar cabos y llegara a la conclusión de que estás amenazando a la gente, como acabas de hacer conmigo.
Andrade empezó a ponerse colorado, y la vena de la frente se le hinchó aún más.
—En ese caso —continuó Mejías—, podría pasar que yo mismo decidiera provocarte, y que cuando por fin picaras y me trajeras aquí para hablar conmigo, yo hubiera llamado a la jefa de recursos humanos y tuviera el móvil metido en el bolsillo, con el altavoz puesto. —Sacó un móvil del bolsillo y lo puso sobre la mesa—. ¿Tú que crees, Bermúdez? ¿Podría pasar?
—Podría pasar, sí —contestó una voz de mujer al otro lado del teléfono—. Hola, Andrade, ¿qué tal estás?
Andrade miró fijamente a Mejías durante unos instantes. Luego gritó, saltó sobre la mesa y se abalanzó sobre él. Aquello pilló completamente desprevenido a Mejías, que reaccionó en el último momento y se lanzó al suelo para evitar el ataque. La puerta de la sala se abrió, y dos gigantescos agentes de seguridad vestidos con traje y corbata cazaron a Andrade antes de que pudiera saltar sobre él de nuevo.
—¡Soltadme! —gritó Andrade mientras forcejeaba con los gigantes trajeados—. ¡Tengo contactos! ¡Haré llamadas! ¡Os arrepentiréis de esto! ¡Va por ti también, Mejías! —bramó mientras lo sacaban a rastras de la sala—. ¡Zapateros somos, y en el camino nos encontraremos!
Mejías se levantó del suelo y se sacudió los pantalones.
—¿Estás bien? —preguntó Bermúdez por el teléfono.
—Sí, descuida —contestó. Luego salió de la sala. Los ocupantes de los despachos contiguos asomaban la cabeza por las puertas, atraídos por los gritos de Andrade, que no había dejado de amenazar a todo el mundo mientras los dos agentes lo arrastraban por el pasillo y lo metían en el ascensor. Ni las pesadas puertas de metal consiguieron silenciarle del todo.
—Arrieros, Andrade —murmuró Mejías con una sonrisa—. Arrieros somos.

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28 comentarios

  1. 1. Diego Manresa Bilbao dice:

    Que bueno Laia!!!
    Una gran historia, muy bien retratados los personajes, pero sobre todo, me ha parecido magistral como has cumplido con los requisitos, con ese Andrade equivocandose en los refranes, con es frase ultima…
    Mi enhorabuena!!!

    Escrito el 28 enero 2015 a las 23:49
  2. 2. Nélida Sarduy Castellanos dice:

    Fantástico. Lo he disfrutado mucho. Yo me pasé varios días para mezclar con cierta lógica los tres elementos que nos pedían y mira tú que fácil lo has resuelto, este sucio y bajo de Andrade que conoce nuestros refranes… muy bueno. Me has dado una lección.

    Escrito el 29 enero 2015 a las 00:04
  3. 3. Kenoa Gessle dice:

    Muy bueno. Me gusto mucho el ritmo de la narración y lo bien que manejas los dialogos. Felicitaciones.

    Escrito el 29 enero 2015 a las 01:44
  4. 4. Margarita Graña dice:

    Felicitaciones Laia! tu cuento me parece muy bueno. Qué bien manejas los diálogos y las puntuaciones! Además la historia es bien linda. Me encantan esos refranes, pero nunca los había escuchado, en mi país no se dicen. Ese recurso de corregir los refranes me encantó, me sentí identificada, yo lo hago todo el tiempo!
    Me encantaría que me dieras algunas ideas sobre cómo construir diálogos, mi cuento también los tiene, pero tu lo has hecho magistralemente. Felicitaciones

    Escrito el 29 enero 2015 a las 03:10
  5. 5. Erika Gayón dice:

    Muchas felicidades, es un dialogo excelente y que atrapa. Me encantó.

    Escrito el 29 enero 2015 a las 05:35
  6. 6. Adella Brac dice:

    ¡Muy bueno! Me ha encantado la forma de introducir las dos primeras palabras, con ese recurso de corregir los refranes 🙂
    Un relato impecable, enhorabuena 😉

    Escrito el 29 enero 2015 a las 12:36
  7. 7. DreamxAlchemist dice:

    Siempre me da por leer el primer relato de la lista, y vaya que este merece ser el primero. Una forma muy agradable de comenzar la lectura de relatos, aunque ya te lo han dicho muchas veces de veras me encantó como cumpliste con el requisito de este mes. Tu relato tiene de todo un poco. ¡Felicidades!

    Escrito el 29 enero 2015 a las 15:44
  8. 8. Ana dice:

    Genial! Qué dominio de los diálogos. Muy ingenoosa la forma de introducir las palabras obligatorias. La historia en sí engancha desde el principio. Has sabido meter elementos de humor sin cambiar el tono serio y amenazante de relato.

    Enhorabuena!!

    Escrito el 29 enero 2015 a las 21:15
  9. 9. KMarce dice:

    Primera vez que te leo, no sé si estás en el taller de diciembre, pero áun no llego ni a la mitad.
    Déjame felicitarte, lo has hecho muy bien. En lo partícular, me gustan mucho los diálogos, los cuales uso mucho en mis propios escritos, pero no lo hago en el taller por la restricción de las 750 palabras y me concentro en las descripciones, emociones, etc., por lo que me has demostrado que Sí se puede.
    Lo usual, en mi gusto meramemente partícular, es que uso, las descripciones narrativas, pegadas al diálogo; pero me pareció interesante el uso que le diste.
    Un relato de fácil lectura, ameno y fácil digestión. La pasividad, o al menos como la percibí de Mejías, me agradó mucho, siendo Andrade el villano no sólo con él, sino con sus compañeros. Gustoso que le fuera mal. ¡Jeje!
    Si quieres, puedes comentar mi relato, es la primera vez que hago público mis escritos, porque escribo desde los seis años, pero escribiendo solo para mí. Pero como te comenté, mis diálogos en el taller son cortos, en mis escritos personales, tienen un papel más protagónico.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 06:58
  10. 10. Leosinprisa dice:

    Buen relato, con su dosis de mala uva en las correciones que iba haciendo al que se suponia tenia la voz cantante. El diálogo no decae en momento alguno e incluso se hace corto al leerlo. Enhorabuena.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 14:20
  11. 11. juana Medina dice:

    Para mí también ha sido la primera vez y me ha encantado. Uno se siente reivindicado de tanto patoterismo generalizado por gente que ni siquiera usa bien los refranes. Buenísimo.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 15:30
  12. 12. Luis dice:

    Felicitaciones Laia, que manera de manejar los diálogos. No hay una sola descripción de como es la sala, como están vestidos, de que color son o como se peinan, pero no lo necesitas.
    Tus diálogos son absorbentes, te comes al lector en dos frases y nos mantienes en vilo. Te pongo en mi lista de preferidos.

    Escrito el 31 enero 2015 a las 02:21
  13. 13. Ricardo dice:

    Sin palabras, los dialogos se llevan todo el merito. Excelente uso de ellos. Por lo demas, la historia, estructura o toda la narracion consecuente queda eclipsada.

    Enhorabuena, basicamente ya no necesitas preocuparte por escribir dialogos. Nunca mas.

    ¡A escribir!

    Escrito el 31 enero 2015 a las 05:52
  14. 14. lunaclara dice:

    Qué bien has escrito tu relato, Laia!! Se visualiza perfectamente la escena, y la caracterización de los personajes está tan bien hecha, incluido ese detalle de los dichos o refranes, que se lee todo de forma muy agradable.
    Te felicito.

    Escrito el 31 enero 2015 a las 12:01
  15. 15. luis dice:

    Pensé el final sería diferente, pero el cambio que dio me encantó.

    Escrito el 31 enero 2015 a las 18:36
  16. 16. ZAYANA dice:

    Hola Laia!.. me gusto mucho lo que escribiste … tienes buena narrativa… y la historia entretiene … ojala pueda llegar a escribir asi

    Escrito el 1 febrero 2015 a las 01:49
  17. 17. Ginebra Morgane dice:

    Sí, a mí también me ha gustado! Los refranes equivocados son todo un acierto, me estaba poniendo nerviosa sólo de leerlos! Y le dan el puntito de originalidad perfecto a la historia. Bravo!

    Escrito el 2 febrero 2015 a las 01:03
  18. 18. manuel pacheco rodriguez dice:

    excelente, yo de jurado, en cualquier concurso, le doy el premio principal.

    Escrito el 2 febrero 2015 a las 05:46
  19. 19. Mj dice:

    Muy bueno, escribes con mucha calidad literaria, y los diálogos magníficos porque hacen avanzar al texto con mucha fluidez.

    Escrito el 2 febrero 2015 a las 19:54
  20. 20. beba dice:

    Me sumo al coro: Excelente. UN APLAUSO.

    Escrito el 3 febrero 2015 a las 01:39
  21. 21. Marcelo Kisi dice:

    Laia, que escena genial, impecablemente escrita, divertida y “fotogénica”, me sumo a los aplausos y te anoto en mi lista de imperdibles. Bravo!

    Escrito el 3 febrero 2015 a las 17:35
  22. 22. Lobita dice:

    Hola me gusto tu relato Laia y al final lo del refrán de Arrieros somos no tiene desperdicio.
    Saludos

    Escrito el 3 febrero 2015 a las 22:47
  23. 23. Chiripa dice:

    ¡Bravo, Laia!
    Original contenido, excelentes la estructura y tu manera de narrar.
    Con tu maravilloso manejo de los diálogos nos has regalado un relato entretenido y fácil de leer.
    ¡Enhorabuena! Espero leerte este mes.

    Si te place pasar por mi relato @ https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-22/2509
    me complacerá tener algún feedback de tu parte.

    Escrito el 3 febrero 2015 a las 23:30
  24. 24. Job Peró dice:

    Enhorabuena, Laia. Nada que decir. Al principio me perdí un poco con los diálogos, para saber quién era quién, pero después no hay duda. un relato muy bueno.

    Escrito el 4 febrero 2015 a las 12:38
  25. 25. julieta blanco dice:

    Muy original esta historia de negocios y ambición. No seré original si soy la número 25, así que sólo felicitarte (:

    Escrito el 4 febrero 2015 a las 13:35
  26. 26. manuel pacheco rodriguez dice:

    Laia, despues de las congratulaciones, yo mismo te las di, biene la parte que nos toca recibir como aprendices. en tu cuento, lo señale en mayuscula, hay cosas que suprimiendolas haran del cuento algo superior.pero es tu cuento y tu decides.
    tuyo, desde cuba, otro aprendiz.

    Arrieros somos – por Laia Varona
    Mejías entró a la sala de reuniones y sujetó la puerta para que Andrade pasara. LOS DOS se sentaron a la mesa, frente a frente.
    —Bueno, cuéntame —dijo Mejías.
    Andrade se inclinó SOBRE LA MESA y lo miró desafiante.
    —El puesto de Lejarreta es mío.
    Mejías levantó una ceja.
    —Que yo sepa, el puesto de Lejarreta es de Lejarreta.
    —No por mucho tiempo. Se va a prejubilar.
    —¿Sí?
    —Sí, y no te hagas el tonto. He notado que te comportas de manera distinta desde que empezaron A OÍRSE rumores. Tienes montones de ideas nuevas, intervienes más en las reuniones, y ayer nos invitaste a todos a porras con chocolate. Te has puesto el mundo por sombrero. ¿CREÍAS QUE NO ME IBA A DAR CUENTA?
    —Por montera.
    —¿Qué?
    —Que me he puesto el mundo por montera, no por sombrero.
    —Sombrero, montera, ¿qué más da? —dijo Andrade, y señaló a Mejías con el dedo—. Llevo años esperando una oportunidad como esta y no voy a dejar que nadie me la estropee. Inténtalo y haré que tu vida aquí sea un infierno. Y NO PIENSES QUE PODRÁS LIBRARTE SI TE MARCHAS. PUEDO HACER QUE NO ENCUENTRES TRABAJO EN OTRO SITIO QUE NO SEA LA HAMBURGUESERÍA DE LA ESQUINA.
    Mejías meneó la cabeza mientras sopesaba la situación, Y LUEGO LEVANTÓ LAS MANOS EN ACTITUD CONCILIADORA.
    —De acuerdo —dijo por fin—. No voy a seguir compitiendo por el puesto DE LEJARRETA. Es todo tuyo.
    Andrade sonrió, satisfecho, entrelazó las manos SOBRE LA MESA y apoyó la espalda en el respaldo de la silla.
    —Me alegra ver que eres UN HOMBRE razonable.
    —Entonces, mi vida aquí no va a ser un infierno, ¿verdad?
    —Claro que no. A enemigo que huye, jaula de oro. A NO SER QUE…
    —Puente de plata.
    —¿Perdón?
    —A enemigo que huye, puente de plata.
    —Jaula, puente, lo que sea. Deja de interrumpirme, MEJÍAS. Como te iba diciendo, no tienes nada de lo que preocuparte, a no ser que LE cuentes A ALGUIEN esta conversación QUE ACABAMOS DE TENER.
    Mejías inclinó la cabeza con curiosidad.
    —¿Y si alguien la ha oído ya?
    Andrade SE INCLINÓ SOBRE LA MESA OTRA VEZ. Parecía tranquilo, pero Mejías se fijó en que se le estaba hinchando una vena en la frente.
    —¿Cómo iban a oírla?
    —Supongamos que yo llevo un tiempo con la mosca detrás de la oreja porque la productividad del departamento de contabilidad está cayendo en picado. Supongamos también que, en el último mes, cuatro personas de ese mismo departamento han tenido crisis de ansiedad. Podría pasar que me pusiera a investigar y a atar cabos y llegara a la conclusión de que estás amenazando a la gente, como acabas de hacer conmigo.
    Andrade empezó a ponerse colorado, y la vena de la frente se le hinchó aún más.
    —En ese caso —continuó Mejías—, podría pasar que yo mismo decidiera provocarte, y que cuando por fin picaras y me trajeras aquí para hablar conmigo, yo hubiera llamado a la jefa de recursos humanos y tuviera el móvil metido en el bolsillo, con el altavoz puesto. —SACÓ UN MÓVIL DEL BOLSILLO Y lo puso sobre la mesa—. ¿Tú que crees, Bermúdez? ¿Podría pasar?
    —Podría pasar, sí —contestó una voz de mujer al otro lado del teléfono—. Hola, Andrade, ¿qué tal estás?
    Andrade miró fijamente a Mejías DURANTE UNOS INSTANTES. Luego gritó, saltó sobre la mesa y se abalanzó sobre él. Aquello pilló completamente desprevenido a MEJÍAS, que reaccionó en el último momento y se lanzó al suelo para evitar el ataque. La puerta de la sala se abrió, y dos GIGANTESCOS agentes de seguridad VESTIDOS CON TRAJE Y CORBATA cazaron a Andrade antes de que pudiera saltar sobre él de nuevo.
    —¡Soltadme! —gritó Andrade mientras forcejeaba CON LOS GIGANTES TRAJEADOS—. ¡Tengo contactos! ¡Haré llamadas! ¡Os arrepentiréis de esto! ¡Va por ti también, Mejías! —bramó mientras lo sacaban a rastras DE LA SALA—. ¡Zapateros somos, y en el camino nos encontraremos!
    Mejías se levantó DEL SUELO y SE sacudió los pantalones.
    —¿ESTÁS BIEN? —PREGUNTÓ BERMÚDEZ POR EL TELÉFONO.
    —SÍ, DESCUIDA —CONTESTÓ. LUEGO SALIÓ DE LA SALA. LOS OCUPANTES DE LOS DESPACHOS CONTIGUOS ASOMABAN LA CABEZA POR LAS PUERTAS, ATRAÍDOS POR LOS GRITOS DE ANDRADE, QUE NO HABÍA DEJADO DE AMENAZAR A TODO EL MUNDO MIENTRAS LOS DOS AGENTES LO ARRASTRABAN POR EL PASILLO Y LO METÍAN EN EL ASCENSOR. NI LAS PESADAS PUERTAS DE METAL CONSIGUIERON SILENCIARLE DEL TODO.
    —Arrieros, Andrade —murmuró Mejías con una sonrisa—. Arrieros somos.

    Escrito el 4 febrero 2015 a las 17:20
  27. 27. Pato Menudencio dice:

    Me ha gustado tu relato, muy ágil y de temática entretenida.

    Me causó gracias que el antagonista confundiera las frases, me recordó a Amador Rivas de “La que se avecina” que tb confunde términos y además dice “arrieros somos”.

    Saludos.

    Escrito el 4 febrero 2015 a las 21:30
  28. 28. Cesar A. Martin dice:

    Excelente, lo leí por ser el primero y celebró que te hayan puesto ahí, has sido un agradable descubrimiento, gran solución para introducir las palabras, además de hacer a Andrea de mas insoportable, y mención especial a los apellidos que consiguen ambientar tanto como tus descripciones. Un saludo y nos leemos

    Escrito el 5 febrero 2015 a las 09:54

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