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Una gran responsabilidad - por Alex

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Marcus abrió los ojos. Se sentía aturdido. Miró a su alrededor, se encontraba tirado en el suelo, rodeado de barrotes por todos lados: estaba encerrado en una jaula.
"¡Una jaula!" pensó "¿quién utiliza algo así?". La respuesta no tardó en llegar. Pues al otro lado apareció una figura: Karlif, su enemigo por excelencia. Éste se agachó ante él y le sonrió de forma malvada.
Marcus le ignoró y observó el resto de la estancia. Se encontraban en una pequeña habitación. Debía ser parte de la morada de Karlif.
No recordaba como había llegado hasta allí. Iba andando por la calle y de repente sintió un duro golpe en su cabeza. El resto de la historia ya se lo imaginaba.
Volvió a mirar a Karlif, que arqueó una ceja.
—¿y bien? ¿donde está?
Marcus no se sorprendió. Debía haber adivinado que es lo que quería: el sombrero. Aquel por el cual Karlif le había estado persiguiendo durante años con la intención de arrebatárselo. Nunca había estado cerca de lograrlo, pero ahora…..
—lo tiene mi ayudante
Karlif se sentó sobre una silla que tenía a unos metros.
—¿ese pelele? más vale que me lo traiga o te mataré
—él no hará jamás tal cosa
Karlif le apuntó con un dedo acusador.
—conozco a tu ayudante. ¡Haría cualquier cosa por salvarte!
—¡olvídate ya del sombrero! ¡no es para ti! —replicó Marcus alterado
No era un sombrero cualquiera. Se trataba de un regalo de los dioses. Un regalo que un día le hicieron llegar a Marcus.
Aquél sombrero era muy poderoso. Quién se lo ponía, incrementaba su inteligencia por 20 e incluso le dotaba de algunos poderes mágicos si se le dedicaba tiempo a desarrollarlos. Su poder era infinito. Por eso, si caía en malas manos, podía convertirse en un arma terrorífica para dominar el mundo. De modo que Marcus había tenido que protegerlo durante años. Y ahora…..
De repente, Karlif miró el reloj de su muñeca y soltó una exclamación.
—le mandé un mensaje a tu ayudante para que me llamara por teléfono a las seis —explicó
Le mostró un pequeño teléfono móvil, con aire triunfal. Al instante, empezó a sonar.
—Ahí está. Voy a poner el altavoz para que lo podamos escuchar los dos
Pulsó el botón y comenzó a escucharse la voz de Nilo, el ayudante de Marcus.
—¡maldito! ¡suelta al señor Marcus!
Karlif rió alegremente. Marcus lo observaba, pensando a toda velocidad, debía llegar dar con una solución lo antes posible.
—ya sabes que solo lo soltaré a cambio del sombrero, ayudante de pacotilla
—¡eso nunca! ¡El señor Marcus me advirtió que nunca debió caer en las manos equivo….!
—Nilo, déjalo ya. Tráeselo.
Karlif miró de pronto a Marcus. Su cara reflejaba su incredulidad.
—¿cómo? ¡Señor no podemos dárselo!
Marcus resopló.
—hazme caso. Esta vez hemos perdido. Ven con el sombrero.
Karlif soltó una sonora risotada.
—¡veo que por fin has entrado en razón! Esta bien, pelele de pacotilla, te indicaré como llegar hasta aquí, más vale que no te retrases.
A las dos horas. Nilo apareció por la puerta. En sus manos llevaba el famoso sombrero. Nilo miro a su jefe, consternado. Marcus trató de mostrar una mirada tranquilizadora. Tenía un plan, esperaba que todo saliera como él había planeado.
Karlif le arrebató el sombrero bruscamente. Lo observó durante unos segundos en sus manos, y se lo puso sobre la cabeza. Cerró los ojos, tratando de concentrarse mientras sonreía.
Durante unos instantes, nada pasó. Ambos observaban a Karlif. Era como si el tiempo se hubiera detenido. Pero, de repente, unas intensas llamas comenzaron a surgir del sombrero: se estaba incendiando.
Karlif trató de quitárselo, pero le fue imposible.
—¡está atascado! —aulló
Comenzó a revolcarse por el suelo, presa del dolor. Nilo, atónito, miró a Marcus. Éste esbozó una sonrisa.
—ha sucedido lo que esperaba. El sombrero solo puede ser utilizado por su dueño. Y ese soy yo. Sino, se rebela de alguna forma.
—¡maldito! —aulló Karlif desde el suelo
Nilo se apresuró a abrir la jaula.
—es hora de que nos vayamos de aquí —dijo Marcus— al fin, todo este asunto del sombrero ha terminado.
Y es que Marcus nunca había utilizado el sombrero para sus propios intereses. A él no le interesaba el poder ni la sabiduría. Para él solo había sido una gran responsabilidad con la que había tenido que convivir.

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2 comentarios

  1. 1. Veronica dice:

    Siempre que leo tus relatos me da la sensación de que son más parte de un texto más largo que un relato… quizás el número de palabras te limita un poco, veo que podrías hacer toda una novela!

    Escrito el 29 enero 2015 a las 17:06
  2. 2. Alex dice:

    Muchas gracias Verónica ! Yo también tengo siempre esa sensación cuando lo escribo jajaja.

    Escrito el 29 enero 2015 a las 21:12

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