Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Verdades ocultas - por Cristina

Web: http://cris182al.wordpress.com/

Me levanté de la cama a la misma hora de siempre, había sido una de esas noches en blanco pero no me sentía cansada. Mis pensamientos dispersos iban de un lugar a otro. ‘Año nuevo, vida nueva’ me repetía una y otra vez, pero nada parecía haber cambiado. Me metí en la ducha y mientras las gotas de agua resbalaban por mi piel me vino a la mente su inquietante mirada. Esos ojos parecían ver más allá de los horizontes del cuerpo, moviéndose por mis venas y lanzándome escalofríos allá donde pasaban. Me acordé del sueño que había tenido la noche anterior, él estaba allí esperándome sentado en un banco de aquel precioso parque en tonos ocres, mirándome. Las palabras no le hicieron falta, como siempre, sus ojos me hablaron sin necesidad de articular palabra y entonces comprendí que el cambio no llega si tú no lo buscas. Podía quedarme allí sentada frente a él e ignorar su consejo o convencerme a mi misma de que tenía que hacer algo. Salí de la ducha descalza y determinada a dejar de fingir. Dejé allí todos los miedos y toda la inseguridad que yo misma creaba y decidí escapar de esa jaula que era mi propia mente. Cogí el teléfono y marqué su número.

“Hola” respondió aquella voz grave pero dulce.

“Hola, Mateo. Sé que es raro que te llame a esta hora”, no oí nada al otro lado del auricular. “Necesito verte”, añadí.

Tras una breve conversación y algunos silencios incómodos quedamos al día siguiente en una cafetería del centro. De vuelta en la cama entendí que no iba a dormir por segunda noche consecutiva. Se estaba batiendo en mi interior una lucha entre lo que me decía el sentido común y lo que me decían los miedos. No estaba segura de haber tomado la decisión correcta, pero ya estaba tomada. Para bien. O para mal. Lo que sentía por aquel hombre me asfixiaba, necesitaba salir, necesitaba decirle que desde que le conocí mi vida había dado un cambio radical, y el miedo que me provocaba el pensamiento de decirle la verdad se veía compensado al ver esa mirada de nuevo, cada vez que mis manos soñaban con arrancarle la camisa.

A la mañana siguiente reuní todo el valor que tenía y una vez sentada en aquella cafetería esperando a que entrara el hombre de mi vida empecé a sentirme nerviosa. Oía los latidos de mi propio corazón resonando en la cavidad de mis costillas, como los tambores en las películas anunciando que algo está a punto de ocurrir. Vi a Mateo entrar y sentarse frente a mí. Iba impecable, como siempre. Se quitó el sombrero con un gesto elegante y lo dejó en la mesa. Parecía esperar que yo dijera algo, pero nada salía de mi boca. Sin que hiciera falta nada más me miró como quien mira a alguien por primera vez, y sus labios formaron esa amplia sonrisa que me había robado tantas horas de sueño.

“Querías verme”, dijo él. “Aquí estoy”

Sonreí mirando el plato, me sentía ridícula allí plantada recordando lo que le había dicho por teléfono. En ese momento pensé en recular, en tomar algo e irme a mi casa, dejando que él se fuera para siempre a la suya en la ignorancia, pero había tomado una decisión, así deje que las palabras salieran solas, liberándome de su carga.

“Te amo”, dije mirándole a los ojos.

No parecía sorprendido por mis palabras, ni por el hecho de estar allí temblando tras haberle revelado un secreto que guardaba hacía ya año y medio.

“Estoy casado”, repuso.

“Lo sé”, contesté. “Pero tenía que decírtelo, tenía que saber si hay alguna parte de ti que me mira de la misma manera que yo te miro a ti”

La situación era tan confusa como real. Él parecía inquieto, pensando no sé en qué, y yo dispuesta a decir todo lo que había callado durante este tiempo.

“No puedo mentirte, ni engañarme a mí mismo”, dijo. “No quiero hacerle daño a tu hermana, pero debes saber que yo también siento algo por ti”

Algo dentro de mí se activó. Aunque estaba siendo egoísta, porque no estaba pensado en mi hermana, ni en el daño que esto podría causarle, no podía dejar escapar este tren, quería a este hombre tanto que si esto no salía bien, estaba dispuesta a irme para siempre.

“Ven conmigo”, dije. “Empecemos una vida en otro lugar, juntos.”

Su mirada se iluminó bañando aquel lugar de esperanza.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

3 comentarios

  1. 1. Marcelo Kisi dice:

    Hola Cristina!!!

    Cómo estás mujer? Has cambiado totalmente el ángulo. Qué diferente este relato al que nos regalaste el mes pasado, con monos y naves espaciales! Desde ya te digo, admiro tu coraje literario, el explorar diferentes vetas. La del mes pasado era contarnos una peli de ciencia ficción, sin demasiado miramiento ni sensiblería, y aquí nos sorprendés con literatura femenina de la más fina.

    Se discute mucho si existe tal cosa “literatura femenina”, pero yo lo hago más simple: los hombres (o yo por lo menos) no logramos explayarnos tanto sobre lo que nos pasa por dentro, creo que la riqueza emocional de las mujeres es de un nivel que yo puedo alcanzar, y mi admiración va a tu escritura deliciosa, donde el viaje es más interior que exterior.

    Admiro también tu abordaje: lo moral (no engañarás!) queda puesto en tela de juicio, porque el milenario principio se choca con otro: el amor. ¿Qué hacemos si nos enamoramos perdidamente de una persona que ya está ocupada? Alguien que pone primero el principio moral dirá: si tu protagonista está dispuesta a morir si no logra a su hombre, ella es la que tiene un problema grave. Un partidario del amor, en cambio, dirá: tiene derecho a luchar, porque el amor está antes que las instituciones y las convenciones. ¿Quién tiene razón? El hecho de que pongas a la protagonista como la “buena” del relato, y que la pongas a explicar sus razones, es en sí misma una toma de partido. No a favor de moralistas o “amoristas”, sino de hacer entender que es un tema complejo, donde en última instancia, nosotros no somos quién para juzgar, hasta que no estemos en ese lugar.

    El relato es atrapante, en especial por eso, por hacernos pensar, y enfrentarnos con nuestros límites morales y sentimentales.

    Bravo! Nos leemos!

    Escrito el 5 febrero 2015 a las 10:40
  2. 2. Marcelo Kisi dice:

    Quise decir que “la riqueza emocional de las mujeres es de un nivel que yo NO puedo alcanzar”…

    Escrito el 5 febrero 2015 a las 10:42
  3. 3. Cristina dice:

    Muchas gracias Marcelo! 🙂

    Siento no haber pasado antes por aquí, la verdad es que tras los últimos comentarios que recibí no me he visto muy alentada a continuar participando en el taller. Algunas de las revisiones que me dieron no me gustaron, entiendo que el género amoroso pueda no gustar pero hay que valorar la historia tal y como la recibes.

    En fin, muchísimas gracias por tu comentario que me ha animado mucho! Pasaré por tu relato a ver con qué nos sorprendes!

    Un saludo!!

    Escrito el 19 febrero 2015 a las 14:56

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.