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EXPIACIÓN - por macujoan

Web: http://macujoan.blogspot.com

La mañana del uno de enero desperté completamente solo en medio del bosque. La tienda de campaña estaba escarchada. En su interior, la temperatura rozaba los cero grados. Afuera, el único atisbo de vida se reducía a los árboles sin hojas y a las piedras inmóviles. No se escuchaba el trinar de los pájaros ni el silbar del viento. Aquella calma casi artificial, junto a la niebla que impedía ver dos pasos más allá, hizo que el vello de la nuca se me erizara al salir a satisfacer mis necesidades. Plantado frente a un árbol, el silencio sólo era interrumpido por un fuerte pitido en mi cabeza, fruto del alcohol ingerido durante la noche. Nada había cambiado con el año nuevo. Había sido una estupidez internarse en el bosque en pleno invierno. Mi mujer y mi hija estaban muertas. Superar el dolor y seguir adelante era algo que no conseguiría con expediciones iniciáticas como aquélla. Enfurruñado por haber acatado las sandeces de mi psiquiatra, recogí el campamento y cargué los bártulos a la espalda. No debía llevar más de media hora dando vueltas en círculo cuando atisbé a lo lejos una cabaña de madera. Al acercarme comprobé que había luz y mi estado de ánimo mejoró un poco. Tal vez su propietario pudiese acercarme hasta la carretera. El cielo empezaba a encapotarse y la brisa que había conseguido disipar la niebla silbó entre las hojas de los abetos que poblaban aquella zona. Incluso las aguas de un riachuelo corrían frente a la casa golpeando las piedras. Nada que ver con la quietud anterior. Llamé a la puerta, impelido por la imagen de una taza de té caliente junto al radiador, pero no obtuve respuesta. Probé suerte y la puerta se abrió sin dificultad. Di voces para hacerme notar, pero nadie respondió. Una fina lluvia empezó a golpear la techumbre y me decidí a atravesar la puerta, topándome con un salón iluminada por el fuego de una chimenea. Recorrí la habitación con la mirada y volví a saludar para anunciar mi presencia. Me acerqué a los fogones de la cocina y comprobé que la cafetera estaba aún caliente. El propietario debía de haberla abandonado hacía poco. Impelido por la curiosidad, me adentré aún más hasta quedar bajo una escalera de caracol que subía al desván. Arriba me topé con una biblioteca repleta de estantes atestados de libros y un artefacto parecido a una enorme jaula presidiendo la estancia. Volví a dar voces, aunque era evidente que allí no había nadie más. Me acerqué al artilugio y comprobé que se trataba de una especie de tarima cercada por barrotes dorados y un ornamentado atril en el centro. Sobre él se adivinaba un libro bajo un sombrero negro de ala ancha. Lo levanté para estudiar el ejemplar que se escondía debajo y, sin pensarlo, me lo ajusté a la cabeza. Quedó ante mí una página llena de garabatos que dibujaban el perfil de lo que parecía ser una mano. De manera instintiva coloqué mi derecha en el hueco que dejaban las letras. Los barrotes resplandecieron y las yemas de los dedos me quemaron. Poco a poco el calor subió hasta el antebrazo y, para cuando quise reaccionar, el brazo entero me ardía y no era capaz de despegar la piel del libro. Dejé de sentir las extremidades y el calor empezó a extenderse por todo el cuerpo hasta golpearme en el pecho. Un grito animal salió de mis entrañas y, después, la nada. Dejé de sentirme vivo.

El pitido de la alarma de mi teléfono me hizo dar un salto en la cama antes de apagarlo de un manotazo. Estaba empapado en sudor y la cabeza me ardía. Otra vez las pesadillas, pensé. Entonces noté una respiración a mi derecha. Me incorporé sin apenas moverme y levanté la sábana. Al ver su rostro, mi corazón dejó de latir. Tambaleándome, me levanté como pude y salí al pasillo hasta llegar a la habitación de mi hija. Desde el umbral pude comprobar cómo ella también dormía plácidamente en su cama. Empecé a llorar en silencio. Había sido tan real… La pantalla del vehículo anunciando el hielo en la calzada, el coche describiendo una espiral hasta precipitarse al vacío, las ramas de los árboles rompiendo las ventanillas, el dolor, la pérdida… ¿Podría haber sido el peor año de mi vida una pesadilla? Deshice lo andado y, al volver a la cama, no advertí el sombrero de ala ancha que colgaba inmóvil del perchero.

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4 comentarios

  1. 1. tavi oyarce dice:

    Fui uno de tus comentaristas. Espero haber sido util.
    Saludos

    Escrito el 29 enero 2015 a las 22:57
  2. 2. macujoan dice:

    Gracias Tavi. La verdad es que los comentarios que recibí me fueron de gran ayuda. Además, fueron bastante benévolos. 😉 Ahora estoy trabajando en la reescritura del texto con los cambios que me sugirieron y con la extensión inicial, ya que hube de recortar para ceñirme a las 750 palabras. En cuanto lo tenga, lo publicaré en el blog.
    Voy a ver si encuentro tu texto en la lista para leerte.
    Saludos y gracias de nuevo.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 16:31
  3. 3. Fabián dice:

    Muy buenas Macujoan

    Me gusta comentar utilizando el método del formulario, primero forma y luego contenido.

    Forma:

    A simple vista lo primero que hay que mejorar son los punto y aparte, para crear párrafos breves, mas ordenados y evitar así presentarle al lector bloques enormes de frases compactadas.

    Con tu permiso te enseñare un ejemplo:

    “Enfurruñado por haber acatado las sandeces de mi psiquiatra, recogí el campamento y cargué los bártulos a la espalda.
    (Punto y aparte por que ha transcurrido el tiempo entre esta linea y la siguiente)

    No debía llevar más de media hora dando vueltas en círculo cuando atisbé a lo lejos una cabaña de madera. Al acercarme comprobé que había luz y mi estado de ánimo mejoró un poco. Tal vez su propietario pudiese acercarme hasta la carretera.
    (Punto y aparte por que la atención ya no está en la cabaña, si no en el cielo/tiempo)

    El cielo empezaba a encapotarse y la brisa que había conseguido disipar la niebla silbó entre las hojas de los abetos que poblaban aquella zona.“

    Una pequeña observación con la palabra “silbar” que se repite dos veces, vale si, dos veces no es molesto, pero habiendo tantas formas de expresar lo mismo yo utilizaría “ulular del viento” la primera vez, y luego si utilizaría el “silbar” cuando el viento empieza a hacerse presente en la escena.
    Ademas, la palabra “ulular” describe mejor el sonido que hace el viento.

    Por lo demás la forma la encuentro bastante correcta.

    Contenido:

    A pesar de que pueda pecar de tener un comienzo algo lento, el misterio está conseguido. Eso si, parece el prólogo de algo mas grande ya que las incógnitas siguen ahí ¿De quién era esa cabaña? ¿Que era ese libro y esa jaula? ¿Que le ha pasado al protagonista? Demasiados cabos sueltos para considerarlo un relato corto con final abierto.

    Mi teoría es que no era un sueño, murió en la vida real al tocar ese libro y despertó en una especie de vida mas allá de la vida/purgatorio.

    Escrito el 2 febrero 2015 a las 15:05
  4. 4. macujoan dice:

    Muchas gracias por tus observaciones, Fabián. Son de gran ayuda para mejorar este texto y los que vengan en el futuro.

    Lo cierto es que barajé la opción de hacer párrafos más cortos, pero me decidí por dejar sólo dos para separar las escenas del relato y así obligar a leerlo sin apenas respirar, ya que, como bien dices, a pesar de un comienzo lento, lo que pretendía era que el misterio atrapase desde el principio. (De nuevo un párrafo demasiado largo ;)).

    Por otra parte, el texto original era más extenso, pero hube de recortar para ceñirme a las 750 palabras.

    Respecto a los cabos sueltos, mi idea era dotar al relato de un componente mágico. El protagonista está de excursión justo un año después de la muerte de su mujer y de su hija y se topa con una cabaña con elementos “mágicos”, con un antiguo libro capaz de devolver la vida (de ahí el contraste entre la naturaleza muerta de la zona de acampada y el río que corre, el silbar del viento, etc. en los alrededores de la cabaña). En teoría, despierta de nuevo en su casa y sus seres queridos están vivos. También podría interpretarse como un retroceso en el tiempo: ha vuelto al día del accidente y tiene una segunda oportunidad. En fin, como bien dices, dejo muchos cabos sueltos para que el lector complete como le plazca, aunque quizás te haga caso y lo utilice como el prólogo de una historia mayor.

    Gracias de nuevo por tus aportaciones.

    Escrito el 7 febrero 2015 a las 15:42

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