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«El extraño caso de Mister Edwart» - por Alonso García-Risso

Web: http://garcia-risso.blogspot.com

«El extraño caso de Mister Edwart»

La caja de madera se encontraba en la capilla mortuoria, cuatro cirios solitarios, algunas flores; y, el cuerpo del malogrado Mister Edwart.

Uno que otro obrero de los que trabajaban en la construcción donde había ocurrido el accidente, se habían apersonado al velatorio, de quién había sido su jefe. Se rumoreaba que, de un momento a otro, llegarían los familiares del muerto. La comunicación por teléfono con ellos, no otorgaba plena certeza a su venida. El recuerdo que guardaban de su familiar, era enconado.

Mister Edwadt, había logrado —a duras penas—, un título y un mando en la empresa constructora. Interiormente guardaba resentimiento de sus orígenes. Esto, para el ojo avizor del personal a su cargo, se dejaba ver en su carácter duro e inflexible. De pocas palabras, parco, de malas reacciones; salvo con unas copas de más, entonces era locuaz, hasta entretenido. Pero cuando se encolerizaba, lanzaba improperios e injurias, sus palabras pronto subían de tono hasta el paroxismo; su discurso se hacia incoherente, cargado de múltiples contradicciones, carente de fundamentos. Aquellos que lo escuchaban; luego comentaban: “Es —irremediablemente— un desquiciado…".

Por su lado, la empresa sabía de sus limitaciones. Opinaba que les servía porque mantenía a raya al personal, abarataba costos con rigor y no representaba —como arquitecto—, riesgo alguno de competencia. Además conocían con claridad su norte; lo había manifestado en toda oportunidad que se presentó. Quería radicarse en USA. Allí era donde quería vivir, no aspiraba otra cosa.
Entre el personal y quienes lo conocían, catalogándolo, decían: “Ha hecho de la Arquitectura, un panegírico de la Jaula”. Todos los proyectos en que intervenía —a título de abaratar costos y otras razones menores—, terminaban en 'enjaulamientos' con reducción de espacios vitales, privilegiando rectas y ángulos rectos, jaulas desprovistas de toda gracia…

* * *

Se investigaba —prolijamente—, un accidente fatal que había ocurrido una semana antes, en el mismo lugar; el martes 9 de Septiembre, a las 18:36 horas.
Ese día llovía, Mister Edward, poco antes de esa hora llegó a la obra, subió al montacargas (no lo hacía casi nunca) hasta el octavo piso. Venía de paraguas y sombrero (calzaba como de costumbre ‘esos zapatos negros’, finos, brillantes). Localizó entre los que allí se encontraban, a José, al que llamaban ‘El Muchachote’, maestro electricista:

—¿Cuáles fueron mis órdenes, sobre el plazo de instalación para este piso? —preguntó Mister Edwart con tono agresivo, siguió sin esperar respuesta:
—José, tú estás a cargo, eres el responsable de esta negligencia…
—Pero, bien sabe Míster como ha llovido todos estos días y lo peligroso que se hace trabajar en exteriores —respondió José.
—A mi no me importa cómo se las arreglan para cumplir con las órdenes que doy. ¡Que te quede bien claro! ¡Vas a tener guerra, conmigo, te lo advierto! ¡Ponte, ahora mismo, manos a la obra, quiero que esto quede resuelto hoy! ¡Para eso te pago; si no, te vas! —permaneció en el lugar, hasta ver salir a José con el bolso de herramientas, a los exteriores del octavo piso. —La tarde se perdía en el horizonte. Oscurecía.

—…Y ustedes, ¿qué miran? ¡Pónganse a trabajar, que también les pago, aunque llueva o se haga tarde!
Transcurrieron veinte minutos, de pronto se escuchó un ruido, un desprendimiento. Una parte de la cornisa en que se apoyaba José se desprendió. El arnés que lo protegía, empapado en agua-lluvia se salió de lugar, estrangulándolo hasta producirle la muerte, sin poder recibir ayuda…

* * *

Luego de una semana, al final de la jornada, Míster Edwart volvió al octavo piso, con ‘cara de culpa’ (dicen los testigos); pero, con la misma soberbia. Miró a todos, desafiante, luego dijo cómo para que todos escucharan:
—Yo mismo inspeccionaré el lugar donde cayó José: “Lo que encuentre, lo reportaré" —Sin decir más, avanzó al exterior. Llovía, no aceptó usar arnés, ni resguardo.

Al ser interrogados los testigos de este nuevo incidente, declararon: “Llovía, Mister Edwart, era presa de uno de sus acostumbrados ‘arrebatos’, no escuchaba razones, mientras se alejaba por la cornisa, nos increpó". Agregaron: "En un momento, nos pareció que intentaba desvolverse, en su cara (lo que se veía de ella) reflejaba pánico, horror; antes de caer al vacío". Dijeron, algo más: "En el momento previo a la caída, vimos junto al patrón un bulto difuso; tal vez un efecto de luces, en el crepúsculo"…

Extra-judicial: Los declarantes creen 'a pie juntillas' que: "El finado, se lo llevó, para salud de todos".

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