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Tengo miedo - por Lester Glavey

Lo último que Larry esperaba aquella tarde al entrar a su dormitorio era ver a un completo extraño con una mirada asesina, un cuchillo ensangrentado y un sombrero antiguo, de los que usaba Frank Sinatra. Del cuchillo caían las gotas lenta y rítmicamente como el regulador de una bolsa de suero. Mientras su corazón galopaba salvajemente un pensamiento se abrió paso a codazos en su mente… Daisy.

Horas antes del asesinato.
—Tengo miedo —confesó Daisy con la voz entrecortada.
—Tonterías —dijo Larry— tu ex-esposo es un estafador y un mentiroso pero no tiene un pelo de tonto. No te preocupes amor, si él sabe lo que le conviene se mantendrá bien alejado de esta casa.
—Espero que tengas razón —dijo Daisy con voz temblorosa.
—Por supuesto que tengo razón, aparte que no dejaría que nada malo les suceda a mis princesas.
Larry frotó el vientre de su esposa como si fuera la lámpara de los deseos y mientras lo hacía le pareció que Daisy apretaba los labios. En más de una ocasión habían discutido cuando le insinuaba que él nunca sería capaz de pelearse por ella. Larry era una persona más bien pasiva. Desde su infancia había tenido que recurrir a ciertas tácticas de defensa que no involucraran el aspecto físico, en lo cual escaseaba. Para compensar, siempre había tenido una inteligencia fuera de lo común. En sus palabras, “la agresión sicológica duele y dura más”.
La paz del hogar había sido interrumpida el día anterior cuando al sonar el teléfono le habían informado a Daisy que su ex-esposo Joe acababa de salir de la Jaula. Años antes que Larry y Daisy se conocieran lo habían encarcelado por malversación de fondos de la empresa en la que trabajaba con su, por entonces, esposa Daisy. Siendo ella la causante de que todo el mundo se enterara del asunto.
—¿Y si quiere vengarse?
—Vamos Daisy, esto no es la película de las 8. Lo último que haría sería venir a buscarte.
Se despidió con un beso en los labios y otro en su vientre. Larry tenía una librería en las afueras del pueblo a la cual viajaba en bicicleta todos los días. Al llegar quitó el rótulo de cerrado y se dispuso a leer un libro mientras esperaba pacientemente a los primeros clientes.
A media mañana sonó el teléfono, apenas pudo reconocer el timbre de voz de su esposa entre susurros.
—Larry, creo que está en el vecindario, tengo miedo.
La comunicación se cortó.
Corrió hacia su casa lo más rápido que pudo.

Daisy abrió la puerta y allí estaba Joe. Antes que pudiera evitarlo, el ya estaba adentro.
—Quiero café —demandó Joe como lo hiciera en el pasado.
Hechizada por el miedo se dirigió hacia la cocina y sacó una taza.

Larry entró de golpe para encontrar la casa aparentemente en calma.
Una taza estaba hecha añicos sobre la alfombra.
«Tengo miedo», sonó la voz de Daisy en su cabeza.
La puerta de su habitación estaba rota.
«Tengo miedo»
El cuchillo más grande de la cocina estaba en el suelo frente a la cama.
«Tengo miedo»
Un ruido se escuchó proveniente del armario y al mismo tiempo la puerta del baño se abrió. Un hombre con sombrero se precipitó para atacarlo. Larry fue más consiente que nunca que el movimiento más violento que había pasado por sus manos era el giro de su muñeca dándole vueltas a las páginas de la Ilíada de Homero. Levantó los puños como lo hacían en las películas pero antes de poder hilvanar otro pensamiento recibió un golpe al mentón que lo mandó al suelo.
Daisy salió asustada del armario. Larry vio con horror como Joe cerraba sus manos alrededor del cuello de su esposa.
«Tengo miedo»
Ese fue el detonante. La transformación sucedió.
Larry tomó el cuchillo del suelo y se levantó con el porte del gran Aquiles avanzando hasta su Héctor.
«Tengo miedo», dijo la voz por última vez.
Hundió el cuchillo una y otra vez en un costado de Joe.
Joe se desplomó y Daisy agarró su garganta tosiendo. Larry aún con el cuchillo goteando sangre levantó el sombrero que segundos antes estaba en la cabeza de Joe. Sin saber el por qué se lo llevó a su cabeza y su mirada se encontró con el espejo del tocador de Daisy.
Sus ojos vieron a un extraño.
Un extraño que había asesinado a alguien.
Un extraño que había asesinado a alguien por su familia, y eso le gustó.

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2 comentarios

  1. 1. Norma Jáuregui dice:

    Muy bueno

    Escrito el 30 enero 2015 a las 03:17
  2. 2. Mayra de Maldonado dice:

    EXCELENTE REALMENTE VIVES EL MIEDO Y EL SUSPENSO.

    ME GUSTO MUCHO.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 17:28

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