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La jaula oro - por Diana

La jaula oro

Sonó el teléfono .Salté de la cama, Glen, mi amiga llamó.

_ Vamos te espero _

La mañana otoñal despuntaba el alba, la paleta de colores naranja cubría el levante del sol.
Emprendimos el regreso a casa luego de vacacionar con nuestras familias.
En el umbral de mi casa paterna, quedaba mamá, sus manos eran pájaros que flotaban en el aire en un adiós interminable, con intercambio de emociones.

_¡Acelera!_ dije con voz entrecortada_ y respondió la bocina bochinchera.

Pronto el chevrolet desapareció. La cinta de asfalto negro cortaba la serranía agredida por la piqueta del progreso, dejaba ver sus entrañas de arenisca carmín, macachines en flor entre las carquejas blanquecinas coronaban los promontorios.

Pocas palabras mediamos el clima era sutil y arisco, mi amiga atenta al volante, yo con mi mate, introvertida. Se respiraba misterio, quizás ambas habíamos descorrido la cortina del ayer. el paisaje, la soledad removían recuerdos. Habíamos compartido anécdotas de la adolescencia.

Ahí estaba la cruz de los caminos. Nos miramos, gesticulamos, nos entendimos. En un ruidoso viraje estuvimos en el camino de tierras coloradas. Tomamos el camino de las minas, dejando atrás nuestra ruta a casa. Estábamos en un camino árido que serpenteaba entre suaves elevaciones, allá se divisaban los cerros con forma de meseta, emblema de la zona.

Habían pasado muchos años desde aquél día en que me prometí no volver. mis heridas estaban a flor de piel, el tiempo las había solamente encapsulado…al menor rasguño afloraron en una mezcla de dolor y placer.

Allí, el cementerio del pueblo, solía visitarlo con mi pequeño hijo. Seguía siendo lúgubre con cerco de transparentes y un dejo de abandono, mis vísceras se retorcieron y mi pecho se oprimió ya nada quedaba ahí, la adolescente enfundada en el luto y el chico habían crecido. Un lagrimón escapó.

_Entramos al pueblo_ dije con expectativa_

Un caserío emergía sin mayor destaque. A medida que avanzábamos las miradas traspasaban los vidrios matrícula desconocida, solo dos mujeres, despertaban curiosidad. La doña que barría la vereda, encogió su delantal y en posición de jarra no esquivó la mirada.
Detuvimos la marcha, un tropel de túnicas blancas nos hizo a un lado, sonrisas, empujones, algarabía como en aquellos lejanos días.

_Sigue, dobla a la derecha, está la Capilla Don Bosco_ yo hacía de guía.

En la puerta de la casa parroquial, un cura joven con desteñida sotana, nos dio los buenos días.
_Padre, la Capilla está cerrada. Quisiera visitarla_

_Entre señora. Su tono era afable.

Entré sola. Formaba parte de la historia de mi vida. Allí, María Auxiliadora, vi en sus ojos la dulzura de aquellos días, llorosos, de la ilusión cuando me casé, el bautismo de mi hijo. Todo se había detenido en el tiempo, mi fervor por ella intacto.

_Gracias por permitirme entrar_

Subí al automóvil._ Ve al caserío del fondo, veremos que hay_
dije.

Ante mis ojos una postal en sepia.La casa de mi adolescencia allí la vi.Un perro amarillo, llamado Gitano corría a mi gato rayado, quise intervenir, no pude formaba parte de la postal. Una ráfaga de calor recorrió mi cuerpo, sentí la mano suave que me tomó del brazo, hice al lado la cabeza mis labios se encontraron con la boca sedienta, carnosa que se apoderó de la mía, me dejé estar, la suave colonia varonil era un vaho apasionado. No estaba sola, la muerte no nos había separado. Era mi primer beso de amor., Me sorprendí, algo hizo ruido. Mis brazos, mis manos estaban vacías, pendían de mi cuerpo. Miré al suelo, allí estaba mi cajita de música, con sus últimos acordes de “Historia de amor”, me la había regalado él, y me acompañó siempre como talismán. Estaba rota, tenía forma de jaula dorada, florida, el canario cantor estaba a un lado, no volvería a trinar Nada era igual. La casa era otra casa, desconocida, moderna .otras historias de vida guardaba.

La magia del alma, de los sentimientos me había bloqueado, fue místico, me hizo feliz.
Ahí quedó mi talismán incorporado a la postal sepia.

Tomé el sombrero de paja que había dejado sobre el capot del auto y con una sonrisa
_ Volvamos, tenemos un largo camino a recorrer en las rutas _ dije.

_ ¿cómo rutas?_

_Sí, Ruta 5 y también la de nuestras vidas. El próximo año podríamos volver y visitar las galerías auríferas, mira si encontramos una “pepita de oro” que dejó mi padre. Sonaron alegres carcajadas.

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2 comentarios

  1. 1. Adella Brac dice:

    Aunque me gusta la idea principal, encuentro el texto un tanto confuso.
    ¡Un saludo! 🙂

    Escrito el 4 febrero 2015 a las 09:10
  2. 2. Ángel Gabriel dice:

    Magustaría saber más del tema, la verdad no entendí nada, si hay trama principal, o cual es el tema, en fin no se a que te refieres.

    Escrito el 8 febrero 2015 a las 20:44

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