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Víspera a una tragedia - por Markusz Schezard

Un delgado hilo de luz se colaba entre las cortinas de mi ventana en aquella mañana, reposaba directamente sobre mi rostro, y después de unos minutos, el calor de aquel hilillo de luz termino por despertarme. Por un segundo no estuve consciente de lo que estaba pasando en esa mañana, o de lo que había pasado la noche anterior en esa recamara. Estire mis brazos para liberarme de mi letargo mientras ligeramente me levantaba y dejaba mi cuerpo recargado sobre uno de mis brazos , entonces lo mire, estaba acostado junto a mí, dormido boca abajo, en esa posición podía admirar ese tatuaje de un cráneo con sombrero y dos pistolas cruzadas que decoraban su amplia espalda.

Debió haber sido un poco más de las 10 de la mañana, el sol entraba por la ventana e iluminaban toda la habitación. Los mechones de su cabello brillaban con los rayos del sol, mientras, mi rostro esbozaba una sonrisa. No podía creer lo que había pasado la noche anterior.

Estuvimos bebiendo vino tinto y después de mucho hablar, animados un poco por el alcohol y el sentimiento de complicidad de la charla, acompañamos las baladas de mi reproductor de música con un poco de baile. No sé exactamente como paso, podía sentir su mano firme en mi cintura, me miraba con esos dulces ojos cafés, con esa mirada llena de ternura pero al mismo tiempo llena de pasión, mientras nos movíamos al ritmo de las notas musicales podía sentir toda esa seguridad que brindaban sus brazos y que, anteriormente, muchas otras habían sentido en su presencia, pero eso no importaba en aquel momento, el estaba conmigo. Poco a poco los movimientos de aquel baile fueron tornándose cada vez más y más sensuales, su colonia llenaba mis pulmones con su esencia, su rostro se fue acercando al mío hasta poder sentir su aliento… de pronto, sus labios se aferraban a los míos, mi corazón latía tan fuerte que incluso creo que él podía sentirlo en su propio pecho, mi cuerpo vibraba de excitación, y como si se tratase de una fiera que escapa de su jaula, su lengua se abalanzo a mi boca hasta encontrar la mía, sin el menor esfuerzo me levanto en un abrazo y me llevo escaleras arriba, a mi habitación, yo no me resistí.

Dirigí mi vista al reloj de la mesita de noche el cual me confirmo la hora, marcaban las 10:30 de la mañana, era domingo por lo que no sentí la necesidad de levantarme de la cama para presentarme en la oficina, además, su sola presencia me mantenía recostada junto a él. En el piso de la habitación podía verse nuestra ropa esparcida como si un remolino hubiera pasado por el lugar, una manga de su camisa se encontraba sobre mi sostén, apenas dejándolo asomarse un poco, como si se tratara de un cómplice escondiendo a su compañero de fechorías para protegerlo, aquella idea me causo gracia, muchos hombres después de un encuentro amoroso se regocijan en su grupo social, erguiéndose sobre su autoproclamada victoria sin siquiera pensar que algunas veces puede ser incomodo para la chica en cuestión, pero el no. Si algo podía apreciársele en una situación como esta, era su discreción.

Me encontraba sumida en mis pensamientos mientras lo miraba dormir, a conciencia traía a mi mente los recuerdos de la noche anterior, reproducía en mi cabeza la forma en que me sujetaba fuertemente con sus manos, la forma en que me sometía, y como yo placenteramente seguía sus movimientos como un soldado novato siguiendo a su general veterano confiándole su vida. Me estremecía al recordar su profunda voz que me llenaba los oídos de palabras dulces, no pude evitar que mi rostro se sonrojara, cuando de pronto el timbre de la puerta me regreso abruptamente al mundo real.

Mientras me levantaba tome mi teléfono móvil de la mesita de noche, mostraba varias llamadas perdidas, ¿será que…?. Con mucha prisa me puse un pantalón de dormir y una blusa de tirantes que saque rápidamente del primer cajón de ropa que pude abrir, Salí de la habitación y me dirigí a la puerta mientras recogía mi cabellera negra en una coleta.
– Hola cachorrita- me dijo mientras me miraba con una sonrisa que dibujo su rostro después de que abrí la puerta del apartamento. – ¿Puedo pasar amor? –

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