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DILEMA - por Fernando Quiroz

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DILEMA
Empezó a sonar el teléfono y sus oídos se perdieron como hojas ebrias en ese bullicio repetitivo; mientras la jaula estaba vacía, despintada y destartalada por el tiempo, se bamboleaba en el aire como jugando con la soledad; y el sombrero (que aún guardaba los recuerdos en cada hebra hilvanada) asomaba por los destellos de esta luz solar triste y erguida que se desdibujaba entre las hojas cortantes de ese cañaveral.

Él al escuchar ese sonido telefónico, recordó que iba a recibir la llamada más importante de su vida, pero trató de recordar sobre qué o para qué lo iban a llamar, se limpió el sudor de la frente y por un instante estuvo tranquilo y empezó a musitar en sus entrañas: “Me van a llamar del trabajo para continuar o me irán a despedir; serán mis padres que me van a saludar o me van a refunfuñar; mis amigos, aunque no tengo, pero si tengo y son muy poquísimos; mi enamorada, ¡qué raro! si no tengo enamorada; o me llamarán sobre aquella oferta de trabajo”. Bueno no sé qué será, intentaré pensarlo bien antes de contestar y saber qué voy a decir en cualquier circunstancia que se me presente.

Entonces empezó a meditar sobre cada uno de los casos, se imaginó que era uno de esos policías que investigaba algún asesinato: Que me llamen desde el lugar donde he trabajado es difícil, porque hace como diez meses que he dejado de trabajar allí, en mi lugar llegó otro y me desplazó del cargo, me quedé indignado porque sigo esperando volver a trabajar, pero nada de nada, pasó el mundial de fútbol, pasaron las elecciones, llegó la navidad y hasta el año nuevo se burló de mi desgracia. Hasta ahora sigo indagando y buscando algún recóndito trabajo para efectivizar mis servicios, pero sigo buscando ese maldito trabajo y hasta ahora no consigo nada. Propuesta desecha desde allí no puede ser la llamada.

Otra vez empezó a sonar el teléfono, parecía que su garganta se desvanecía en ese sonido tan irritante, cada segundo que pasaba su sonido era más fuerte que el anterior; la jaula estaba más triste y meditabunda que él; y el sombrero estaba más inquieto por ese sonido, refunfuñaba entre sus orejas que estaban hastiadas.

Y nuevamente empezó a meditar, en esta ocasión en sus padres, pero ellos no viven tan lejos de mi casa para que me llamen, están a cinco cuadras de donde vivo o será que uno de ellos se ha accidentado, pero qué raro, de allá vengo y los he dejado descansando, los había visto cómo las dos cascadas habían opacado la luz de sus ojos y escuchaba su respiración más tétrica que antes, allí estaban los dos enjaulados entre esta tarde friolenta y calurosa que se entrelazan a cada momento.
Uhhhhmmmmm que me llamen mis amigos es muy difícil porque ninguno de ellos se acuerda de mí y no se acuerdan de mí porque mi número telefónico lo he cambiado recién.

Y en su cabeza las ideas daban vueltas como aves embriagadas por el aleteo. Y se decía será mi enamorada la que me está llamando, esa mujer que me desgarra los sueños, que me deshace el corazón con sus besos…, no puede ser, porque no tengo enamorada, más bien tengo esposa y ella está aquí a mi lado, ella está descansando cogiendo la almohada y jugando con su sueño, desatando sus temores en la cama, atando sus cansancios en la sábana, desatando sus cóleras soñolientas en el tiempo.

Por tercera vez suena el teléfono, pero esta vez no sabe si será más intenso o más débil, o será que el viento ya no rompe al silencio y ya no deshace la mudez de la habitación; la jaula ya no cruje en vez de eso lloraba de tanto misterio, ahora lo miraba con desdén y el sombrero se cubría el rostro para no ver su espanto que se dibujaba lentamente en su rostro; los tres trataban de decirle alguna palabra mas él los ignoraba.

Se dijo; “Será una oferta de trabajo, esto es difícil porque en ninguna empresa u oficina he dejado mi hoja de vida o será que algún empresario ha pensado en mí y quiere que trabaje con él”, intentaré ver quién me está llamando.

Intenta buscar el teléfono, en eso llora la jaula, el sombrero cubre su rostro y sé acordó; estoy descansando, recuperándome de un arduo día y más aún nunca he tenido un triste teléfono, pero sigue sonando…

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1 comentario

  1. 1. Adella Brac dice:

    Aunque creo que a ratos le falta sentido al texto, me gusta como juegas con las palabras.
    ¡Un saludo! 🙂

    Escrito el 3 febrero 2015 a las 12:40

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