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La búsqueda - por Valjean

Todavía existe, en la esquina de El Palo con Bomboná, un rústico y hermoso café que refleja la Medellín de los años ochenta. Un poco encerrado y un tris aciago, cultiva las conversaciones más fascinantes del centro de la ciudad. Entre mokas y una pizca de brandy, intelectuales y dementes comparten genialidades y fárragos.

En una mesa del fondo estaba Cristina, tan hermosa como sola en aquella noche de enero que pintaba más lluviosa que fresca.

Pasó una luz por la comisura de su ojo derecho y giró para mirar por la ventana. Al otro lado de la calle se presentaba una escena particular e inquietante. Un anciano, al que Cristina juzgó de adinerado por la calidad de sus ropas, sostenía en su mano izquierda una jaula pajarera. Era dorada y parecía nunca haber sido usada. Aún más interesante era el detalle de un objeto con forma de corazón en el interior de la misma.

El viejo sostenía una expresión de preocupación que se le antojaba a su observadora como una tristeza al borde del llanto. Las personas lo miraban pero, como dignos miembros de la urbe indolente, pasaban de largo simulando estar concentrados en sus nimiedades diarias.

Cruzó la calle y saludó al anciano con una hermosa sonrisa paisa. El gesto fue correspondido aunque sin dejar de expresar en sus ojos la emoción de angustia que le corroía.

―Buenas noches señor ―alcanzó a decir Cristina.

―Buenas noches mi niña. ¿En qué te puedo ayudar? ―dijo el longevo adulto al tiempo que se retiraba su sombrero como forma de respeto.

―Bueno, es que lo vi desde aquel sitio de allá y me pareció que tal vez necesitaba algo de ayuda.

―La verdad no lo sé. Es posible que la senilidad esté afectando mi habilidad en estos temas de buscar.

―¿Y qué es lo que busca?

―A mis nietos. Estoy angustiado y la esperanza empieza a abandonar mi alma.

―Pero, ¿a qué se refiere? ¿Se han ido de la casa?

El anciano rió de repente cambiando por completo el semblante que le acompañaba.

―Me has hecho reír muchacha. Pero no te confundas, no eres objeto de mi burla; lo que ocurre es que es un poco más complicado de lo que imaginas.

―Usted sabrá ―mencionó Cristina―. En todo caso me da curiosidad el rollo de la jaula y el corazoncito encerrado. ¿Para qué son?

―No es un rollo. Es el resultado de estudiar la magia. Una suerte de artilugio como este es el más elaborado instrumento de búsqueda hecho por un mago de respeto como yo.

―¿Quiere decir que la jaulita es para encontrar a sus nietos?

―Efectivamente.

―Y usted es un brujo.

―No, para nada. ¡Eso no existe! He dicho que soy un mago de respeto.

El desconcierto de la joven se mezclaba con lástima.

Las rápidas conclusiones de Cristina fueron interrumpidas por la imagen de un hombre alto que corría hacia ellos con visible ansiedad en su rostro.

―Padre, ¡dónde has estado! ―decía el joven con la voz entrecortada por efecto de su galopada.

A Manuel, el hijo, le tomó un instante darse cuenta de la belleza que estaba a su lado. Casi sin palabras alcanzó a balbucear un “buenas noches” que sonó ininteligible.

Al detallarla un poco más se vino a su mente el vívido recuerdo de su compañera de estudios.

―¿Cristina Londoño? ―preguntó Manuel con sorpresa.

―¿Manuel Martínez? ―respondió Cristina con igual expectación.

―Sí. Soy yo. Pero cuánto tiempo ha pasado.

La alegría de encontrarse derivó en una breve pero emotiva conversación que vanamente tuvo como propósito ponerse al día con muchos años de distancia.

―Pero hijo, al menos pídele el teléfono para que queden en contacto y así puedan volver a verse.

Intercambiaron sus datos y se despidieron con un abrazo y una mirada de nostalgia.

Al cabo de un momento, cuando Cristina había dado unos pasos, recordó el triste asunto de los nietos y se volteó preguntando en voz alta:

―Manuel, ¿y qué hay de tus hijos? ¿Qué pasó con ellos?

―¿Mis hijos? no los tengo.

―Pero tu padre mencionó a sus nietos.

―Yo soy su único hijo y además soltero. Creo que ya le están entrando los años en la cabeza.

Al decir estas palabras el anciano botó la jaula a un canasto de basura al tiempo que le guiñaba un ojo a Cristina.

―Vamos hijo, no te preocupes ―dijo el viejo―. Siento que ya no tendré que salir en mis búsquedas nocturnas.

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3 comentarios

  1. 1. Francesc C dice:

    La primera vez no lo entendí bien y ahora que lo he vuelto a leer me ha gustado mucho más, me parece muy pícaro y original si es que lo he entendido bien. Quizá se me hace raro al principio el salto de presente a pasado del primer al segundo párrafo, y para mi gusto se podría sintetizar más toda la historia, pero reconozco que esto último es totalmente personal y para nada un motivo de queja. Yo pierdo de forma muy fácil la concentración, por lo que me encanta que las oraciones tengan la mayor cantidad de información posible en el menor espacio, porque así no puedo pensar en otras cosas ni distraerme. Porque claro, la información que uno recibe al leer no es instantánea sino depende del tiempo de lectura, y la cantidad de información por tiempo que se recibe influye mucho en la creación de la atmósfera, quizá más que la propia información sola.

    Me gustó mucho el comentario que hiciste sobre mi relato, el 132. No tenía ningún tipo de confianza en el relato, de hecho lo escribí muy rápido porque no me veía capaz de hacer ninguno bueno y no quería perder el tiempo con algo que no gusta. Me alegro de que haya gustado a mis comentarista y en especial a ti, me ha alegrado mucho tu escrito. No tengo blog y es raro en mí escribir textos tan cortos, así como lo es que los comparta. Por comodidad y por habilidad suelo escribir en catalán, y éso dificulta que comparta mis escritos en un blog. Además, soy bastante crítico conmigo mismo. Por éso me ha animado mucho tu comentario, porque en mi cuento quería experimentar con un modo de creación de atmósfera como el descrito arriba, si bien sin tomármelo demasiado en serio.

    Me ha gustado leer tu cuento, porque me parece más realista que el mío, supongo por usar la contextualización del lugar, aunque al no volver a hablar de este más tarde tengo como añoranza, porque echo de menos la evolución de la situación en el contexto de la esquina de El Palo con Bomboná. Ahora estoy contento porque he tenido unas ideas que me pueden ayudar en mi proceso de escritura. Voy a tener que pensarlas. Mientras tanto, espero que sigas participando en los talleres, voy a seguir tus escritos si publicas de nuevos.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 00:22
  2. 2. Maureen dice:

    Hola, Valjean.

    Me he metido en tu texto por tu pseudónimo (soy la mayor fan de Los Miserables, libro y musical, que puedas encontrar) y me he encontrado con un relato que me ha gustado muchísimo y me ha dejado con muy buen sabor de boca. Me encanta el personaje del viejo y su manera tan original y bonita de encontrar una madre para sus nietos. Una idea preciosa y muy bien desarrollada y concluida.

    ¿Tienes algún relato más publicado en Literautas? Te leeré en adelante, seguro 🙂

    Escrito el 30 enero 2015 a las 22:56
  3. 3. Valjean dice:

    Hola. Mil gracias por sus comentarios. Los he leído con cuidado y alegría. Es la primera vez que participo en Literautas por lo que no tengo otros. Seguiré participando. Un abrazo.

    Escrito el 1 febrero 2015 a las 04:54

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