Cuando el amor despierta los corazones - por Gladys Ruibal

Cuando el amor despierta los corazones

No crean que es puro cuento lo que les voy a contar, todo lo contrario es más que una realidad.
Tiempo atrás paseaba por las calles del barrio, cuando me detuve a observar a un hombre que arrastraba un carrito de supermercado, cargado de cosas que a simple vista parecían inservibles. Latas vacías, cartones, ropa vieja y coronando sus pertenencias llevaba una paloma torcaza en una jaula oxidada.
Daba algunos pasos y se detenía para tomar bocanadas de aire como si ya no pudiera seguir. Parecía que en cualquier momento se Iba a desmayar. Se fue acercando al umbral de una casa, acomodó su carro, colocó la jaula junto a él y se sentó con las piernas cruzadas. Se quitó el sombrero harapiento que llevaba puesto y lo coloco dado vuelta como una invitación formal a toda persona que quisiera depositar una limosna.
Mi primer impulso fue alejarme lo más posible de él, pero algo de ese hombre llamaba mi atención. Entonces me acerque y deje caer algunas monedas en el sombrero. El levanto su cabeza y me dio las gracias al tiempo que me observaba detenidamente.
Cubierto como estaba de sucios harapos y una barba vaya a saber de cuánto tiempo, era imposible determinar su edad. Al acercarme pude notar los rasgos de un hombre joven.
No pude dejar de preguntarle porque tenía encerrada una paloma, y me contó que estaba herida en un ala y no podía cuidarse sola. Esto dio lugar a una larga charla que duró más de lo que me hubiera imaginado conversar con un extraño vagabundo. Me conto su historia, que por cierto fue terrible desde su primera infancia.
Sentí que tenía que hacer algo por el para demostrarle de alguna manera que su vida podía cambiar y entonces la idea se hizo clara en mi cabeza. Pero iba a necesitar ayuda. Me despedí con un hasta luego, que él no entendió en ese primer momento.
Al llegar a casa llame por teléfono a mi amiga y le conté mi plan. Imagínense su reacción. Lo primero que me dijo es que estaba totalmente loca, que no era mi responsabilidad pero, como me conocía y sabía que no iba a detenerme podía contar con ella.
Estaba decidido, el primer paso era cambiarle su apariencia, estaba segura que una vez que se viera limpio y bien vestido la imagen que él tenía de sí mismo iba a cambiar y ese cambio iría directamente a su estima.
Dos de nuestros mejores amigos se ofrecieron a ayudar. Aunque no lo crean cuando organizamos una fiesta somos como veinte, pero en este caso solo fuimos cuatro. Conseguimos algo de ropa, zapatillas y todo lo necesario para la tarea.
No fue fácil convencer al hombre y hasta que no estuvo desnudo en la bañera no creímos que nos permitiera ayudarlo. Descubrimos que su nombre era Lucas y tenía unos treinta y tantos años.
Cuando todo estuvo hecho lo llevamos hasta el espejo de la sala para que pudiera verse de cuerpo entero. Su emoción fue tal que rompió a llorar como un niño, de la misma manera que lloramos todos nosotros.
De este suceso hace más de tres años y hoy estamos los cuatro junto a la Lucas y su esposa festejando que dentro de muy poco serán padres de una niña.
Él no deja de demostrarnos su agradecimiento cada vez que nos encontramos, pero la verdad es que fue mucho más lo que Lucas hizo por nosotros al permitirnos ayudarle. Hoy somos compañeros de viaje, este corto viaje que llamamos vida.
Todos se preguntaran que paso con la paloma. Bueno, les cuento que gracias a los cuidados de Lucas su ala se curó y hoy tiene jaula nueva en el patio de la casa de su familia, pero la puerta permanece siempre abierta.