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El zoológico - por Light Chocapic

La jaula del mono estaba habitada por unos 5 animales, pero hubo uno que me llamo en especial la atención. El mono más pequeño me miraba con una cara de tristeza la cual yo sería absolutamente incapaz de describir, pero al mirar a mi lado para compartir el asombro con mis compañeros, vi que ninguno miraba a esos animales encarcelados como yo lo hacía, ahí me empecé a dar cuenta de mi empatía hacía los animales.
Todos los chicos de mi edad chillaban al pobre animal que hiciese las típicas cosas que hacían los monos, pero él solo me miraba con esa cara melancólica. Me gustaría decir que hablé con la que en ese tiempo era mi profesora, y le exigí que hablase con el director del zoo y dejase libre al mono, pero solo cabe decir que yo era un niño pequeño, de no más de 8 años, y aunque no me olvidase de la cara triste del mono, no hice nada para exigir su libertad.
En la siguiente paradita no había animales, sinó un cartel en el que había una llama con un sombrero mejicano y unas letras que mi vista no llegaba a alcanzar (pero tranquilos, meses más tarde informé a mi madre sobre el no ver bien y ya me gané el que es hoy en día mi gran apodo).
Años más tarde de todo eso, volví al zoológico, a ese mismo zoológico, y vi la realidad que no vi cuando fui un niño; No solo el mono estaba triste, estaban sin vitalidad cada uno de los animales de esa prisión, pero también me di cuenta de una cosa, y era que los niños no se daban cuenta de que no estaban visitando un zoológico, sinó que estaban visitando a unos seres vivos que habían sido sacados de su habitad para ser puestos ahí, y esos niños, ellos, estaban felices haciéndose fotos con sus teléfonos móviles, estaban riendo, cantando, saludando y disfrutando, mientras que a escasos metros de ellos, había quienes estaban llorando e intentando comprender el porque de la suprimición de su libertad.

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