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El ave que ya no quería volar - por Beta Vera

Se sentó frente al lienzo y lo contempló blanco de algo parecido al susto. Experimentados pinceles descansaban de un lado en muchos vasos con disolventes y del otro, pomos de óleos esperando fusionarse para protagonizar alguna obra maestra este día. Pero tan vibrantes colores no saben que este día no es el indicado para crear. Este es el día de la laguna mental, ese hoyo de apariencia infinita y feroz que devora la chispa que electrificó siempre su cuerpo y mente. Chispa que lo movía con constancia a robar fecha de caducidad al atardecer que se marchaba a dormir, cruzando el ventanal en el lado izquierdo de la habitación.

-Hoy no es día para pintar- dijo al arrojar su pincel contra la pared y ponerse de pie y en marcha a desbloquearse, dejando a la brocha manchada de pintura retozar en compañía de su otra mitad en el piso.

Caminó hasta el perchero donde tras tomar su sombrero y cargar a Margarita, cerró la puerta tras él. Cada vez que el cerebro, la creatividad y el talento se le hacían un nudo común en el estómago, él perdía la paciencia, y no encontraba mejor forma de lidiar con ese molesto e incómodo estado, más que saliendo a dar largo paseos por la ciudad de barcos pesqueros y balsas turísticas en la que tanto le gustaba vivir. Caminaba por horas admirando y complaciendo su ojos con las curvas genuinas de cada vuelta que danzaban las nubes en los reflectantes edificios de cristal, guardándolo todo en su memoria. Así llegaba siempre hasta la playa, y se sentaba en la arena, a tranquilizar su frustración creativa con el suave mecer de las canoas, que parecían manchas de varios colores en lo azul del agua y que avanzaban a medida que el atardecer caía.

– Mira aquel pintarrajo rojizo Margarita, lo ves?, resalta entre los manchones más pequeños- decía al momento de señalar la lejanía y sonreír vacíamente. Silencio extendido.
-Estoy preocupado sabes?, no sé que dirá Rubén de los cuadros que le envíe la semana anterior…- mirada perdida en el mar- siento que los pinté con tonos apagados y tristes, con colores solitarios y dolidos Margarita… Sabe él cuanto odio que mi estado de ánimo influya en lo que pinto, y que así permanezcan mis pinturas sin decir nada en toda su vida. Otro silencio extendido.
-Siento que los colores se me están acabando, y por eso quiero que tu sigas siendo para alguien más, los mil colores que nunca fui para nadie. Sé libre y vive tu vida Margarita mía.

Kilómetros y horas caminadas atrás, el teléfono sonaba. Sonaba varias veces y hacía ya varias horas. Pero instantes atrás ya era tarde. su respiración, sus latidos y su perseverante corazón habían muerto.

Vecinos y extraños lo encontraron sentado donde siempre. Pasos después, su sombrero bailaba con la brisa del océano, tomado de mano de los colores y las pintorescas escenas citadinas, que encontraron un escondrijo para escapar de su mente, cuando el dolor en el pecho lo asaltó y cambió todos los tonos del atardecer a negro. También junto a él y muy cerca, encontraron a Margarita, quién lo observaba todo atentamente desde su jaula abierta.

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3 comentarios

  1. 1. Adella Brac dice:

    Me gusta el lirismo de la narración y la forma en la que el protagonista ve la vida, como si todo fuese un cuadro.
    ¡Buen trabajo! 😉

    Escrito el 30 enero 2015 a las 12:06
  2. 2. DreamxAlchemsit dice:

    Me gustó mucho el vocabulario y las figuras literarias que usaste, me sentí en la piel del protagonista. Quizá me hubiese gustado que hubiera algún motivo para la muerte del protagonista, lo único que se me ocurre es que murió de vejez. ¡Muy buen relato! 😀

    Escrito el 30 enero 2015 a las 23:05
  3. 3. beba dice:

    Me gustó mucho este cuento; en particular, su emotividad, y la forma en que la expresas: como fatalista.
    Te señalaría que revises los tiempos verbales del 1° párrafo, en que introduces de golpe el tiempo presente y varios gerundios, cuando venías y terminaste en pretérito.
    También me parece que mediante puntuación correcta puedes desenredar el mismo párrafo, que aparece medio confuso entre “Pero tan vibrantes colores… y … en el lado izquierdo de la habitación”
    Suerte con el pulido. Es un buen cuento.

    Escrito el 10 febrero 2015 a las 03:52

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