Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Confesión - por Ana

Web: https://unlibroyuncappuccino.wordpress.com/

Armando había decidido hablar con sus padres esa misma noche de una vez por todas y con ese propósito iba a cenar con ellos. Se lo había prometido a Víctor y estaba cansado de fingir. Hablaron por teléfono antes de la cena y Víctor le infundió ánimos.

Desde muy joven supo que no era como el resto de los chicos. Trató de ignorar el hecho de que no se le iban los ojos detrás de las faldas, pero no lograba evitar la desazón que le producía ver que los pechos saltarines de la clase de educación física que tanto alteraban a sus compañeros, a él le dejaban frío.

Vivió esa época de angustia e incertidumbre sin confiarse a nadie. Cuando sus amigos empezaron a tener sus primeros escarceos amorosos, se sintió solo y diferente y temió ser descubierto por ser el único del grupo que no presumía de semejantes aventuras. Sin embargo, sus compañeros achacaban su escaso éxito con las chicas a su físico desgarbado de facciones insulsas, que inspiraba más compasión que sospechas.

Alguna vez fantaseó con algún compañero en la universidad, pero aquellos pensamientos le hacían sentir tan culpable, que los reprimía tan pronto se daba cuenta de que se estaba dejando llevar. Con el tiempo aprendió a dominarse y convirtió la represión de sus instintos en su estilo de vida. No lo encontró tan difícil; al fin y al cabo no era un hombre de pasiones. Hasta que conoció a Víctor.

Víctor le ayudó a descubrir quién era, a aceptarse y a despachar de una patada a la culpa y la vergüenza, hasta convertirse en alguien que nunca soñó con llegar a ser. Un buen día todo estaba en su sitio y los tiempos del chico desgarbado e inseguro parecían tan lejanos que a veces era como si aquel muchacho no hubiera existido nunca.

Su única asignatura pendiente era contárselo a sus padres. Quería hacerles partícipes de su vida, pero sabía que la verdad les haría daño. Eran muy conservadores y durante años sintió que no había ninguna necesidad de herirles, pero desde que su relación con Víctor se consolidó, necesitaba que supieran cómo vivía y esperaba que fueran capaces de comprenderlo, o al menos de respetarlo. Pero cada vez que planeaba hablar con ellos, ocurría algo que arruinaba la ocasión y el poco valor que había reunido se evaporaba y posponía el momento hasta un próximo encuentro.

Cuando llegó la puerta estaba abierta y desde la cocina llegaba el olor de la cena. Le extrañó no ver el sombrero ni el abrigo de su padre en el perchero. Su madre salió a recibirlo con el delantal puesto, le dijo que su padre había tenido que ir a sustituir a un compañero enfermo del turno de noche en el hospital y le pidió que le echara una mano con la cena. Charlaron y rieron mientras terminaban de preparar la ensalada y, aunque decepcionado por la ausencia de su padre, Armando decidió que hablaría con su madre de todos modos.

Se sentaron a la mesa y vieron juntos las noticias en la tele. Su madre no se perdía jamás el telediario porque había que estar informados, decía. Acabaron de cenar y ella cogió el mando de la tele para buscar alguna película. Le gustaba sentarse en el sofá con su hijo y ver juntos alguna comedia previsible y pastelosa. Armando se puso tenso, había llegado el momento.

—Mamá… —comenzó con un hilo de voz.

De pronto la pantalla del televisor se llenó de gente bailando en un club al ritmo de una música estridente. Bailaban mientras desfilaban por una pasarela. Había travestis, mujeres medio desnudas, hombres amanerados vestidos de cuero y un público entusiasmado que bailaba y los jaleaba.

—Otra vez la película esta de la jaula de las locas, ¡qué asco de maricones!—dijo ella con rabia, y cambió de canal con brusquedad.

Armando se quedó paralizado. Nunca había oído a su madre decir algo así y se le rompió el corazón.

—Mamá —acertó a decir, tratando de ocultar su turbación—, verás… hoy no puedo quedarme a ver una peli, mañana madrugo y tengo una reunión importante. Ya vendré con más tiempo la semana que viene, no te enfadas, ¿verdad?

En la puerta se fundieron en un abrazo y se despidieron hasta la semana siguiente.

—Lo siento, mi niño, pero no podría soportar que me lo dijeras… —sollozó ella detrás de la puerta, mientras le oía bajar las escaleras con paso cansado.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

15 comentarios

  1. 1. Peter Walley dice:

    Hola Ana,

    Me encanta tu forma de redactar, elegante y poética sin llegar a resultar rebuscada en ningún momento. Creo que le viene bien para dar equilibrio a esta historia que es triste de por sí. El final me ha parecido muy bueno, cierras muy bien el círculo. Enhorabuena y sigue así.

    Escrito el 29 enero 2015 a las 19:13
  2. 2. José Torma dice:

    Ana… ves como no es terrible? a mi me ha parecido entrañable. No estamos para educar a nadie sino para contar historias y esta esta muy pero muy bien contada. Siento un poco de mucha pena por Armando que al final le falto el valor de ser libre. El giro de la madre me parece fabuloso.

    Muchas felicidades.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 01:16
  3. 3. Ana dice:

    Muchas gracias, chicos. La verdad es que este mes no estoy nada satisfecha con el resultado, pero bueno, estas cosas pasan.

    Os agradezco los ánimos! 🙂

    Escrito el 30 enero 2015 a las 10:53
  4. 4. Miranda dice:

    Ana, no te quejes del resultado, porque no tienes ningún motivo. Has reflejado y transmitido perfectamente, algo que cualquiera con más de cuarenta años, va a identificar en si mismo o en personas cercanas. La represión de los sentimientos, era algo con lo que se vivia, de forma casi natural, en unos tiempos en los que el refran “la casa que se queme, pero el humo que no salga” era la tonica general. Guardar las apariencias para ser socialmente correcto era la marca de una generación. Has hecho un personaje creible y además has salido del atolladero con un quiebro final muy inteligente. Me ha gustado mucho.
    Confia más en tí, vales mucho, Torbellina.

    Escrito el 30 enero 2015 a las 14:50
  5. 5. Ana dice:

    Gracias, Miranda! 🙂

    Escrito el 30 enero 2015 a las 15:19
  6. 6. Margarita Alcázar dice:

    Hola Ana. Me ha gustado mucho tu historia. Creo que has sabido transmitir los sentimientos de una persona en una situación similar. Di un respingo cuando la madre de Armando suelta ese comentario tan hiriente. Qué pena sentí.

    Estaré atenta para leerte en los próximos meses. ¡Saludos!

    Escrito el 30 enero 2015 a las 21:44
  7. 7. Ana dice:

    Muchas gracias, Margarita. Yo también me imagino la cara del pobre Armando cuando su madre dice eso…

    Escrito el 31 enero 2015 a las 00:52
  8. 8. Juana Medina dice:

    Fuertísimo! ¿En cuántas situaciones las personas arman actuaciones para no oír lo que ya saben y les duele demasiado? Me pareció excelente y muy bien escrito. Estoy llegando tarde porque somos mucho, pero no quería dejar de leerte. Saludos.

    Escrito el 31 enero 2015 a las 21:34
  9. Me ha encantado, lo nuestro si que ha sido tratar el mismo tema desde puntos diferentes. La visión tan cerrada de la madre, que aun sabiéndolo antepone sus prejuicios a la felicidad de su hijo. Muy bien tratado. Felicidades!

    Escrito el 1 febrero 2015 a las 13:48
  10. 10. David Rubio dice:

    Hola Ana. Me parece que es el primer relato tuyo que leo. Abordas un tema que, afortunadamente, ya no resulta tan escandaloso como en otros tiempos. Sobre todo, me ha gustado mucho el final. El comienzo, hasta la llegada de Armando a su casa, es un tanto cliché, la típica historia de un homosexual hablando de los sinsabores que su condición le deparó en la infancia. Sin embargo, a partir de ahí, consigues elevar, en mucho, el relato. Me esperaba una aceptación de sus padres y un final feliz. Pero has sido mucho más inteligente y has conseguido mostrar que el tema tiene más trabas y complejidades que eso. Brillante esa parte. Como sugerencia, prueba a cambiar la estructura. No expliques como ha sido la vida de Armando, muéstralo. Por ejemplo, comienza el relato con él y su madre preparando la cena, crea un diálogo donde poco a poco se vaya desvelando la condición y el propósito de Armando, que veamos cómo es la madre, no digas que es conservadora, muéstralo. Crea un juego con el lector que poco a poco va descubriendo a Armando y al ver como es la madre sufra por como aceptará la revelación de su hijo.
    Ha sido un gusto leerte y conocerte.
    Un abrazo

    Escrito el 1 febrero 2015 a las 20:40
  11. 11. Ana dice:

    Hola David,

    Muchísimas gacias por tu crítica, con la que estoy de acuerdo al 100%. Ya comenté que no estoy satisfecha con este relato y de hecho no lo he subido a mi blog. Tus sugerencias son excelentes y tal vez pruebe a reescribirlo siguiendo tus consejos.

    Muchas gracias!

    Escrito el 1 febrero 2015 a las 21:50
  12. 12. Auora Losa dice:

    Terrible que, al final, la madre sea tan cerradita.

    Escrito el 2 febrero 2015 a las 11:51
  13. 13. Mj dice:

    Hola Ana, yo he sido una de tus comentaristas, y me gustó tu forma de escribir, si dices que no estás muy contenta como te ha quedado, yo no he leído nada anterior tuyo para comparar, pero sé que este está muy bien concluido.
    Un saludo

    Escrito el 2 febrero 2015 a las 20:44
  14. 14. Maureen dice:

    El final es tremendo. Pensaba que iba a tener un final feliz, (no sé por qué, tal vez porque no concibo que una persona pueda no tolerar lo que son sus hijos) y esa vuelta con la película me ha impactado y me ha parecido brutal.

    Un relato estupendo, enhorabuena.

    Escrito el 3 febrero 2015 a las 14:43
  15. 15. Paola dice:

    Buen,o Ana ¡No sé porqué dices que no estás contenta con el resultado! A mi me ha parecido una historia muy bien relatada, clara, un echo real y cotidiano expuesto sin decantarte por ninguno de los lados para dejar reflexionar libremente al lector dando incluso la oportunidad de entender a la madre. Todos tenemos derecho a nuestras ideas (aunque sean equivocadas).

    El sufrimiento del chico queda muy claro sobre todo porque entiende que jamás podrá contar con sus padres en ese tema.

    Está escrito de manera muy correcta. No te equivocas en los diálogos como hago yo.

    En lo demás me parece que David te da un buen consejo.

    Enhorabuena

    Escrito el 5 febrero 2015 a las 16:05

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.