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La noche - por Tilly

La noche

El ritmo de los ronquidos acompaña el sonido de mi angustia.
Duerme y ronca, relajado a mi lado en posición fetal, yo no puedo. Enciendo la radio, ni se inmuta, solo hablan de deportes, algo es algo, por lo menos oigo voces.
Doblo las rodillas lentamente, primero la izquierda y luego la derecha,al segundo las extiendo y percibo el tacto fresco del algodón bajo las piernas. ¿Donde estará? ¿Por qué no llama?
Enciendo el móvil y miro la hora, las dos, no es tan tarde, se habrá quedado con algún amigo para la ultima copa.
Los ojos se cierran despacio, necesitan oscuridad y silencio, los músculos palpebrales no lo permiten del todo, intento relajar las manos y los brazos y me quedo inmóvil aunque la postura forzada no me ayuda.
Desde la calle sube el ruido de la gente borracha, llega directamente hacia el centro del cerebro, aparta cualquier sensación positiva y me inunda de tristeza.
No ha llamado, cuando pasa esto es que se siente en dificultad, es una huida hacia adelante, hacia el abismo del despropósito.
Él se da la vuelta, su boca se acerca a mi oído, le pego una patada, ni se entera, para un segundo, y vuelve a la carga. En la radio hablan de fenómenos paranormales, tendría que haberme tomado un tranquilizante. De jóvenes hacíamos lo mismo, ¿de qué me quejo?
No logro acostumbrarme a estas esperas. ¿Y si le han robado?
Seguro que está en un portal o en la calle con una paliza encima. He visto demasiadas películas, mejor me levanto a beber un poco de agua y así pasa el tiempo. Leí una vez que hay que aprovechar y andar a oscuras para protegerse del Alzheimer, lo hago, tropiezo con la banqueta y me caigo al suelo. Aquí me quedo un rato largo.
¡Que envidia!, el otro sigue sin despertarse a pesar del ruido. Necesito que alguien me levante y me ayude, necesito cariño y protección, volver a los brazos de mi madre.
El auto compasión no me sienta bien, tengo arcadas, decido levantarme, ya soy mayor, basta de tonterías, voy a la cocina a beber agua. Me siento y miro el reloj, las tres. ¿Que hago? No puedo concentrarme, leer, encender el ordenador. Vuelvo a la cama y me tumbo. Recupero la misma postura.
La vecina de arriba acaba de volver, noto las patas de su perrito y los tacones, ¿es tan difícil poner un trozo de moqueta? Por dios, cuando acabará esta tortura.
Por fin el se despierta, bendita próstata— ¿No duermes? ¿Ha llegado?
—No, ni llama ni viene.
—Quédate tranquila, si pasa algo malo lo sabremos.
—Ya, es que no quiero que pase nada malo.
La psicóloga dijo que hay que pensar en positivo, parece fácil cuando no es tu problema.
Cojo otra almohada y me incorporo, seguramente podré respirar mejor, me concentro en la melodía que están transmitiendo, dejo que penetre en mi cerebro.
No podré dormir, sí controlar mis miedos. El dolor es luchador, te noquea, te busca por todas partes, si lo dejas un segundo abandonado, reclama en seguida tu atención. La angustia no te deja, se pega como un caramelo en el paladar, un caramelo amargo.
Son las cinco, me siento pesada, no quiero luchar, que pase lo que tenga que pasar, solo quiero descansar, noto que me estoy durmiendo.

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2 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Me ha gustado tu historia: tema y construcción (tal vez, menos comas y más punto y comas); impagable el retrato del “bello durmiente” con su próstata y sus ronquidos.¿Cómo hiciste para fotografiarme mientras espero el regreso de nis hijos? Ja, ja, ja.
    Y esta otra reflexión, genial:El dolor es luchador, te noquea, te busca por todas partes, si lo dejas un segundo abandonado, reclama en seguida tu atención.
    Saludos, y adelante.

    Escrito el 28 marzo 2015 a las 20:25
  2. La descripción es muy detallada y casi sientes el agobio mientras el otro duerme, esa preocupación que se va acumulando y todo lo que ocurre en la oscuridad, como los miedos se hacen enormes.
    Muy bien descrito.
    Saludos

    Escrito el 30 marzo 2015 a las 20:21

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