Eternidad - por Söki

En la radio unos hombres discuten sobre el último escándalo de corrupción. Cacarean como gallinas cluecas, sin respetar turnos ni opiniones. Parecen no darse cuenta de que es imposible que alguien les entienda. O puede que simplemente no les importe.
Las agujas de tejer producen sonidos metálicos, acompañados por el roce de los puntos de lana. Un ritmo constante que sólo cesa cuando ella, intuyo, necesita ir al servicio o descansar la fatigada vista. Un ritmo que me acompaña durante las horas más largas.
En el pasillo resuenan ecos de voces lejanas. Algunas conocidas y otras nuevas. Voces que se irán igual que otras llegan. Voces que se mezclan con los contertulios de la radio, que ahora centran su atención en un ministro adúltero.
Unos zuecos, con su inconfundible sonido amortizado, indican que se acerca la enfermera. Las agujas se detienen y quien las maneja comienza a conversar alegremente con ella. Qué tal va todo, cómo están sus nietos, la receta del pastel de calabaza me salió divina. Conversaciones naturales entre quienes se conocen de hace tiempo.
Parece que empieza a llover. El goteo del suero se confunde con el sonido de la lluvia. Un goteo lento y pesado. Lento como las horas. La radio indica que son las ocho. La enfermera se despide; sabe que comienza su programa favorito. El mismo todos los días desde hace dos años.
Los mismos dos años que llevo intentando hacerles ver que ya he despertado.