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UNA LIMPIEZA DE CAJONES - por PABLO YEBES

El mes pasado murió la madre de Carmen y unos días después fuimos con mis cuñados a vaciar su casa. Encontramos montones de cosas añejas, ropa vieja y trastos rotos que deberían haberse tirado mucho tiempo atrás. Sentí una mezcla de sensaciones desagradables que quiero ahorrar a los que me sobrevivan. Por eso, hoy que tengo tiempo, me he puesto a hacer limpieza de cajones.
Asombra la cantidad de inutilidades que podemos almacenar. En el segundo cajón de la cómoda, junto a un llavero publicitario, gomas de borrar pasadas, bolígrafos con la tinta seca, recibos de hace décadas, una baraja erótica en blanco y negro y felicitaciones navideñas, he encontrado dos fotografías de mis amigos del instituto.
En la grande posamos el equipo de futbol de bachillerato. Chavales de quince y dieciséis años que invertíamos las mañanas de los sábados en practicar un juego que no dominábamos. Los otros colegios esperaban ansiosos enfrentarse con nosotros porque sabían que su victoria era segura. Incluso el público, nuestros propios padres, hacía apuestas sobre los goles que nos iban a marcar.
En la otra foto sólo somos cuatro, los íntimos; y con el que hizo la foto, cinco. Otra prueba de que los amigos de verdad se cuentan con los dedos de una mano. Entonces creíamos que no nos íbamos a separar nunca. Llegábamos a imaginar tener los hijos a la vez para que ellos también formaran su panda, la segunda generación; incluso nos gustaba pensar que nuestros hijos e hijas podrían casarse entre ellos.
Pasábamos las horas fabulando, y el tema estrella era el sexo. Pero el paso a la acción lo teníamos difícil, la enseñanza entonces no era mixta y lo más parecido a una chica que había en nuestro mundo era la profesora de Biología, que nos tenía a todos como locos.
Así que, de momento, practicábamos los placeres solitarios. Estoy seguro de que, si los del equipo hubiéramos reunidos el producto de nuestras manipulaciones durante esos años, podríamos haber llenado una piscina de tamaño medio.
Una vez alguien comentó que el goce aumentaba si se hacía metido en la bañera con agua tibia y con el chorro de la ducha masajeando alrededor del esfínter. Al día siguiente Parra nos contó que era cierto; había quitado la alcachofa de la ducha para aumentar la presión y, cuando estaba llegando al séptimo cielo, sin darse cuenta, se puso a jadear; su madre le oyó y le cortó el rollo cuando empezó a golpear la puerta preguntando si le pasaba algo.
Montes le dijo que la solución era fácil, no tenía más que llevarse una radio al baño y poner una emisora, mejor si era musical, que cubriera los sonidos comprometedores.
En la siguiente ducha Parra se llevó al baño la radio que su padre tenía en la mesilla. Era algo más grande que un ladrillo y aunque podía funcionar a pilas no las tenía. El cable era corto y sólo llegaba hasta el lavabo pero, qué más daba, el caso era que su madre no le oyera. Buscó “Los cuarenta principales”, estaban poniendo una canción que le gustaba y pensó que con un alargador podría escucharla mejor. Quitó las esponjas del rincón de la bañera y colocó allí el transistor, se metió en el agua, quitó la alcachofa y empezó la ceremonia. Cambió el estilo de la música, a la vez que Mari Trini entonaba aquello de “yo no soy esa que tú te imaginas…” su pie tiró del cable e hizo caer la radio al agua. La luz fluctuó durante unos segundos hasta que saltaron los plomos.
Cuando su madre entró en el baño se lo encontró retorcido e inconsciente bajo el agua. No respiraba, intentó sacarle pero no pudo; cerró el grifo, quitó el tapón y, mientras se vaciaba la bañera, bajó las escaleras dando voces hasta el primero, donde vivía un practicante. Con masaje cardiaco y respiración boca a boca consiguieron reanimarle.
La electrocución le afectó a casi todos los órganos. Creo que ni siquiera nos reconocía cuando íbamos a verle y le sacábamos a pasear. En la foto pequeña se le ve con el aspecto que tuvo hasta que murió ocho meses más tarde: cabeza inclinada, boca torcida, articulaciones crispadas… y atado a la silla de ruedas con correas en el pecho y las extremidades.
He tirado todo lo del cajón a la basura. Menos la baraja erótica.

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6 comentarios

  1. 1. Fabián dice:

    Muy buenas Pablo Yebes

    Comentaré en partes, primero la forma y luego el contenido.

    Estaba esperando que se explicase el motivo de la muerte de su suegra, y acabe partiéndome con el final.

    •Forma

    Me suele pasar que cuando veo un texto o relato sin sangría o separación de párrafos me entra una pereza inicial, da la sensación de ser denso. Aquí en literautas la sangría no sale (ya lo probé), intenta separar mas en párrafos para que no parezca un muro de letras y evitar dar esa sensación.

    Por lo demás vi una buena sintaxis y utilización del lenguaje.

    •Contenido

    Me gusta la pizca de humor ácido que tiene el narrador, como cuenta el accidente de su amigo como si fuese una anécdota graciosa, es la risa jajaja.

    Poca cosa tengo para añadir aquí de manera constructiva. Quizás reducir un poco la introducción pero no estoy seguro de si el relato ganaría con eso, o si perdería.

    Buen trabajo compañero

    Escrito el 28 marzo 2015 a las 20:05
  2. 2. beba dice:

    Hola: Es un cuento muy bien narrado; pero me parece que la estrella es el aspirante a sibarita reducido a la idiotez por la descarga eléctrica. Y todo lo de la suegra muerta, los cajones y la baraja erótica, se siente como despegado de aquel episodio central y puntual.Pero serviría para otro relato que se dirija a otro argumento.
    Saludos.

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 00:08
  3. 3. Pikadili dice:

    Quizás podrías darle algún papel a esos elementos que parece que abultan o que parecen despegadas, como han dicho arriba. Pero está muy bien contado, es muy divertido y ameno. Buena narración. Quizás como te dice Fabián, podrías hacer alguna separación más en parrafos, con algún espaciado, distinguiendo las partes del relato aún más. Pero está bien estructurado. Un saludo y buen trabajo!

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 13:10
  4. 4. Lagartija dice:

    Hola Pablo, yo fui una de tus comentaristas. No sabía muy bien la dinámica del taller (es la primera vez que comento) y no tenía claro si llegaría a saber quién era el autor, me alegro por tanto de verlo aquí publicado y ponerte un nombre. Como ya te dije en el comentario, me ha gustado mucho este relato, no creo que le sobre nada, la introducción y el desenlace es una genial forma de presentar el desapego de tan potente recuerdo. Si te apetece pasarte por el mío, te estaré muy agradecida, es el #158. Un saludo y nos leemos!

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 18:44
  5. 5. Ángel Gabriel dice:

    Aunque a mi me confundió un poco el principio porque no encuentro la relación con el tema central, me gusto el párrafo final, y la historia es muy real porque ese tipo de accidentes han sucedido, y gente a muerto por llear una radio al baño. ¡¡¡¡¡FELICITACIONES!!!!!!!!!

    Escrito el 2 abril 2015 a las 01:35
  6. 6. KMarce dice:

    Saludos, solo he leído la palabra radio+tina= muerte segura. me alegré que sobreviviera, pena que solo ocho meses y como vegetal.
    Yo no tengo queja en cuanto al inicio de la historia, me parece que todo es una cadena de suscesos que uno conlleva al otro. Un susceso de una muerte, una acción de consecuencia que te hace volverte a ti mismo, me ha gustado porque solemos empezar una plática de algo y terminamos hablando de otra cosa.

    Te diré que escribo párrafos enormes, y los prefiero a esos muchos puntos y separados; pero a algunas personas no les gustan. En un relato corto, quizá sea conveniente usar al menos un espacio líneado entre bloque y otro, también como separador de ideas o conceptos. Yo estoy aprendiendo también esto, porque es muy manía mía mantener un bloque enorme, quizá menos obvio con diálogos, pero a pura narrativa si puede cansar o asustar.

    Por lo demás, no hay observaciones de gran importancia.
    Nos leemos.

    Escrito el 2 abril 2015 a las 21:21

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