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De nuevo, escuchando el serial - por María M. Gras

Aquel sábado me desperté sobresaltada, alguien en la planta de abajo había encendido la radio y había destrozado mi plácido sueño. Intenté remolonear un poco en la cama, estirar el edredón hasta que cubrirme entera, quizá ocultándome así confiaba que dejaría de escuchar la radio y podría seguir durmiendo. Imposible. El volumen estaba demasiado alto como para esconderme de él. “Pero… ¡si todavía no ha amanecido!… ¡¿a quién se le ocurre encender la radio a estas horas?!¿No tendrá otra cosa mejor que hacer?“ Pensé mientras me levantaba y veía a través de la ventana que todavía era noche cerrada. Pero ya era imposible quedarme en la habitación, así que decidí ir a comprobar quien había osado interrumpir mi sueño. Como pude, me puse sobre el camisón una bata de franela que mi madre me había regalado las navidades pasadas, me sentía pesada, me costaba levantar los brazos…”que raro”, pensé, quizá había cenado demasiado la noche anterior. Conseguí no sin dificultades abrir la puerta y lo que desde mi habitación solo era un ruido infernal, se convirtió en algo más nítido, ya podía identificar lo que sea quien fuere que había encendido la radio, estaba escuchando.

-Doctor…doctor – hablaba una mujer con tono apesadumbrado
-Dígame María –contestaba un hombre con tono consolador
-No creo que pueda…es tan difícil para una madre…quedé sola con el hijo que esperaba, mi marido, mi marido murió… ¿Doctor, que puedo hacer ahora? ¡No permita que mi hijo vaya a la inclusa!
-Calle, no se fatigue…
-Pero… ¿y no podría buscar un hogar para él?…seguro que algún matrimonio que no puede tener hijos, desearía tener al mío con ellos…

El volumen estaba lo suficientemente alto como para lograr escuchar con total claridad, sin necesidad de bajar las escaleras que llevaban a la primera planta. “Ahora entiendo”, pensé, “seguro que será mi madre o mis hermanas que no pueden vivir sin escuchar los seriales radiofónicos”. Siempre me había parecido una pérdida de tiempo, solo contaban dramas, tristezas y yo deseaba jugar y me molestaba que ellas interrumpieran todo lo que estuvieran haciendo cuando comenzaba cada capítulo diario en la radio. No era justo, nadie me hacía caso, parecía que el serial era mucho más importante que yo. Desde mi enfado decidí que no, que aquel día iba a ser yo lo más importante. Quise bajar corriendo las escaleras, pero de nuevo me sentía muy torpe, las piernas no me respondían y caí escaleras abajo dándome un buen golpe. Tardé unos segundos en recuperar la consciencia y escuché varias voces a mí alrededor.

-¡María! ¡María! ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?
-Hermana Josefina, yo creo que no le ha pasado nada, tranquilícese.

A la confusión del golpe, se unió el susto de ver a esas dos monjas moviéndose a mi alrededor.”¡¿Qué hacen dos monjas en mi casa?!”, pensé. Todavía no había recuperado del todo la consciencia. Solo logré articular algunas palabras.

-Quería…iba a buscar a mi madre y mi hermana…mmmhhh…han encendido la radio y me han despertado…pero…pero… ¿Quién son ustedes? ¿Y qué hacen en mi casa?… ¡Tengo que bajar para decirle a mi madre que deje de escuchar el serial y que juegue conmigo!

Tras decir esto, debí perder la consciencia de nuevo y solo recuerdo como esas dos mujeres me cogían de los brazos, me obligaron a beber un vaso de agua y me pusieron en la lengua una pastilla para que la tragara.

-Pobre María –dijo abrumada la Hermana Josefina, directora de la inclusa- Todavía no ha superado que fuera abandonada. No todas las mujeres son suficientemente honrosas para actuar como madres. Me preocupa la inconsciencia de muchas mujeres de hoy en día.
-Es difícil que estas niñas superen vivir sin sus madres –le contestó la hermana Isabel.

-Estamos aquí para cuidar de ellas, hermana, pero el caso de María es especialmente grave. Usted lleva en esta inclusa solo una semana y es la primera vez que la ve en ese estado, pero le ocurre con demasiada frecuencia. Ya fue hace un año cuando su madre nos la trajo y al menos una vez al mes, se despierta soñando que escucha el mismo fragmento de ese serial. Contacté con su madre, por si ella sabía que la niña sufría ese trastorno y apenas aceptó hablar conmigo unos minutos, contestándome que es ese fragmento el que escuchaba en su casa cuando fueron a buscarla y forzada tuvo que sacar a la niña corriendo de su casa y dejarla aquí con nosotras.

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1 comentario

  1. 1. Leonardo Ossa dice:

    María M, será interesante saber que va a pasar con la niña en el futuro. Esperemos que en el próximo ejercicio de “Móntame una escena” des continuidad al relato.
    un saludo.

    Escrito el 1 abril 2015 a las 04:47

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