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Cosa de magia - por Rubiales

COSA DE MAGIA

Salió por fin don Quijote de la cueva de Montesinos, muy alterado por cuanto había visto y oído allá abajo en la famosa gruta que está en el corazón de la Mancha, muy cerca de las no menos famosas lagunas de Ruidera.
Admirados quedaron Sancho y el hombre que los acompañaba de lo que contó don Quijote del interior de la caverna, y sobre todo de la creencia del caballero de que había estado tres días dentro de la cueva, hablando con Montesinos, cuando en realidad solo había permanecido allí una hora o poco más.
―Ha debido ser obra del mago Merlín― dijo Sancho― que lo mismo que tiene encantado a Montesinos, ha vuelto tarumba a vuestra merced y ahora no acierta a saber si estuvo en la cueva una hora o tres días.
―Así debió ser― concedió don Quijote― igual que este misterioso artilugio que me entregó el mismo Montesinos. Me dijo que apretando aquí, en semejante parte, salen ruidos de música y voces. También me contó que era un invento de los siglos venideros que se llamaría radio y con el tiempo daría mucho que hablar.
Al decir esto último, don Quijote sacó un curioso aparato que llevaba envuelto en un lienzo y lo mostró a sus acompañantes.
Aquel extraño y nunca visto objeto tenía forma rectangular y medía en su parte más larga cosa de un palmo y la mitad de ancho. A Sancho le picó la curiosidad por saber qué cosa sería aquello, y cogiendo el aparato de manos de don Alonso, oprimió en el lugar donde había dicho Montesinos que sonarían los ruidos y las voces.
Al instante se dejó oír una voz masculina de enérgica tonalidad que estaba anunciando lo que, al parecer, era un parte de guerra o algo similar: “según informan fuentes del gobierno de su católica Majestad, el rey Felipe, la expedición de castigo contra la pérfida Albión ha sido un rotundo éxito. Nuestra gloriosa escuadra, bautizada justamente “la Invencible”, ha aplastado completamente a la floja armada inglesa”.
Repuestos en parte de la sorpresa que les causó oír hablar a semejante aparatejo, pero grandemente reconfortados por tan excelentes noticias, don Quijote y Sancho se despidieron del hombre que los había guiado hasta la boca de la cueva y tornaron a sus habituales andanzas por los polvorientos caminos manchegos, escuchando embelesados las voces y la música de aquel cacharro que, según Montesinos, andando el tiempo daría en llamarse radio.
En esto vieron allá a lo lejos una nube de polvo que cada vez se acercaba más a ellos.
―Tenemos compañía, señor Alonso― dijo Sancho, tratando de descubrir quiénes serían los que se acercaban. Al poco rato ya los tenían al lado suyo. Eran cuatro jinetes con aires de perdonavidas y con el atuendo característico que pregonaba su condición: gorro de paño de color azul, chaleco de piel, camisa verde y calzas de lana, y en los pies sandalias de cuero.
― ¡Alto a la Santa Hermandad!― dijo el que parecía ser el jefe, a juzgar por el pañuelo rojo que llevaba anudado a manera de brazalete en su brazo izquierdo. Y continuó:
―Esta es una comprobación rutinaria, a ver, ¿quiénes son y donde van vuestras mercedes?
Don Quijote estaba acabando de identificarse cuando uno de los cuadrilleros reparó en un sonido que salía de la alforja de Sancho.
Requerido por el jefe de la cuadrilla, Sancho no tuvo más remedio que sacar el aparato que le había regalado Montesinos a su señor, causando la estupefacción de los cuatro agentes del orden al escuchar las voces y las músicas que emitía aquella caja misteriosa.
De nada valieron las explicaciones que don Quijote dio sobre la procedencia del aparato. Creyendo que era cosa de brujería, arrestaron a los dos compañeros y los llevaron en calidad de detenidos a presencia del magistrado titular de la Audiencia, ubicada en la conocida población de Valdepeñas. El aparato hablador y musical fue requisado por la Santa Hermandad, y estuvo entreteniendo a los agentes en el cuerpo de guardia, a la espera de que viniera a interrogar a los detenidos el muy orondo don Francisco Campillo de las Morenas, a la sazón Magistrado de la Real Audiencia de Manzanares y Oidor titular de la Santa Inquisición.
El autor de esta verdadera historia no aclara en qué paró todo este asunto, pero estando también por medio la Inquisición, mucho nos tememos que los dos valientes manchegos no saldrían muy bien parados de tan extraordinario lance.

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4 comentarios

  1. 1. grace05 dice:

    ¡Que bueno tu relato!!! Me gustó mucho la inclusión de la radio en el relato quijotesco. Realmente excelente idea. Muy bien escrito. Le diste forma a dos mundos diferentes, pasado y presente entrelazado entre si. ¡Muy buen trabajo!!!
    Te invito a comentar 114

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 21:17
  2. 2. Anoide dice:

    Qué original! Como te dice Grace, has logrado unir dos épocas distintas con éxito. El lenguaje que empleas creo que es la clave del relato: casa con el de la época, te mete de lleno en lo que se narra, y además enriquece mucho la historia.

    Es también un gusto ver que no hay errores de ortografía o de gramática. Es algo a lo que, personalmente, le doy mucha importancia porque esos fallos me sacan de la historia y no termino de sentirme a gusto. Además, un relato gana muchísimo cuando está correctamente escrito.

    Un abrazo 🙂

    Escrito el 31 marzo 2015 a las 10:22
  3. 3. Maureen dice:

    Qué original, Rubiales.

    Estámuy bien escrito, además, como te ha indicado Anoide, y el lenguaje que emplean es perfecto.

    Me ha encantado, enhorabuena.

    Escrito el 31 marzo 2015 a las 21:08
  4. 4. Leonardo Ossa dice:

    Rubiales, me ha gustado tu escrito. Literalmente es ¡fabuloso!
    Sé que Cide Hamete Benengeli si lo leyera, también tendría comentarios favorables para la industria que has tenido con tu texto.
    Saludos.

    Escrito el 3 abril 2015 a las 23:38

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