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Sombrero gris - por Jenkins

El autor/a de este texto es menor de edad

Hay cosas inalterables en el tiempo, y el hombre del sombrero gris así lo dice. De poder preguntar, diría: "la noche, el amor, la mente ingenua, el odio, la radio."
Todo es muy subjetivo, pero podemos excluir lo último. Sin embargo, no hay manera de mofarse de las respuestas, pues este hombre es el único que lo puede testificar y decir con seguridad. Es el único… que ha viajado en el tiempo. Acerca de la manera en que adquirió esta fabulesca cualidad, no se hablará, y es mejor así.
Para desgracia del mundo y risa del destino, el poder del tiempo había caído en manos de un egoísta, un inconsciente, un soñador; y como ven, este podría ser todos y cada uno de los humanos. Pero no, no somos nosotros a quienes escogió. El tiempo se colocó como una delicada estela en los ojos del hombre (que para ese entonces no era el hombre de sombrero gris) y ahí se asentó como estrella en cielo.
Cuando el hombre lo descubrió, entre exclamaciones y cafés echados a perder en el mantel, sus ojos se habían separado de su mente, esta absorta en pensamientos llenos de no-puede-ser-verdades y será-realmente-posibles. Se había dejado llevar con el sol parisino que habría alumbrado hasta el rincón en el que la radio aullaba un blues. Una radio vieja, que apenas captaba la entrecortada señal de un canal en el que la fiebre del jazz seguía viva. Y al parecer del hombre (que en ese momento decisivo se caló el sombrero gris), nunca paró de sonar.
La primera, inevitable, grandiosa y catastrófica frase de aquél humano tan humano fue: "Ahora lo puedo enmendar todo."

Caminó días en su pequeño piso, acompañado por sol parisino y jazz de la radio. El hombre, encalado con sombrero gris, regía sus movimientos por los blues de Jelly Roll Morton. Su golpeteo nervioso en la mesa, su andar pausado; todos eran marcados por jazz o blues.
Viajó, por supuesto. No se puede negar que cambió mínimas cosas; pero lo más importante es decir que él cambió. Un pequeño detalle: empezó a llevar la radio consigo. Después de todo, se había hecho un verdadero fanático del jazz.
Finalmente, el día llegó; el terrible día de hacer todo mejor. Había algo que lo detenía y hacía desaparecer su contoneo rítmico con el jazz. Quería utilizar su regalo y quería usar su poder máximo para transmutar el ahora, pero no tenía cómo saber por dónde empezar. Era difícil escoger sólo un demonio del infierno cuando todos eran la misma entidad.
Comprendía que no podría erradicar el mal completamente, y había concluido que borrar algo del pasado era inservible y poco elegante. Tampoco era difícil entender que un cambio tan significativo como el que estaba a punto de hacer sólo se debiera efectuar una vez. Entonces, ¿evitar una futura guerra o impedir un acto de racismo radical? La radio que llevaba escondida en su abrigo sonaba pensativa, como lo estaba el hombre de sombrero. En un momento de epifanía, el hombre gris se levantó abruptamente de la silla. ¿Pero, cómo sabría a qué o a quién detener si todos los humanos vivían con esa maldad en sí? ¿Cómo saber si todos los presentes tenían el mismo potencial de ser un nuevo tirano? La clave, descubrió, era mirar, y fijarse en aquél ser que indiscutiblemente tuviese más inclinación a crear un desastre. La espera dio sus frutos, tras incalculables viajes, el hombre decidió.
Fue un viaje corto, en el cuál la radio en su abrigo captó la señal local por primera vez: una estación periodística. El objetivo era otro hombre de cabello negro, nariz afilada, barba corta; y estaba a treinta pasos de él.
Cuando el hombre cabello negro boqueaba por aire y se deslizaba lentamente al sueño eterno, el de sombrero gris reveló su rostro sonriente al moribundo, un último acto macabro. Mientras caminaba lejos del cadáver, la radio informó con voz gangosa el asesinato de un hombre en París…
De vuelta en su habitación, el hombre de sombrero se sienta y mira al espejo. Una risa lo recorre, al mismo tiempo que una sensación extraña. Mira al espejo y ve a un hombre que se revela tras un sombrero gris; cabello negro, nariz afilada, barba corta. El hombre más probable a crear maldad. ¿Y cómo no, con ese gran poder en manos? Poco a poco, el hombre desaparece y sólo queda un sombrero gris. Gris, no blanco ni negro; no bueno ni malo.

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3 comentarios

  1. 1. Jose M Quintero dice:

    Hola.
    Me gustó la idea central del relato, creo que la frase final esta genial.
    Muy bueno 🙂

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 22:41
  2. 2. saloco dice:

    La idea principal del relato me gusta mucho. La reflexión final tb me parece buena.
    A la hora de narrar no desarrollas los hechos los entremezclas en distintos párrafos y hace una lectura complicada.
    La palabra hombre se hace muy repetitiva a lo largo del texto.
    Usas la coma y la conjunción y todo junto.
    En algunas frases no hay concordancia, como:
    …este podría ser todos y cada uno de los humanos…,…el hombre cabello negro bloqueaba por aire….
    Me ha gustado y espero que sigas escribiendo.

    Escrito el 1 abril 2015 a las 12:07
  3. Tu relato me ha tenido leyendo hasta el final intrigada, quería saber.
    Es cierto que en algún párrafo me he sentido un poco pérdida porque como bien te decían en el anterior comentario se entremezclan hechos y complica la lectura. Estoy de acuerdo.
    Me ha gustado la idea de tu relato.
    Saludos

    Escrito el 6 abril 2015 a las 09:40

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