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Semáforos en la vida - por Leo Lecourbe

Aparté la manga por tercera vez, y vacié los pulmones contra la esfera del reloj. Hacía treinta minutos que esperaba de pie, y una vez más, el autobús me había dejado plantado. Empezaba a preocuparme seriamente porque en mi primera cita no podía permitirme el lujo de llegar tarde. No, esta vez no.

Miré a ambos lados de la carretera: nadie, nada, sólo yo. El semáforo –el único probablemente de la zona– brillaba por encima de la marquesina con una luz rojiza, intensa, de la misma tonalidad que los labios de Cristina… ¿Se habría marchado ya? La verdad es que desde el accidente, mi vida había cambiado mucho.

Me senté en la banqueta de la parada de autobús, resignado. El sol pegaba con fuerza y por un momento llegué a sentir el olor de las flores que me rodeaban. Siempre me ha gustado vivir en el campo, y andar, y correr, y hundirme entre matorrales silvestres; aunque ahora, me gusta más. De hecho, me encanta el tacto de la tierra húmeda.

De repente, el calor oscilante que emanaba del asfalto empezó a deformarse inteligentemente y una figura humana, joven y sonriente, que se me parecía, empezó a dibujarse con claridad al otro lado de la carretera. Su sonrisa se difuminó progresivamente dejando paso a un trazo opuesto, triste, mientras me hacía signos con las manos.

Me quedé un rato observándolo, hasta que el cráneo de una persona se interpuso en mi trayectoria visual cubriendo por completo la figura fantasma. Era un hombre de edad media que conducía un coche deportivo con las ventanillas abiertas y que acababa de pararse frente al semáforo en rojo. Movía la cabeza exageradamente de arriba a abajo y de abajo a arriba mientras golpeaba ritmicamente el volante con las manos. El semáforo se volvió verde y el coche arrancó con fuerza.

De regreso a casa, abatido, pasé andando por delante de mi coche. Me detuve frente a mi reflejo y desafié con firmeza mi propia mirada: ojalá pudiera volver a conducir, me dije; ojalá, tan siquiera, pudiera volver a oír.

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2 comentarios

  1. 1. grace05 dice:

    ¡Buen trabajo!!! Me gustó tu relato. Bien escrito y estructurado. una historia sencilla con un final fuerte. Sin descripciones dejando al lector indicios para que vuele su propia imaginación.
    ¡Buena historia!!!
    Te invito a comentar 114

    Escrito el 31 marzo 2015 a las 19:18
  2. 2. Leonardo Ossa dice:

    Leo Lecourbe, de todos los relatos que he venido leyendo, encuentro que el tuyo es el primero que no menciona la radio, pero evidentemente existe una radio, y como si fuera poco, también es el primero que tiene un personaje que precisamente no escucha esa radio. Tu historia me hace pensar en el grado de dificultad que se plantea para cualquier autor, si la tarea de “Móntame una escena” hubiese sido esa, escribir una historia en donde aparezca un radio sin que se le mencione, y que precisamente, el protagonista permanezca cerca de ella sin poder escucharla. ¡Felicitaciones! Me parece que hay en tu escrito un trabajo que demuestra una imaginación muy activa.
    Saludos.

    Escrito el 31 marzo 2015 a las 23:07

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