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¡Qué tarde la de aquel día! - por Mariajo

¡Qué tarde la de aquel día!

Son las 6 de la tarde y estoy llegando a casa, ¡uf!…, menos mal. Estos tacones me están matando. Todo el día con ellos desde las 8 de la mañana. Ya llego al portal. ¡Vaya, está abierto!, alguien se habrá olvidado de cerrar la puerta, claro, luego pasa lo que pasa, entra cualquiera y un día vamos a tener un disgusto. Ya tomo el ascensor. Ya estoy en el 6º. Me dirijo a mi puerta, ¡Por fin!… buscaré la llave. Nunca encuentro nada en este bolso… tendré que dar la luz…, el pasillo está oscuro. ¡La encontré! Un momento… ¿Qué es esto? Hay alguien en mi casa…, los escucho hablar, están cuchicheando pero se les oye perfectamente. A ver… ahora… cuando pego mi oído a la puerta… no se oye nada. ¡Qué curioso! Tengo miedo. ¡Dios mío!, ¿qué puedo hacer? ¿Llamar a la policía?… quizás sea lo más sensato… aquí, en el bolsillo del abrigo tengo el móvil, menos mal que lo tengo a mano y no lo guardo en el bolso.
-¡Por favor, vengan enseguida, hay alguien en mi domicilio! Yo estoy en la puerta y los escucho hablar desde fuera.
Al cabo de unos minutos ya están aquí. ¡Gracias a Dios! Dos agentes uniformados, jóvenes e intrépidos, con sendas pistolas sujetas con las dos manos, se aproximan amortiguando sus pisadas. Se acercan a la puerta…
-Yo no oigo nada, ¿Y tú?, -dice el que parece dirigir la operación.
-¿A ver…? Yo tampoco.
-¿Pero como puede ser? si yo los acabo de escuchar hace un momento, ¿permiten que me acerque?
-De acuerdo, pero con cuidado.
Me arrimo yo también a la puerta de mi casa y ahora somos tres cabezas compartiendo casi el mismo aire, conteniendo a ratos la respiración y con la oreja pegada a la madera, insólita escena, sin duda, donde las haya.
-¿No oyen? –digo apenas susurrando.
-Ahora sí –asienten los dos también en un susurro y con un gesto de cabeza.
-Apártese, señora, vamos a derribar la puerta de una patada.
De pronto todo es un estruendo. Irrumpen con precaución…, pistolas apuntando al frente, como en las películas de acción americanas… ¡Qué nervios! Yo sigo afuera, esperando. Aparentemente todo está en orden.
-Parece que aquí no hay nadie, -dice el que lleva la voz cantante.
-Pero no puede ser, yo escuché las voces, es más… todavía las escucho. Schssssss… Presten atención. Me aproximo a ellos y componemos un curioso corro. Los tres nos quedamos en silencio total un instante.
-¿No oyen como un murmullo de voces cuchicheando…?
De pronto el que dirige la operación se queda mirándome, baja la cabeza y señala al bolso que llevo colgado en bandolera a la altura de la cadera.
-¿Qué lleva usted ahí? –dice mientras guarda el arma en su funda.
Siento el rubor subir por mi rostro como un fuego hasta la raíz del pelo. Efectivamente, había averiguado la procedencia del misterioso cuchicheo. Al abrir el bolso, después de bucear entre objetos diversos como: pintalabios, monedero, chicles, agenda, pastilleros…descubro como un secreto vergonzoso, la pequeña radio de pilas que suelo utilizar en las aburridas tardes que paso sola en la oficina haciendo horas extraordinarias.
-¡Vaya, la radio!…Debió de encenderse accidentalmente cuando busqué las llaves de casa.
-Esto… yo… les pido disculpas. –Digo sin apenas atreverme a levantar la vista.
-Vámonos, -dice el jefe de la patrulla. -Falsa alarma, por fortuna.
-Otra vez, si se encuentra en alguna ocasión similar, vacíe todo el contenido de su bolso antes de llamar a la policía.

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1 comentario

  1. 1. marazul dice:

    Hola Mariajo. El ritmo de tu relato es muy bueno. Me comparo con la protagonista y la entiendo . Llevamos tantas cosas en el bolso y una vida tan ajetreada……!!! Empleas las palabras, las expresiones y los verbos correctos para causar esa sensación de estres que trasmite todo el relato. Sin embargo el final es muy predecible, bueno yo más bien pensé que la protagonista se había dejado la radio encendida en casa y me sorprendiste al comprobar que era desde el bolso, desde donde salían las voces. La forma me ha gustado, pero el contenido algo menos. Esa es mi sincera y cariñosa opinión. Nos leemos. Un abrazo

    Escrito el 30 marzo 2015 a las 21:50

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