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El Fan - por manuel pacheco rodriguez

EL FAN
Las campanadas del reloj de pared detienen los movimientos de Manolo. Con expresión de contrariedad por el olvido se acerca al radio, lo enciende, mueve el dial hasta dar con lo que busca y sube el volumen al máximo. La voz engalanada del locutor llena la habitación.
…Cecilia aprieta el pañuelito compungida y se para frente a Armando, su esposo. Tras un momento de titubeo habla.
Estoy embarazada balbucea tímida y su voz es acompañada por un suspiro. Luego intenta reír, pero sus labios le niegan la sonrisa.
Manolo regresa a su cometido, pero permanece atento, no quiere perder un detalle del capítulo. El joven sentado intenta decir algo, lo manda a callar con una mirada de enojo mientras abre la navaja.
Armando, a quien la revelación lo ha tomado de sorpresa, mantiene la vista en la foto del topless veraniego de una reconocida actriz mientras realiza un rápido cálculo donde los componentes son los días y semanas. Los grandes y apetitosos senos ante él le dificultan el cálculo. Cuando al fin finaliza baja el periódico lentamente, ceñudo, pues la noticia no cuadra, en tiempo, con la última vez que tuvieron sexo. Y al hablar sus palabras llevan el estigma de la duda.
¿Estás segura? pregunta cuando en realidad lo que ronda su mente es el cruel: ¿quién es el padre?
─¿Será hijo de puta? Se la coge y ahora pregunta quien es el padre ─rezonga Manolo encrespado y hace un movimiento involuntario con la mano. La afilada hoja se hunde en la garganta del joven sentado. Se escucha un ¡ay! seguido de un carraspeo al tiempo que la sangre comienza a salir a borbotones─. ¡Coño, no te muevas! ¡Y no digas nada! Déjame escuchar.
Cecilia levanta el artilugio del test de embarazo con manos temblorosas y se lo muestra, para a continuación arrodillarse ante él. Le toma las manos.
¿Recuerdas cuando reñimos porque no te gustó como cociné el ajiaco? Después me pediste perdón e hicimos el amor como unos recién casados. Debe haber sido esa vez.
─Claro que fue esa vez, yo también lo recuerdo. ¿Tienes algo que decir ahora chico listo? ─vocifera hacia la radio. Esta vez la punta de la filosa hoja, tras planear en el aire, se hunde en el globo ocular haciéndolo estallar. El cuerpo en la silla se revuelve en sus últimos estertores. Sin dejar de mirar hacia el aparato le sujeta fuertemente por el pelo conminándolo a tranquilizarse, por el camino le hace varios cortes en el rostro, una oreja cae al piso y la nariz queda colgando.
Armando trata de hacer memoria. De súbito echa a un lado el periódico, y levanta a la mujer con dulzura, las arrugas en su semblante son de contento. La abraza efusivamente, lo que han estado esperando durante años al fin se ha hecho realidad, y él, no se lo va a perdonar, dudó.
¡Lo siento mi amor, lo siento! Clama arrepentido mientras sus labios, una y otra vez, besan a la esposa.
─¡Cretino! Mucho arrumaco ahora, pero primero desconfiaste. ¡Ojala te hubieran puesto los cuernos! Te lo merecías ─grita y al pisar la sangre resbala. Cae de espalda sobre el otro y ambos van a dar al piso. Al tratar de ponerse en pie su mano se apoya en la boca del ya fallecido en busca de impulso y atento como está al drama no escucha el crujido de la dentadura al romperse. Suelta una maldición al lograr levantarse y de dos zancadas se pega al aparato, el final está cerca.
Cecilia lo abraza a su vez mientras su vista se clava en la foto del periódico desparramado sobre el sofá. Dentro de poco ella también las tendrá así, quizás más grandes y no gracia a la silicona, sino a la criatura en las entrañas.
Otra vez la felicidad vuelve al hogar, pero la mujer de mirada amenazante que se acerca a la puerta tiene en mente su propia agenda: acabar con esa felicidad.
Se escucha una música de fondo y el locutor pide a los radioescuchas no perderse el siguiente capítulo.
─Mierda de novela ─protesta Manolo y colérico le da un manotazo al receptor el cual se estrella contra la pared. Pedazos de plástico vuelan en todas direcciones.
Hace un ademán defensivo para cubrirse y queda de frente a la desfigurada y llena de espuma fisonomía del amigo que desde el suelo parece guiñarle un ojo. Se encoge de hombros desencantado.
─Renuncio, lo de afeitar no se me da bien.

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4 comentarios

  1. 1. Jose M Quintero dice:

    Hola Manuel.
    Que gran relato, contiene un humor negro, que te hace reir en momento que no deberías, como cuando le hunde la navaja en la garganta al estar protestando.
    Has hecho un increible uso de la radio, intercalar escenas de la radionovela con lo que está pasando es genial.
    Ademas la última frase está excelente.
    Felicitaciones. 🙂

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 22:57
  2. 2. Leonardo Ossa dice:

    Manuel, estaré atento al programa de radio que sintoniza mi barbero, no vaya a ser que sufra yo un percance parecido al narrado en tu relato.
    Un saludo.

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 23:18
  3. 3. AitorMB dice:

    No me esperaba ese final, te mantiene en suspense para averiguar que está pasando. Aunque marcaría de diferente manera el diálogo de la radio con el de la barbería.

    Escrito el 2 abril 2015 a las 08:10
  4. 4. manuel pacheco rodriguez dice:

    un poco tarde, por cuestiones de trabajo, lei los tres comentarios a mi historia. agradesco los tres, principalmente a ese/sa que me dice que debo cambiarlo “todo”. Y a veces, para los que empezamos, no es facil evitar los localismos. la parte de la radionovela la puse en cursiva, pero parece que al pasarlo a la web la perdio, si bien, en mi modesta opinion, no es dificil separarla de lo que ocurre en la “vida real”.

    Escrito el 6 abril 2015 a las 13:02

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