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La radionovela - por Mai

La radionovela
-Niña, apaga esa radio, que va leer Eloísa.
-¡Sí, claro, ahora que va a empezar la novela!
Mi abuela Eloísa era una narradora extraordinaria que adornaba con nuevos detalles cada historia propia o ajena incansablemente repetida. Era también una excelente lectora en voz alta, “de recio” como le gustaba decir a ella. Tenía en una habitación de su casa un taller de mantones de manila, donde las mujeres del pueblo, maestras y aprendizas, bordaban con hilos de seda las exquisitas prendas que luego lucirían señoras de alta sociedad y artistas en tablaos y teatros. Cuando la radio era aún un raro invento casi desconocido en el lugar, Eloísa leía de recio novelas y folletines por entregas para las bordadoras casi analfabetas. Envueltas en sus palabras, sus dedos se movían acompasados mientras urdían primorosos entramados.
Cuando años más tarde llegó la radio al puesto de honor de cada casa, las radionovelas, plagadas de amores imposibles y enredadas pasiones en las voces templadas de expertos actores y actrices, acompañadas de melodías, sonidos de puertas chirriantes, tormentas o bofetadas que se oían como si estuvieran en la habitación de al lado, fueron una dura competencia para la sosegada pasión con la que mi abuela leía a sus discípulas. Así que sus lecturas quedaron relegadas al olvido.
Pero un día la radio, un vetusto aparato que había adquirido Eloísa a un cacharrero que pasó por el pueblo entre cambalaches, ofreciendo los últimos y mágicos avances de la ciudad, se estropeó, y no hubo posibilidad ni dinero para componerla. Las jóvenes bordadoras se quedaron colgadas en el capítulo quinientos de su radionovela favorita, sin saber en qué iban a quedar los amores insensatos, los rocambolescos encuentros de hijos perdidos, las herencias no cobradas, las injurias sin venganza. Y el aparato inservible se quedó para siempre sobre la cómoda, elegante y callado, bajo un tapetito de crochet.
Eloísa, acostumbrada a no amilanarse por minucias como aquella, siguió tejiendo para las mujeres del taller la trama de la novela. En su boca fueron hilvanándose los amores y pasiones de aquella narración interrumpida, los personajes crecieron y se agigantaron, se enredaron y desenredaron hasta la locura. Y cuando, ya próximo el desenlace, las muchachas, borrachas de ficción, le rogaron que por dios no la acabara todavía, Eloísa fue narrando y narrando otros quinientos capítulos de un imposible relato bizantino, lleno de desastres y naufragios, crímenes y ternuras, como jamás en ninguna emisora radiofónica se había oído.

Mai

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4 comentarios

  1. 1. Leonardo Ossa dice:

    Mai tienes acá un entretenido relato que me hace evocar los personajes encargados de transmitir la tradición oral de algunas comunidades. La imaginación privilegiada de Eloísa, es como la que estoy necesitando yo para poder seguir participando del blog de Literautas. Leerte, es animarse a competir de forma escrita con tu personaje.
    Un saludo.

    Escrito el 30 marzo 2015 a las 02:54
  2. 2. María José Moreno dice:

    La voz de la abuela, sus consejos, sus supersticiones, su sabiduría, su inmenso cariño, su olor… Son tantas las sensaciones que me evocan este texto! Hermana, dibujas mis recuerdos con palabras cargadas de emociones. Gracias. Eres la mejor.

    Escrito el 30 marzo 2015 a las 20:26
  3. 3. Darkristal dice:

    Jajaja muy buen relato, me ha encantado la perseverancia de la abuela.
    hay quienes al verse relegados por la tecnología se echan al abandono, pero la abuela fue mas alla y aprovecho que la rigidez de la tecnología jugara a su favor, revelando su gran talento, pasión y como no, una gigantesca imaginación que deleita a quienes aun están dispuestos a escucharla.
    Muy buen relato, dale cuerda y sigue 😀

    Escrito el 6 abril 2015 a las 17:11
  4. 4. KMarce dice:

    Saludos Mai, que linda historia la que nos presentas del recuerdo de la abuela Eloisa, ¿Quién no se acordaría de su propia abuela al leerte? Mi abuela también era privilegiada para recordar épocas pasadas, contar las anécdotas políticas y la vida de personas que ni remotamente conocimos de vista, pero eran “visibles” a través de sus palabras.
    Es una escena con un estilo narrativo-testigo, por lo que me hace entender que la nieta siempre estaba ahí de testigo entre las afanadoras bordadoras, pegada a la falda de su abuelita.
    Te felicito por esta agradable narración.

    En cuanto a la forma, solo tengo tema con algunas “y” que utilizaste, muchas de las cuales pueden ser obviadas, tambien pecado mío es el uso de las comas, que hay que utilizar a discresión, no solo le darán dinamismo a la escena, sino que romperan una pausa que quizá no es necesaria.
    Debo felicitarte también por cuidar la ortográfía que es algo que siempre me hace apretar el entrecejo.
    Enhorabuena Mai, nos leemos.

    Escrito el 15 abril 2015 a las 04:10

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