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Radio Olé - por Lagartija

Nada más despertarse ya pensó que era extraño que su mujer estuviera escuchando música a esas horas y a un volumen tan alto. De hecho, era ese sonido el que le había despertado, menudo fastidio, claro que tampoco era tan temprano, las diez de la mañana según el reloj luminoso de la mesilla… ¿era sábado hoy? Una leve náusea al incorporarse le hizo situarse: era lunes, la noche anterior había tomado algo en la cena que le sentó mal y su mujer le prohibió ir a trabajar al día siguiente, tal cual lo dijo, ya lo recordaba todo: “¡Ahora mismo te quito el despertador y mañana te quedas a descansar, que para algo eres el jefe!”. Lo era, es cierto; aunque nunca lo hacía, podía quedarse cuando quisiera en casa sin tener que dar explicaciones a nadie. Así es que se vistió despacio y bajó a desayunar.
Seguía siendo raro que su mujer, sabiendo que estaba indispuesto, pusiera la música tan fuerte por la mañana, y encima esas coplas ordinarias, pero a quién se le ocurre, así que entró enérgico en la cocina en busca de explicaciones.
“¡Ay señor, qué susto me ha dado!”. La del susto no era su mujer sino Mariana, la chica de la limpieza, que tras recomponerse le explicó que su mujer se había ido a clases de spinning y después a la peluquería, como todos los lunes, y que ya no volvería hasta el mediodía, pero que ella podía prepararle el desayuno con tostadas y con unos huevos pochados como hacían en su tierra, con la yema bien jugosita, bueno eso o lo que el señor quisiera claro está.
Mariana era de Zuheros, Córdoba, más bien bajita pero bien proporcionada, con unos muslos prietos y carnosos, como croquetitas recién hechas, según su novio. La de Antonio –el señor– era la primera y única casa en la que había trabajado desde que salió de la de su madre y se vino a la ciudad, hace ya cuatro años.
Pero Antonio no quería huevos, que andaba mal del estómago, con una infusión bastaba, gracias Mariana. Ella le preparó un té de romero, ni muy frío ni muy caliente, y también una torta de arroz esponjoso para asentar el estómago que él se tomó con gusto mientras la miraba de espaldas secar la vajilla y mover sus hombros redondos al compás de la música. Le sentó de maravilla.
“Discúlpeme señor, pero qué despistada soy, yo aquí con la radio puesta, ¿le molesta? ¿la quito?”, y le miró directamente a los ojos con los suyos aceituna y un rizo negro jugeteando a un lado de la frente. A Antonio no le molestaba, para nada, y para su propia sorpresa, tampoco le disgustó que Mariana no dejara tararear todo el tiempo mientras barría, hacía la cama, limpiaba los cristales… Incluso se ofreció más tarde a ayudarle a reordenar los libros mientras ella quitaba el polvo de las estanterías y le contaba de cuando era niña y los días en el pueblo pasaban inventando canciones de gitanos que morían de amor. “Mi abuela por parte de madre era gitana, sabe usted, ella me enseñó a leer las líneas de la mano para saber cuánto de vida le queda a uno, así es que si algún día quiere saberlo, aquí me tiene” y su risa sonora, como un rasgueo limpio de guitarra, llenó los pulmones de Antonio de recuerdos alegres.
Había estado tan a gusto esa mañana que se sintió deprimido cuando llegó el mediodía y con él la vuelta a los quehaceres, reorganizar la agenda, papeleos, intercambio de palabras con su mujer, cena baja en grasas, huída a su lado de la cama…
El lunes siguiente por la mañana Antonio apagó el despertador y se quedó en la cama aferrado a su último sueño, intentando comprender en vano cómo había pasado tan rápido toda una semana –toda una vida– sin apenas darse cuenta. Y, quién sabe, quizá esta fuera la última semana que le quedaba por vivir. Cuando por fin escuchó el eco de Radio Olé traspasando la puerta de su dormitorio, decidió que en realidad hoy tampoco se encontraba muy bien, mejor no iría a trabajar.

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6 comentarios

  1. 1. Delfina dice:

    Ingenioso relato, bien contado, da sensacion de frescura y renovación, el final encantador.
    Me ha gustado.

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 00:19
  2. 2. Lagartija dice:

    Gracias Delfina por pasarte por aquí (por cierto, te he buscado en el recopilatorio para leer tu relato pero no te he encontrado ¿?) y quiero agradecer también desde aquí a los 3 comentaristas que me han tocado, me ha parecido muy buena experiencia conocer las distintas opiniones. Gracias y nos leemos!

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 19:15
  3. 3. Jose M Quintero dice:

    Hola Lagartija.
    Me gustó mucho tu relato, es sencillo, fresco y cotididiano. Con un final que te hace sonreir.
    Muy bueno, Felicitaciones 🙂

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 23:07
  4. 4. lunaclara dice:

    Uy, Lagartija, qué peligro tiene ese hombre, jeje… Y esa chica, claro está, q parece muy inocente, pero, pero…
    Tu relato esta muy bien escrito, engancha, y dan ganas de saber mas.
    Solo decirte q tienes que tener cuidado con algunas frases y ponerles las pausas q necesitan, los puntos, vamos, si no, hay frases muy largas q no se entienden bien.
    Muchas felicidades, y nos leemos!!

    Escrito el 1 abril 2015 a las 09:59
  5. 5. Leosinprisa dice:

    No he podido evitar una sonrisa picara al finalizar de leer el texto. !Que mal intencionados somos :)! Un buen trabajo que me ha gusto por su sencillez de una historia que puede parecer común pero guarda mucha miga dentro. Un saludo.

    Escrito el 1 abril 2015 a las 11:04
  6. 6. saloco dice:

    Hola Lagartija, es la primera vez que comento y participo.
    Es curiosos lo que sucede con tu relato; me he encontrado ideas muy buenas, pero tu con tu sencillez en todo (idea, forma de narrar) me has enganchado más.
    Tanto en el contenido como en la forma entiendo que lo sencillo es lo mejor.
    Seguiré leyéndote.

    Escrito el 1 abril 2015 a las 12:39

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