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El próximo presidente - por Daroel

Ha pasado el mediodía sin ninguna novedad, como es costumbre. El anciano se encuentra dentro de su habitación, que debería ser sinónimo de comodidad. Sentado en su sillón, ve a través de la ventana cómo el mundo va ralentizando su paso. Es como si a ese momento del día, ocurriera una pesadez colectiva. Al frente, está una radio que, por su apariencia, podría ser contemporánea con él. Se ha vuelto una fiel compañera; su nueva mejor amiga. Quizás sea la sustituta de su esposa, a la que perdió hace muchos años.

Ángel lleva por nombre el señor mayor de escasa movilidad, pero manos temblorosas. Le hace honor a su carácter, tan dulce; típico de la mayoría de los que están arropados con diez décadas. Es muy querido dentro del gran tormento en el que está sumido ahora. Su radio es la única capaz de sacarlo de la pesadilla que para él se ha vuelto infinita. Sólo ese viejo equipo al que cuida tanto, y nada más.

A kilómetros de su cuarto, la ciudad se mueve de una manera distinta. Falta poco para las votaciones, y está a punto de dar su discurso un hombre de gran influencia. Su popularidad está acariciando el cielo. Ángel ha sintonizado la emisora que transmitirá las palabras de quien puede ser el próximo dirigente de la nación.

Con fuerza, el pueblo vitorea al hombre. Ha ganado la confianza de mucha gente. El anciano así lo percibe gracias a las pequeñas cornetas de su equipo. A través de ellas se asoma un ruido, pero los oídos de Ángel se han vuelto incapaces de distinguir entre interferencias y gritos de emoción. Gritos hacia ese candidato que él conoce, y muy bien.

“Se nota que es muy inteligente. Votaré por él”, piensa el viejo. A sus años no ha perdido el interés en la política; tal vez sea porque en sus venas se conserva una parte de la época dorada cuando fue parte de ella. Aún respira dentro de él una esperanza de ver a su tierra distinta; todavía quiere ser parte de un mundo con bordes de frontera mejor. Para Ángel, el aspirante a presidente es un hombre sabio; es lo que necesita su nación para augurar un mejor porvenir.

El anciano mira a su alrededor con mucha tristeza. Se siente prisionero. Piensa que se encuentra encerrado en una gran mansión con muchas comodidades, pero llena de jaulas. Sabe que es un lugar de confort, pero no lo ve de esa manera. Sólo desea, con mucho fervor, salir de ese lugar que tanta depresión le genera; escapar de lo que él asemeja con una celda de castigo, aunque no haya cometido delito alguno.

Ángel está cada vez más decaído, y se aferra a la radio que, prácticamente, se ha convertido en su bomba de oxígeno. Las palabras del candidato le dan un poco de vida; son una fábrica de emociones para su alma ya cansada. Se imagina al hombre desde su atril, con una multitud enfrente expresando admiración y proclamando alabanzas. Ve en él su sueño, frustrado 40 años atrás.

¡Qué buena época aquella! Rememora cuando, rodeado de gente inteligente e importante, daba discursos que conectaban sentimientos entre él y sus seguidores. Vio el mandato presidencial de cerca, pero su rival no sólo hizo lo mismo, sino que también lo tomó. Hasta allí llegó la etapa de quien ahora vive en un lugar que no le gusta en absoluto. Un sitio que lleva por identificación una palabra que para él, como político, tenía un significado distinto: asilo.

Termina el discurso del candidato. Ángel sonríe y mantiene su radio encendida para escuchar el hilo musical. Permanece en su sillón. Ya no mira la ventana, sino una foto familiar. Aprecia con mucho amor el rostro sonriente de su fallecida esposa. Luego, ve la figura de su hijo, quien lo abandonó en ese geriátrico, aún cuando el anciano se oponía rotundamente.

Ángel no siente odio hacia su descendiente. Sigue lleno de amor por él. Lo ve con el mismo cariño que cuando estaba pequeño, y le desea el bien. Le encantaría que lo visitara. Quiere volver a escuchar su voz diciéndole “papá” y no cosas de desprecio, como la última vez, hace varios años.

El anciano se alegra de oír palabras envueltas en optimismo por medio de su vieja radio. Ahora, desea que su hijo se convierta en el próximo presidente, deseándole un “Dios te bendiga” antes de regresar a otra tarde sin novedad.

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4 comentarios

  1. 1. Luis Ponce dice:

    Los padres de los presidentes se vuelven inservibles con la edad, como todos los padres. No saben de que hablan, tienen ideas obsoletas, no pueden seguir el ritmo mental de sus hijos por lo que los muchachos tienen que recorrer solos el camino que hubiera sido fácil con algún concejo paterno. La prepotencia típica del político le hace desperdiciar valiosos conocimientos del viejo, sin recordar que en la antigüedad, los consejos de ancianos eran libro de consulta de las comunidades.
    Me ha gustado mucho e tema y me alegro que hayas aprovechado la radio para toparlo.
    Me gusta como está escrito, pero aprecio más lo íntimo del planteamiento.
    Te felicito.

    Escrito el 30 marzo 2015 a las 03:01
  2. 2. grace05 dice:

    Muy buen relato. Me encantó el tema. Muy sensible y real. El amor fraternal sobre todo. Un hombre “emborrachado” de poder deja a su padre en el abandono afectivo sin pensar que llegó a ser por ese padre que hoy no recuerda. Un padre que a pesar de todo sigue amando a su hijo. Real en los tiempos que corren.
    Bien escrita, buena descripción de los sentimientos.
    ¡Muy buen trabajo!!!! ¡Te felicito!!!
    te invito a comentar 114

    Escrito el 31 marzo 2015 a las 00:57
  3. 3. Leonardo Ossa dice:

    Daroel, vas describiendo en tu relato una situación que seguramente ha de ser común a muchas personas, dentro de las que me incluyo. Pienso que mientras en el texto la situación tiene que ver con un político, en nuestros casos podrá ser distinto, pero muy seguramente, con sentimientos similares de amor que surgen desde nosotros hacia nuestros hijos, o pensamientos que censuran o aprueban la relación entre el descendiente y tu personaje el anciano Ángel.
    En todo caso, has hecho una muy buena descripción que sabe transmitir los distintos sentimientos por los que cruza el relato.
    Saludos.

    Escrito el 31 marzo 2015 a las 21:38
  4. 4. Daroel dice:

    ¡Muchísimas gracias por sus buenos comentarios! Leerlos me da bastante ánimo para seguir con la escritura.

    Saludos desde Venezuela.

    Escrito el 1 agosto 2015 a las 19:08

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