Sentar la cabeza - por Sendaincierta.

Agustín Brito Melián apagó la radio. Le encantaba esa emisora, “Radio Islas: Éxitos de siempre”. Salió de la oficina a las tres de la tarde como cada día. Esta se hallaba situada en la Calle Castillo. Caminó sin prisas por la plaza Weyler, para comer en El Platillo Volante, como hacía más de diez años. Comió en una esquina de la barra leyendo el periódico, como siempre, gastando bromas a Pedro, el camarero, con chismes de fútbol y política. Había quedado con María a eso de las diez. Una mesa en el restaurante favorito de ella y un buen champán francés serían perfectos para entrar en ambiente. El anillo que vendría después de los postres sería la guinda final para pedirle que se casara con él. Agustín hizo una llamada meneando la cucharilla del café con un movimiento torpe manchando la barra del bar. El camarero bromeó con el pulso y otras cosas llegados los cincuenta, Agustín lo silenció señalando el móvil cuando una voz femenina contestó en el otro lado de la linea:

-Agustín, ¿eres tu mi niño? ¡Qué sorpresa!
-Cande, mi niña, luego iré.
-Perfecto, tengo una nueva, está hecha para ti, te gustará.
-Me gustan tus sorpresas,sobre las seis estoy por ahí.

Ya en el coche, encendió la radio y una canción de Los Panchos le dibujó una sonrisa. Un bolero que decía algo así como “si tú me dices ven lo dejo todo”. Se encendió un buen habano,aspiró el humo con deleite y condujo por las calles sin prisa. Circuló hasta la zona de La Cuesta, al llegar a la zona de La Candelaria aparcó junto a una casa baja pintada de un color verde y pulsó el timbre. Una mujer guapa, de edad indefinida y con escote sugerente le abrió la puerta con una sonrisa amplia plantándole dos sonoros besos.

-Hola Agustín.¿Como estás mi niño?
-Aquí Cande mi niña, puntual como hace más de cinco años a mi cita semanal.
-Me voy a casar y he pensado venir a tu casa por última vez y despedirme de esta vida de putañero. Quiero sentar la cabeza.
-Está bien eso, Agustín, pero la cabra tira al monte, además, ¿como me va a privar la vida de un cliente tan bueno?
-Está en la habitación del fondo, es casada y no es del oficio.
-Ya sabes ,hay que pagar hipotecas y esas cositas.
-La crisis esta también tiene cosas buenas, ahora hay más oferta.

Agustín la miró con una sonrisa sardónica y se encaminó a la habitación. Dio unos golpecitos a la puerta y una voz familiar le contestó tras ella:

-Pasa y pon el dinerito encima de la mesilla corazón.

Agustín entró en la habitación y se quedó helado al ver a María.
-¿Qué haces aquí.
-¿Y tú? Estaba haciendo tiempo, había quedado con alguien a las diez para pedirle que se casara conmigo.