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Señales de esperanza - por Irene García

El autor/a de este texto es menor de edad

Estaba en un rincón, acurrucada, con la cabeza refugiada entre las piernas. Todo estaba oscuro. El techo se caía. Se derrumbaba con cada explosión, cada cañonazo que sonaba. Cerraba apretando los ojos cada vez que los cimientos de la casa se estremecían. El sótano no era el lugar más seguro, pero en esos momentos se había convertido en la diferencia entre la vida y la muerte. Era cómo un búnker improvisado a prueba de bombas. Movía mi cabeza hacia los lados, buscando entre la multitud al único niño que lloraba. Cuando lo encontré, me acerqué a él. Me acurruqué a su lado. Nos abrazamos, preguntándonos cuándo terminaría aquel infierno. El niño lloraba y lloraba entre mis brazos.
– Tranquilo, Friedrich. Todo saldrá bien – intenté tranquilizarlo, mientras le removía el pelo. Pero, ¿Cómo iba a calmarlo si ni yo misma creía esas palabras?
¿Qué es lo último que piensas cuando crees que los momentos que estás viviendo van a ser los últimos? Es cierto eso que dicen que cuando piensas que vas a morir toda tu vida pasa rápidamente por tu cabeza, como una ráfaga de viento helado. Todos los momentos: Buenos y malos. Todavía recuerdo cuando jugaba con mi padre, hasta que, un día, desapareció sin avisar. Todavía recuerdo cuando mi madre dijo que teníamos que irnos rápido en una noche blanca, y la observé mientras se dormía en aquel manto de nieve. Todavía recuerdo cuándo anduve sin descanso, hasta llegar a un pequeño pueblo donde dos ángeles me dieron cobijo y me aceptaron como una hija más. Tengo seis años, pero sé demasiado para mi edad. Tuve que fingir, cambiar de hogar, cambiar mi nombre y mi religión. Pero ningún ejército, ningún gobierno, ni siquiera el mismísimo Hitler podrá cambiar mi pasado.
Los impactos eran muy fuertes. Muchas personas gritaban. Yo, me aferraba a Friedrich y a una pequeña radio que solía escuchar. Probaba a encenderla en medio de la multitud, la acercaba a mi oído, pero sólo se oía una especie de rugido. ¡Hasta la radio estaba harta de los bombardeos!
El sótano parecía el epicentro de un terremoto. Se sacudía feroz. Mezclado con el polvo del techo desvaneciéndose y la gente gritando con pavor mostraba una imagen desoladora.
Después de unos treinta minutos eternos, el sonido ametrallador de las bombas cesó. Nos reincorporamos con precaución, pues siempre solía haber segundos ataques.
No podía aguantar aquel entorno claustrofóbico, por lo que corrí hacia la escaleras. Quería respirar aire del exterior.
– ¡Anne! – ¡No vayas! – gritó mi madre. Pero ya llegué a la superficie. Lo primero que hice fue encender la radio. Regulé la señal en busca de una emisora estable, hasta que escuché la noticia: La guerra había acabado, Alemania se había rendido.
Miré todo aquello que me rodeaba con tristeza. Todo estaba en ruinas. Todo era escombros humeantes, aunque a la vez el ambiente rebosaba esperanza. Pero, tras una vida invadida por la guerra, ¿Cómo sería tener un poco de paz?

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6 comentarios

  1. 1. Irene García dice:

    Hola, soy la autora del texto. A las tres personas que me han comentado el texto, gracias. Aprenderé e intentaré corregir mis errores para no volver a cometerlos, que de eso se trata, ¿No? A los que vayáis a leerlo, espero que os guste. Saludos.

    Escrito el 28 marzo 2015 a las 17:23
  2. 2. Leonardo Ossa dice:

    Hola Irene, como simple lector me parece que has cumplido con el ejercicio de “Montame una escena” El relato transmite la angustia sentida por la protagonista y eso es muy importante hacerlo bien al momento de escribir. Espero seguir leyendo tus textos en los meses siguientes. Un saludo.

    Escrito el 30 marzo 2015 a las 15:59
  3. 3. Luis Ponce dice:

    Hola Irene, la angustia transmisible es la que brota de la pluma del escritor. Muchas veces el protagonista en la vida real no siente esa angustia o no recuerda haberla sentido. El mérito del escritor, es escarbar lo que pudo haber sentido Ana y brindarlo al lector. Lo has hecho bien. Los detalles que habrá que pulir tú misma los irás encontrando y los compañeros ayudarán. Esa es la ventaja del taller, tener a alguien que te lea y lo más importante que te lo diga.
    Te seguiré leyendo.

    Escrito el 30 marzo 2015 a las 17:28
  4. 4. beba dice:

    Me gustó tu cuento. Es claro, está bien escrito y conmueve. Lo que más me gustó fue la pregunta final. Adelante.

    Escrito el 31 marzo 2015 a las 02:55
  5. 5. Kathleen dice:

    Me gustó mucho tu historia. La descripción que haces de los pensamientos de la protagonista me parecen increíbles, permiten conocerla en unas pocas frases y empatizar con ella. Además, es bastante fácil de leer y consigue meterte el miedo en el cuerpo.
    Un saludo.

    Escrito el 31 marzo 2015 a las 12:00
  6. 6. grace05 dice:

    Muy buena historia. Transmitís todas las sensaciones que alguien puede sentir entre la vida y la muerte. La lectura es una búsqueda hacia el final, que le diste el giro para que después de tanta angustia y terror , sea un mensaje esperanzador.
    ¡Muy buen trabajo!!!!
    Te invito a comentar 114

    Escrito el 31 marzo 2015 a las 20:02

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