Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Delirios - por Isla Borgens

El autor/a de este texto es menor de edad

Otro viernes más, otro viernes en que Iker ansía con todas sus fuerzas que comience su programa favorito en la Radio Insomnia; “Pasajes del horror”, un programa que contiene historias de vampiros, sucesos paranormales y asesinatos a sangre fría que no todo la gente de la época tenía el valor para escuchar. Cada viernes por la noche a las a las once de la noche la emisora sintonizaba el mejor radio teatro de toda la ciudad, de todo el país me atrevería a decir.
Inconvenientemente Iker solo tenía diez años, un poco joven para estas historias paralizantes. Sus padres le prohibieron escuchar esas obscenidades causa pesadillas el día que su angustia en sueños fue demasiada.
Un tres de marzo los delirios de Iker colmaron el vaso.
Sara y Pablo escucharon golpes y gritos ahogados en la habitación de su hijo. Ambos subieron, esta vez sin mucho entusiasmo debido a la naturaleza repetitiva del asunto; pero cuando llegaron a su habitación no se encontraron solo con un pequeño inquieto.
El niño estaba rodando de aquí para allá en el suelo, golpeándose con la pared y la cama una y otra vez. Estaba sudando y se notaba que había mojado sus pantalones, también decía cosas, un montón de cosas ininteligibles. Cuando su padre fue a por él Iker lo agarró por el cabello y empezó a golpearlo y arañarlo; su madre sin dejar de gritar en el fondo de la escena. Después de lo que fueron segundos, pero parecieron horas, el niño se tranquilizó y calló desmayado en el piso.
Al día siguiente Iker no recordaba nada de lo sucedido.
Luego de ese inconveniente menor Sara y Pablo apenas podían mirar a los ojos a su propio hijo, más preocupados por él que nunca escondieron la única radio de la casa en una caja bajo su catre.
El problema era que Iker no se iba a dar por vencido. Cada viernes Iker traía a casa una radio prestada por un amigo de la escuela y lograba contrabandearla hasta su habitación, después de todo ¿qué podía pasarle? Eran solo unos cuentos.
Por las noches cenaba, se despedía amorosamente de sus padres y se iba a la cama como si no estuviera quebrantando deliberadamente las reglas; fingía dormir por un par de horas y proseguía a sintonizar la Radio Insomnia, esperando a que la siniestra música brotara de los parlantes.
A las once en punto la voz del locutor se hizo oír por encima de la ansiedad y emoción de Iker. Órganos y tambores complementando.
—Bienvenidos a escuchar otro episodio de “Pasajes del horror” —decía esa voz grave y ronca—El capítulo de hoy se llama “Carnicería Temprana”
—Veamos si puedes soportarlo.
La historia comienza en un insignificante pueblo, un pueblo en el que vivía Salma Viscaíno. La mujer que reventó a su propio hijo con una pala porque no quería la responsabilidad de ser madre y luego usa su sangre para crear bellísimas pinturas sobre la masacre de niños, animales y eventualmente algunos vecinos molestos.
Eventualmente Salma decidió mudarse a España, ya que sus pinturas eran bastante incomprendidas, y hacer un pequeño negocio desde cero.
Eso hasta que la oportunidad se le presentó. Resulta que Salma llegó de casualidad a un lugar lleno de hijos indeseados, por lo que las mujeres que engañaban a sus maridos y quedaban embarazadas ella podía ayudar a abortarlos o si decidían tenerlos los vendía a familias que no podían concebir, un noble acto para familias desesperadas.
Así el contacto de tráfico de bebes de Salma se volvió más y más popular con el tiempo.
Si los bebés que tenía no conseguía venderlo en una semana, los asesinaba, ¿de qué sirven un montón de bolsas de carne cagonas y lloronas?; a veces los estrangulaba o los degollaba para ahorrar tiempo, otras prefería ser un poco más cruel y echarlos en tinas con agua hirviendo para que se quemaran vivos, luego lanzaba los huesos calcinados a la basura. Al día siguiente se bañaba con esa misma agua. Hay que ahorrar es lo que siempre digo.
Cuando se quedaba sin stock de bebes iba a los orfanatos cercanos y adoptaba niños, si estos eran lo suficientemente grandes los violaba y luego los vendía. Y si no lograba venderlos…
Mientras tanto en la casa Iker pasos se escuchaban subiendo por la escalera.
—No eran solo unos cuentos…—dice su madre mientras estrangula a su propio hijo.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

1 comentario

  1. 1. Leonardo Ossa dice:

    Isla Borgens, tu historia me ha hecho recordar un programa radial que escuché en alguna oportunidad, claro que no tenía tanta sevicia como tu cuento, pero sí un tema de espantos que en medio de la noche me dejó con insomnio.
    Un saludo.

    Escrito el 1 abril 2015 a las 03:45

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.