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Nunca es tarde si se quiere. - por Galilea

El autor/a de este texto es menor de edad

La joven camarera vaciaba la cafetera con dificultad. Una clienta esperaba con amabilidad a que la chica acabara para ordenar su desayuno. En la pared, unos carteles llamaban su atención, “El Rodio” clamaban. Parecían llevar allí muchos años, como la mayoría de los muebles del establecimiento. Todo tenía un toque vintage que transportaba a los mágicos años 60. Todo excepto una pequeña radio situada en la barra, cuyas extravagantes canciones arrebataban la quietud característica de la cafetería. El aroma a pan recién hecho bañaba el lugar y unos primerizos rayos de sol conseguían iluminar, con cierta timidez, la estancia. Un matrimonio sentado en unos sofás junto a la ventana conversaba animadamente sobre las actividades progamadas para el día. Detrás de ellos, a dos filas de asientos, un anciano completaba la sala. Daba sorbos distraídos a su café entretanto que con la otra mano, dominada por inseguros temblores, parecía escribir algo realmente emotivo. “Querida Elisa: Te he echado de menos”. Una lágrima le recorrió la mejilla izquierda. Con gesto firme se secó el rostro y continuó escribiendo:

“Puede que te parezca absurdo que te escriba después de tanto tiempo. No espero que lo comprendas, era algo que tenía que hacer. No sé si me recordarás o recordarás los momentos que vivimos juntos, pero yo jamás los olvidé. Te he mantenido en mi memoria durante largos años, aún casado te me aparecías en sueños. Contigo comprendí el significado del amor verdadero, que es único y que no se vuelve a repetir. Recuerdo cómo en tu compañía las horas parecían minutos, cómo disfrutabamos de la vida, cómo sentíamos cada segundo. Cómo estando solos los dos me sentía más acompañado que en reuniones familiares e incluso que rodeado de mis mejores amigos. Cómo nos abrigábamos el alma. Y es que para ser felices tan sólo nos bastaba con sentarnos en los sofás de la cafetería “El Rodio”, mullidos por el tiempo, a ver pasar la vida. El fuerte olor a puro y a café rancio nos impregnaba la ropa, pero no nos importaba, nos teníamos el uno al otro. Recuerdo cómo en los días en los que me sentía sin ánimo te acercabas al tocadiscos, seleccionabas mi melodía favorita y conseguías hacerme olvidar los problemas. Aquel maravilloso aparato fue siempre mi punto débil y tú lo sabías. Pero ya nada es igual. Al poco tiempo de marchar me arrepentí, tanto de la decisión como de mi posterior actuación. Me fui en busca de un futuro y no me percaté de que sin tí cualquier futuro estaría vacío. Cuando tras el primer mes en el exterior me encontré sin correspondencia por tu parte me pudo mi orgullo y decidí no aparecer por el pueblo, ni siquiera en vacaciones. Al terminar los 4 años de estudio sentía tal vergüenza por mi inmaduro comportamiento que me fue imposible volver. Fui un cobarde y jamás me perdoné.

Ha llovido mucho desde entonces y mi maltrecho juicio ya no está para guardar rencores a antiguos “yo”, así que ayer, obligado a regresar al pueblo por motivos familiares, me atreví a visitar la casa donde solías vivir y tal fue mi sorpresa al encontrar en el buzón tu nombre aún grabado, y lo más sorprendente: solo, que decidí escribir esta carta. Sé que todo ha cambiado, incluso han sustituido nuestro tocadiscos por una cutre radio, pero me preguntaba si querrías que tomásemos un café, como en los viejos tiempos.

Siempre tuyo, Aníbal.”

El anciano alzó la mirada. La cafetería se encontraba ahora repleta de jóvenes desayunando antes de comenzar las clases. "Están en la flor de la vida" pensó. Bebió un sorbo de su café, estaba frío. Se dirigió a la barra y pagó. Metió la carta en un sobre mientras sus ojos cansados fijaban la vista en un buzón amarillo en la acera de enfrente. Salió del establecimiento y decidido cruzó la calzada. Tan sólo a dos metros del buzón se paró en seco, soltó la carta en un contenedor y continuó su camino. “Somos muy mayores para correr aventuras” – murmuró mientras se alejaba.

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2 comentarios

  1. 1. Luis Ponce dice:

    Que pena Galilea que todo termine así. Podían haber tenido aunque sea una aventura por correo. No dejes que dos vidas que están en una edad avanzada terminen en dos soledades. Reescríbelo y te lo agradeceré.
    Me ha gustado mucho, me has regresado a mi juventud. Te felicito.

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 00:39
  2. 2. Silvyt dice:

    Hola!
    Me paso rápidamente porque soy una de tus comentaristas. Me gustó mucho la delicadeza y el cuidado con el que narras todo y estoy de acuerdo con Luis… y seguiré luchando contra clienta y presidenta 😉

    Nos leemos!!

    Escrito el 29 marzo 2015 a las 19:50

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