La maldición - por Katherine De la Riva

Cuando abrí la puerta sólo pude ver a esa mujer que tenía los ojos rasgados y la piel blanca como porcelana. Su cabello, que le llegaba hasta los tobillos, era negro y lacio. Ambos traíamos puestas unas batas blancas; pero la de ella estaba reluciente y la mía, un poco percudida.
—¿Quieres que te muestre lo que puedo hacer con la cabeza? —me preguntó. Al instante, una ráfaga de recuerdos cruzó por mi mente; varios de ellos se relacionaban con las advertencias que escuché sobre el fantasma que se aparecía allí y que, a juzgar por su aspecto terrorífico, tenía que ser la fémina que estaba viendo. Me alejé de ella e intenté salir; mas la puerta se había atorado —Ah, olvidaba decirte que no podrás escaparte de tu destino.
—¿Quién eres?, ¿por qué me hablas de mi destino como si supieras cuál es?—cuestioné aterrado. El vaso de agua que estaba sobre el mueble ubicado junto al sillón, se tambaleó —¿Qué está pasando aquí?
—Tengo sed, y cuando yo tengo sed todos los vasos de vidrio que hay en el mundo se tambalean —me dijo.Chasqueó los dedos y el vaso dejó de moverse.
—¡Puedes tomarte el agua, puedes tomarla toda! —grité con la esperanza de que alguien me escuchara y fuera a socorrerme.
—Este día y a esta hora, todos se vuelven sordos. No te escucharán ni vendrán ayudarte ni podrás escapar de tu destino.
—¿Mi destino?, ¿tú sabes cuál es mi destino?
—Sí, y cuando yo te enseñe lo que puedo hacer con la cabeza tú también sabrás a qué estás destinado.
—¡No, yo sé que tú no existes! Jamás he creído en fantasmas ni en adivinos, ¡no tengo ninguna razón para creer en lo que me has dicho!
—¡Silencio! No quiero que digas nada hasta que veas el espectáculo que puedo hacer con la cabeza —se acercó a mí y me tomó los carrillos para que yo no pudiera voltearme e ignorarla.
— ¡Cerraré los ojos, los cerraré y no vas a lograr que vea lo que quieres mostrarme!
— Lo siento, también olvidé decirte que ya no tienes párpados. No te apures, te los regresaré en cuando veas lo que quiero enseñarte.
—¡Mentira, yo estoy como siempre! —aseguré; mas me toqué y comprobé que era verdad y que inexplicablemente mis ojos no se habían caído—¡Está bien! Muestra lo que quieras de una vez.
—Lo haré, tú sólo observa mi obra de arte.¿Estás listo?
—¡Como sea, no importa si estoy listo! ¡Haz lo que debas hacer y dame mis párpados!
—Bien —dijo, luego me mostró la cosa más horrible que he visto en la vida: ella podía girar la cabeza trescientos sesenta grados—¿Qué te parece, amigo?
—¡¿Por qué me estás mostrando esto?!, ¡es horrible! ¡¿Cómo se supone que debo seguir mi vida de una manera normal después de verlo?!
—Podrías imitarme si quieres.
—¡¿Qué?!
—¿Conoces la maldición de "la cabeza"?
—No.
—Pues la maldición de "la cabeza" es real y dice que si has visto al fantasma que la gira,y que por ahora soy yo, podrás girarla también; pero morirás después sin que puedas hacer nada para evitarlo y pasarás mucho tiempo siendo tú el fantasma que gira la cabeza hasta que encuentres alguien que te deje mostrarle tu "espectáculo".