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La Maldición - por Javier Correa

Web: http://mundobizarresco.com/

Es una noche oscura y lluviosa; un reflejo de mi alma.
No sé cuántas botellas de vino he terminado. Las colillas rebosan el cenicero y mi cuarto está envuelto en una neblina de humo y olor a tabaco.
El sonido de la lluvia ensordece todos los demás.
Las calles están llenas de charcos que reflejan los brillos y las luces de neón de los clubs. Luces que hacen las sombras más negras y resaltan los colores grises mortecinos de la calle.

¿Sabes ese momento de la ebriedad en que de repente reaparece en la memoria la última persona que quisieras recordar?
Pues de alguna manera había llegado a ese momento. O mejor dicho, el momento me había encontrado. Su recuerdo había vuelto de algún lugar oscuro de mi mente que creía enterrado para atraparme en su hechizo maldito. Quizá sea la noche y su vinculación con el pecado lo que ha despertado estos viejos recuerdos. Quizá sea el alcohol. Quizá sea el color rojo de los neones. Rojo como sus labios.
Pienso en todas las cosas que le hubiera dicho pero no le dije. Pienso en todo lo que deseo hacer con ella y nunca podré hacer. Entonces quiero estar más borracho.
Han habido muchas mujeres en mi vida. Muchas noches de jadeos y sábanas sudadas, pero ninguna de ellas con nombre propio.
Noches oscuras como esta, con neones rojos, azules y violetas como únicos colores. Neones iluminando la noche con luces artificiales. Neones haciendo las sombras más oscuras y el placer más placentero.

Enciendo otro cigarro con la colilla del anterior. Doy una profunda calada y el fuego baña brevemente mi cara de naranja intenso. El humo aspirado calienta mi pecho y lo devuelvo al mundo en forma de una nube densa y gris; un reflejo de mi alma.

Da igual cuanto trates de evitarlo, siempre hay una mujer que destaca por encima de todas. Realmente no sabes qué tiene de especial comparada con otras. Puede que sea su mirada, su olor, su voz o su manera de moverse. Pero fue una especie de magia en su ser lo que me cautivó en cuanto la vi. Una magia que me maldijo para siempre.
En ese momento supe que no sería otra noche de pasión ni otras sábanas sudadas más. También supe que no volvería a verla. Supe que no era del tipo de mujer que se queda.
Y esta noche su recuerdo ha vuelto. Su voz, sus jadeos, sus curvas, el sabor del sudor en su piel, sus labios rojos como el neón… Sus palabras, artificiales como el neón se repiten en mis oídos. Imágenes fustigan en mi mente.
Los destellos intermitentes rojizos es lo único que puedo ver entre la niebla de la embriaguez.
Mi mente sólo me deja ver labios carnosos y sensuales pintados en el color del vino, entornados sensualmente prometiendo cualquier cosa, jadeando, pidiendo cuanto podía ofrecerle.
Le di cuanto pedía.
Unas horas entre sus piernas y ya no fui el mismo nunca más. Unas horas entre el calor de su cuerpo y me condenó a la maldición del Deseo.
La maldición de un deseo que no puede ser satisfecho. La maldición de desear y no tener. La maldición de un vacío que el alcohol no puede llenar y un frio que el tabaco no puede calentar.
Me amorro a la botella como si fuera su boca hasta acabarla. Enciendo un cigarro por cada gemido que quisiera arrancarle.
Abro otra botella de vino y le doy un trago largo pero no ahoga el deseo. Nada puede ahogarlo.
Estoy maldito. Maldito a no poder saciar este deseo. El neón rojo está ahí para recordármelo y sólo puedo dar largos tragos de vino.

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3 comentarios

  1. 1. JavierCH dice:

    Buenas. No sé si ha pasado algo, pero no he recibido las críticas en mi correo como suele ser lo normal 🙁

    Escrito el 29 abril 2015 a las 19:40
  2. 2. JavierCH dice:

    Muchas gracias a las personas que lo repasaron y gracias por sus comentarios 🙂

    Escrito el 29 abril 2015 a las 19:54
  3. 3. Mel Koiv dice:

    Sin palabras, solo el ambiente del relato ya transmite muchisimo, te atrapa, sientes la historia como si la vivieras tu mismo.
    Me encanta, como siempre.
    Sigué así y no dejes nunca de escribir.

    Escrito el 29 abril 2015 a las 20:18

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