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La maldición - por Saray Perez

Web: http://quelocuenterita.com

No es por el aire que baña mis pulmones por lo que respiro, ni por los rayos de este sol inoportuno por lo que consigo ver las formas del mundo, no es por mis músculos ni por mis huesos por lo que deambulo por los mármoles de la Alhambra. No es por nada de eso. Es por tu presencia inmortal, Granada, raíz perenne en mi pensamiento, por lo que supongo me mantengo vivo.
Hoy, mientras el cortejo triste y misterioso me asiste por los caminos de la sierra que han de ver mi final, no me atrevo a mirar hacia atrás por temor a que alguno de ellos observe mi aspecto y vea que su Rey ya no tiene trono, tan solo la vergüenza de sentir esta maldición mía, que no es más que la de ser testigo rabioso de la pérdida de lo que más amo. Esta tierra fértil, amena y preñada de los tesoros más valiosos ahora me es arrebatada por ejércitos cruzados sin que pueda hacerles frente. Quizás fue por una debilidad de espíritu o quizás fue por los presagios malditos de la sibila que auguró nuestro fin al reconocer el paso de un cometa en la negrura de la noche. Astros que hablaron de un turbante manchado y hecho jirones por la cruz de los cristianos. Mi ánimo me abandona y mi destino queda escrito en arcanas hojas lejanas a toda voluntad. Me maldigo por estar ya maldito. Y aun así, sigo pensando en ti como un viento que me persigue y me devora, sin aliento ni descanso, prohibiendo que mi alma descanse. Granada, Granada, Granada.
Atrás dejo todo. Mi dulce Moraima que tan fiel se entregó a mí en fastuosas nupcias, reina mora bendecida entre banquetes, celosías de oro y suelos de mármol. Recuerdo como cada día me dejaba enroscar en su pelo negro y me sumergía en su pecho sobre en el que veía caer pétalos de tempranas mimosas. Ahora la dejo arrebatada en su locura de verme humillado y sin carácter. ¿Dónde, amada mía, quedó escondido nuestro antiguo placer y albedrío que ahora ya no hay cítara que ni con aflicción lo recree?
Asciendo digno por los senderos de roca que conducen a Las Alpujarras, sintiendo en mi piel el rocío de los arroyos que bordean las laderas buscando mejores caudales. Me sorprendo por conservar aun la capacidad de mis sentidos, incluso con mayor poder que antes. No lo sé a ciencia cierta, pero es como si una daga de hierro candente rasgara mi cuerpo para hacerme aun más consciente de este momento. No quiero pensar que esta maldición y la ausencia de fuerzas sea un castigo por mi perversidad y la total alevosía con que espiaba, agazapado yo entre los naranjos, a las doncellas desnudas sentadas al borde de las fuentes. Mi madre, Aixa, me lo advertía entonces:
"Malos presagios auguran tristes días, Boabdil. Sin descanso recito sunnas del Corán para incitarte, sultán, a que cojas las armas y nos defiendas del impío. Pero te veo, hijo mío, ya sentenciado por una condena recóndita que los cielos nos mandan; careces de brío y de vigor. Ya no te reconozco, Rey de Granada, ya no veo tu grandeza ni tu majestad, y escuchándote es como si escuchara el lamento de un pobre moro…"
El día avanza con el sol en el cenit y mi comitiva sigue avanzando con paso lento y pesado. Apenas hay palabras porque no hay consuelo. Solo los escasos avisos de mis escoltas me salvaguardan de extraños peligros que preceden a la cumbre.
Y así llego a la cima de la serranía desde donde admiro la ciudad en toda su plenitud de verdores, cúpulas doradas, mezquitas y granados. Allí me arrodillo y cubro mi rostro. Las lágrimas acuden de nuevo a mi auxilio y se esconden de un viento hiriente que azota las piedras y me susurra una atormentada elegía.
"Rey Boabdil de Granada, prisionero de lo ancestral, de las estrellas del cielo, de los adivinos y de las profecías. Hombre de las más bellas poesías de Oriente, pero también de las más terribles desventuras y melancolías. Haz entrega de las llaves de la ciudad que amas y que amarás siempre. Por los siglos de los siglos te perseguirán sus perfiles y sus infinitos olores, para jamás abandonarte".
Ya la oigo. La esencia de la maldición que no me descubrieron a tiempo las sibilas. El castigo inmerecido del último Rey de Granada. El último suspiro del moro.

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7 comentarios

  1. Sabía que me iba a encontrar un mundo entero hecho de palabras cuando vi tu nombre, pero me he visto sobrepasada. Tiene ese aire de leyenda, ese ritmo, esa poesía… me acordé de una canción que El Barrio versionó hace unos años, y es que tu relato huele a Washintong Irving, a mito.
    Solo te diré que quizá quedaria mejor si separaras los párrafos un poco, sobre todo al principio para que, estéticamente, no parezca un solo bloque.
    Pero es una minucia. Un enorme trabajo. Enhorabuena.

    Escrito el 28 abril 2015 a las 18:43
  2. 2. Saray dice:

    Muchas gracias Rubia! yo me siento sobrepasada por tus bonitos comentarios; y por supuesto seguiré tu acertada sugerencia.Un abrazo

    Escrito el 28 abril 2015 a las 21:11
  3. 3. grace05 dice:

    ¡Impactante!!! Tu relato es un lamento lleno de sensaciones y sentimientos que describes muy bien Se sienten y se ven las imágenes que creaste. Tu vocabulario es extenso pero no rebuscado lo que le permite al lector una lectura fluida.
    Muy buen trabajo
    ¡Te felicito!!!!
    Te invito a comentar 106

    Escrito el 2 mayo 2015 a las 18:34
  4. Es un bello canto, a la tierra, a la patria, un poema con toques de hechos y circunstancias épicas, aunque para mi no es un cuento, pero si es un pensamiento muy profundo. La lectura se hace lenta, por carencia de diálogos. Y el final es un suspiro a una época antigua que no volverá. ¡¡¡¡¡¡¡TE FELICITO ES UNA PROFUNDA REFLEXIÓN FILOSÓFICA!!!!!!!!!
    LEE EL MIO ES EL 84

    Escrito el 4 mayo 2015 a las 01:17
  5. 5. Mª Carme Bureu dice:

    Hola Saray
    Tu relato me ha gustado. Vocabulario adecuado.
    Pero mi suguerencia es que hagas párrafos más cortos y separados.
    Saludos

    Escrito el 9 mayo 2015 a las 22:24
  6. 6. Marta dice:

    Hola, Saray. He estado leyendo unos cuantos relatos al azar, y me alegro de haber dado con el tuyo. Precioso. Me encantó leer un texto tan poético. Felicidades. Por favor, sigue escribiendo que quiero seguirte leyendo. Un abrazo.

    Escrito el 10 mayo 2015 a las 15:40
  7. 7. beba dice:

    Hola, Saray:
    ¡Qué linda sorpresa encontrar un relato inspirado en el Cancionero Español del siglo XV! Reconstruyes la historia del rey que llora la ciudad que no defendió. El ritmo de tu relato se adecua a la historia: lento, triste. Y el vocabulario, muy culto y correcto,corresponde al relato de origen.
    Me ha gustado mucho.

    Escrito el 11 mayo 2015 a las 02:49

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