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LA MALDICIÓN - por Pierina

La maldición

El objeto que la contenía la dejó escapar. Salió como ave espantada de su nido. Disparada, corría a la velocidad del sonido. Sin conocer su destino, avanzaba penetrando el aire húmedo de esa tarde otoñal. Eran casi las seis de la tarde y todo parecía indicar que el día acabaría siendo uno más de cualquier vida.

La niña jugaba en un callejón cercano a su casa. Uno de los tantos en los que la basura suele crear montañas interminable de objetos. Siendo que nunca había amado a las muñecas, se entretenía jugando a ser “detective”. Ese día, el supuesto crimen que investigaba consistía en el hallazgo de un cuerpo en la casa de su vecino preferido. Y dado las heridas que el supuesto muerto tenía, ella había concluido que el arma del crimen se hallaría en ese lugar, escondido en un contenedor cuadrado.

Mia era curiosa y desafiante. Sus padres siempre insistían en que no se impulsara más allá de su casa y en que no levantara nada del piso. Sin embargo ella no le temía a lo desconocido. Por eso, a pesar de saber muy bien de que no debía recoger nada de la calle, cuando se topó con una caja de madera antigua, no dudó ni un segundo en lo que debía hacer. Se puso sus guantes y tomó la caja. Se dirigió al cordón de la vereda y se sentó.

Fue cuando estaba sumida en la observación del objeto indiciado que se percibió a sí misma como mojada. Se tocó la frente y notó un líquido tibio en sus dedos. Sangre. Un leve zumbido, una visión desenfocada y una sensación de aturdimiento la golpearon al instante. Se paró, intentó caminar pero no pudo llegar lejos. Cayó sobre el cumulo de desechos más próximo y exhaló por última vez.

La bala, que sin rumbo recorría las calles de la ciudad, se había instalado en el lóbulo izquierdo de su cerebro, fría como el acero.

Maldita la hora en la que había desafiado su suerte. Maldita la bala.

El cuerpo fue encontrado días después, cubierto de basura recientemente desechada. El arma del delito se encontraba en la casa de su vecino, ignaro de su culpabilidad, al interno de un viejo alhajero. La bala se había escapado, saliendo disparada, sin saber que causaría una muerte en el juego de Mia.

La bala perdida, la maldición de la niña.

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7 comentarios

  1. 1. Servio Flores dice:

    Interesante relato.
    me ha gustado la forma en como concatena el juego con la fortuita acción.
    Saludos

    Escrito el 29 abril 2015 a las 02:39
  2. 2. Zory dice:

    Me gusto! Tuve la oportunidad de comentar tu texto y me gusta la manera en la que es narrado.
    Exitos!

    Escrito el 30 abril 2015 a las 13:40
  3. 3. Pierina dice:

    Muchas gracias compañeros por los buenos aportes!

    Escrito el 1 mayo 2015 a las 05:28
  4. 4. grace05 dice:

    Muy buena historia. Bien narrada, el vocabulario y lenguaje sencillo permite una lectura fluida y ágil. Una historia que da para más.
    El giro final sorprende y conmociona. La muerte una niña por una bala perdida siempre resulta abrumadora,
    Muy buen trabajo!!!!!
    Te invito a comentar 106

    Escrito el 3 mayo 2015 a las 21:03
  5. 5. Veronica dice:

    Hola Pierina,

    Vaya final!! No me lo esperaba. Muy bien traído. Un saludo 🙂

    Escrito el 6 mayo 2015 a las 08:14
  6. 6. Marcelo Kisi dice:

    Hola Pierina!
    Me has convocado y aquí estoy. Primero, gracias por comentar mi relato de este mes, se valora mucho tu tiempo y dedicación! 🙂
    En cuanto al tuyo, me ha gustado el clima general y concuerdo con los compañeros en que escribís de un modo muy correcto y llevadero. En cuanto a la forma, escribís con un lenguaje sencillo y aterciopelado muy agradable. Por eso mismo me cuidaría de palabras rimbombantes, como si de repente quisieras escribir “difícil” o “poético” pero que rompen el estilo simple y, al final, la magia. Un solo ejemplo: “Sus padres siempre insistían en que no se impulsara más allá de su casa”. La palabra rara en esta frase es “impulsarse”. Hay otros ejemplos, fijate. Escribís suficientemente bien, no te hacen falta giros rebuscados o forzados.
    En cuanto al contenido, lo que contás está bien contado. Hay, eso sí, un problemita que no sé cómo definirlo, y que deja al lector lleno de impotencia, pero que no es una impotencia social sino literaria. Porque el hecho de la bala y la niña no tienen nada que ver, ni en la “realidad” de tu relato, ni en el plano literario. Es como si fuera un suceso casual más que un relato: una niña juega en la calle y la mata una bala perdida. Eso es todo. Quiero decir: uno se queda pensando: ¿y entonces? Digo, si estuviéramos en un contexto como fue una época en Juárez, en México, donde morirse por una bala perdida era común por las guerras entre carteles de la droga, y tu cuento fuera una denuncia contra cierta realidad, o algo. Pero aquí se nos cuenta un suceso que no nos lleva muy lejos. Llevo el ejemplo a un extremo para ver si logro hacerme entender: una señora va al almacén a comprar huevos, y al salir se tropieza con el escalón que don Manolo el almacenero no atinó a arreglar a tiempo, y la señora se quebró una rodilla. Fin del cuento. ¿Y entonces?
    No sé si me entendés, espero no ofenderte con esto que intenta ser un aporte. Pero es una sensación como si le faltara “carne” a la trama, como un propósito, algo que dé respuesta a la pregunta: ¿por qué esta historia debe ser contada? ¿La historia denuncia la posesión de armas hogareñas en EEUU? Entonces hay que mostrarlo de alguna manera. ¿El descuido de los padres hacia sus hijos? O bien no hay un propósito social, entonces: ¿la bala no fue una bala perdida sino que se descubre después que fue otro niño al que la niña no quiso prestar atención y le disparó desde su ventana? ¡Ah, entonces ahí habría una historia para contar! Otra podría ser que había una maldición sobre esa familia, si de seguir la consigna se trata. Quizás pesaba una maldición sobre la madre, pero lo termina pagando la pobre hija. ¿Cómo se llegó a eso, cuál es la historia previa? Habría misterio, habría acción, algo que esperar. Pero así contado, a Mia le ocurrió un mero accidente, quizás terrible, pero igual a cualquier otro: en la ruta 6 chocaron un auto y un camión, una madre y sus dos hijos muertos. Fin de la historia. Pero en realidad no hay historia. Ay, ¿habré sido claro?
    Espero que sí, que me entiendas y que el comentario te ayude, porque lo que sí transmitís al escribir es un enorme cariño por la escritura, la necesidad de contar historias, y de verdad lo hacés muy bien. ¡Espero que nos sigamos leyendo!

    Escrito el 7 mayo 2015 a las 19:58
  7. 7. Pierina dice:

    Aprecio mucho tu comentario, de verdad. Entiendo lo que querés decirme. Pero creo que logré mi objetivo. Dejar al lector con ganas de más y lleno de preguntas es lo que quiero. Hoy por hoy nos hace falta reflexionar!
    Muchas gracias de nuevo por tu aporte.

    Escrito el 7 mayo 2015 a las 20:29

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