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La maldición - por María M. Gras

La maldición

Todavía hablamos de ello cuando nos vemos ahora en Madrid, aunque hayan pasado 15 años de nuestra vida universitaria juntos en Granada. Cada mañana llegabas sin resuello a la facultad. Te esperaba a que acabaras de desayunar para caminar juntos a clase, si no voy contigo, no iré, me decías. Yo siempre llegaba muy pronto al comedor de la residencia, hay que desayunar despacio, me ordenaba siempre mi tía, y yo seguía sus instrucciones. Hay tiempo de sobra Elena, me decías, mientas yo empezaba a desesperarme y daba golpecitos con la cuchara ante tu desasosegante parsimonia untando la mantequilla en cada rebanada de pan. Salíamos con el tiempo justo para llegar a la facultad y yo no soportaba llegar tarde. Eres mucho más alta que yo, me decías, intento correr para alcanzarte pero algún día vas a dejarme medio ahogado por el camino. A veces ralentizaba el paso, pero mi mente racional no aceptaba roturas de mi estricto orden y esquema de vida, no Rachid, no me voy a detener, tú sígueme y no hables tanto. Muchos desayunos, muchas horas, muchas mañanas el uno frente al otro.

Descubrimos la noche granadina juntos. Nada mejor que el alcohol, en cantidades ingentes, para desinhibirnos y dejar atrás o al menos, anestesiar por unas horas, los esquemas mentales aprehendidos en nuestras familias, la maldición de la que deseábamos huir. Tú por ser musulmán y dudar cómo enfrentarte a tu familia y rechazar para siempre esas creencias impuestas y yo, por la extrema sobreprotección en la que mi tía me había criado y que apagaba cualquier atisbo de valentía, de riesgo, de coraje en mi vida.

Muchos estudiantes jóvenes en aquella residencia universitaria, chicos y chicas ansiosos por experimentar, por probarlo todo. Dentro de ese ruido yo buscaba mi camino, escapar del itinerario que mi tía había construido para su querida sobrina que recién nacida, había perdido a sus padres. Sé que ella solo deseaba alejarme del peligro, cuidarme, asegurar un futuro, mientras yo me enfrentaba a terribles luchas internas, brutales confrontaciones entre razón y emoción. Mientras titubeante avanzaba por ese camino incierto, tú estabas siempre ahí, si, pero solamente como un amigo que me divertía. No quería ver el alma que brillaba debajo de ese cuerpo pequeño y desgarbado. Seguro que le gustas a Rachid, me repetían hasta la saciedad mis amigas. No puede ser, que va, respondía yo con vehemencia. Mareada en mis dudas prefería aferrarme, de nuevo, a las instrucciones de mi tía y buscar el marido ideal que ella deseaba para mí y que en nada se parecía a Rachid. Seguro que en Granada vas a conocer a quien te haga feliz, a quien te ofrezca una estabilidad de por vida, me decía ella constantemente.

¿Estabilidad? Muy pocas cosas son estables, y así lo fuimos descubriéndolo, Rachid. Dejamos Granada, finalizamos un tramo maravilloso de nuestra vida y encontramos caminos diferentes, en ciudades y países remotos que nos separaron. Pero esa trashumancia que nos alejó, nos unió de una forma bestial a nuestras profundidades, a los océanos que dominan nuestro verdadero carácter y que ni mucho menos son mares tranquilos, sino feroces tempestades. ¿Nos liberó de los límites, de los muros que nuestras familias habían erigido sin preguntarnos y que percibíamos como nuestra peor maldición?

Años después descubrí que vivías en Madrid, voy a trabajar a Madrid, te dije, ¿puedo quedarme unas semanas en tu casa? Por supuesto, afirmaste, siempre tendrás un hueco dondequiera que esté. Nos encontramos, nos miramos y siendo diferentes, más adultos, manteníamos la misma química, esa amalgama de elementos que nos unió, que forjó nuestra amistad inquebrantable mientras caminábamos cada mañana a la facultad. Desde entonces, seguimos encontrándonos en Madrid, si bien albergo aún la duda de hasta qué punto ese deseo que sentiste hacía mi, esa atracción que nunca confesaste sigue viva, sigue latiendo. Desde el momento que llegué a tu casa y ahora años después, sueño demasiadas noches con lo que podríamos haber sentido juntos. En cada sueño me arrepiento de todavía conservar muy dentro de mí esa maldición que gritaba que no eras para mí, que no eras el hombre que necesitaba. Mi maldición, la maldición de gran parte de la humanidad que casi nos impone contener nuestros verdaderos deseos. Nos vamos a ver pronto Rachid, seguro, tan seguro como hoy, como ahora sé que deseo despojarme de esta maldición, ser más libre y probar y experimentar no de todo y con todos, como cuando vivíamos en Granada, sino contigo, solo contigo.

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6 comentarios

  1. 1. Fabián dice:

    Normalmente las historias de amor las evito por que se tiende a caer siempre en los mismos tópicos. Pero como me gusta mucho fijarme en los detalles pequeños, y me encanta encontrar vueltas de tuerca que hacen algo original de algo tópico, tu relato es uno de esos que dan una vuelta mas.

    •Forma

    Con respecto a la forma solo te sugiero que las palabras de las amigas, Rachid y de la tía estén entre comillas, ya que son citas que hace la protagonista y no están allí hablando personalmente.

    Y otra observación muy pequeña, el “ahora” del comienzo creo que se podría quitar, ya que por el contexto ya se entiende de que está hablando del presente.

    Por lo demás muy bien, buen vocabulario, buenas expresiones, buena puntuación.

    •Contenido

    Retomo lo que decía al principio de los detalles pequeños y las vueltas de tuerca. Me gusta ver cosas “inusuales”, ya sea en libros, películas, series, videojuegos, cosas como que la protagonista es mas alta que su pretendiente, y que éste no es no es un saco de testosterona y don perfecto en todos los sentidos. Son personajes muy naturales, muy humanos y creíbles, que te los podrías encontrar por la calle.

    La historia de amor tampoco es pastelosa o ñoña, tiene un tono mas serio y es creíble también.

    Buen trabajo.

    Escrito el 29 abril 2015 a las 10:40
  2. 2. beba dice:

    Hola. Tu cuento es un encendido poema en prosa, pleno de imágenes emotivas y vibrantes. Me gustó esta:los océanos que dominan nuestro verdadero carácter y que ni mucho menos son mares tranquilos, sino feroces tempestades. Un buen tema los prejuicios raciales y culturales.Muy bueno el contenido.
    En cuanto a la forma, encuentro que necesitarías revisar la puntuación. Por ejemplo:…que vivías en Madrid, voy a trabajar a Madrid, te dije, ¿puedo quedarme?…” necesita una pausa (“.” o “;”); e incluye un diálogo que no has señalado con raya; y esta falla aparece en otros párrafos.Y esto no es sólo porque está “mandado”; pasa que estos signos responden a lo que interpretamos mientras leemos, y su falta nos desorienta. Lástima en un oieza tan prometedora. Adelante.

    Escrito el 29 abril 2015 a las 19:19
  3. 3. T.Arévalo dice:

    Me gustan las historias de amor, y la tuya es buena. Y es buena porque se sale de lo habitual. Al haberla conjugado con la “maldición”, has conseguido un relato de amor que te va dejando un regusto amargo para terminar con un buen sabor de boca. Aunque, al terminar de leer el relato, no pude evitar preguntarme si la protagonista no se llevaría unas calabazas al confesarle su amor reprimido al pobre Rachid.
    Salvo algunos defectos de puntuación es un buen relato, me ha gustado, me ha provocado emociones, algo que no todos los relatos consiguen.

    Muchas felicidades, me gusta mucho tu estilo.

    Escrito el 1 mayo 2015 a las 00:08
  4. 4. Leonardo Ossa dice:

    María M. Gras, tu historia plantea una maldición de otra manera distinta a las que he leído en este blog. Me parece que lo haces de una manera acertada.
    Te sugiero eliminar en la primera línea “Todavía” o “ahora” una de las dos.
    También me gustaría encontrar una separación de personajes en la siguiente parte del texto:
    “Cada mañana llegabas sin resuello a la facultad. Te esperaba a que acabaras de desayunar para caminar juntos a clase, si no voy contigo, no iré, me decías. Yo siempre llegaba muy pronto al comedor de la residencia, hay que desayunar despacio, me ordenaba siempre mi tía, y yo seguía sus instrucciones.”
    En la parte que te indicó, me pregunté en primera instancia si la joven estudiaba con la tía. Tal vez deberías separar ahí el comentario con “recordé a mi tía” (por ejemplo).
    Una historia entretenida. Gracias por compartirla.
    Saludos.

    Escrito el 3 mayo 2015 a las 02:02
  5. 5. Thelma López Lara dice:

    Hola María,

    En cuanto a forma, coincido con Beba, hizo falta el uso de la raya para los diferentes diálogos del relato. Considero que el último párrafo amerita que utilices un punto y aparte.

    En cuanto a contenido, me gustó, es una historia de amor con muchas emociones y contradicciones.

    Saludos

    Escrito el 4 mayo 2015 a las 17:02
  6. 6. María M. Gras dice:

    Muchísimas gracias a todos por vuestros comentarios! El hecho de no poner rayas, o guiones, o comillas a los diálogos, se basa en que lo he leído así en varias obras, y quería probar y experimentar… ahora veo que puede resultar confuso y os agradezco que así lo señaléis, es un placer aprender continuamente.
    T. Arévalo: Me ha gustado tu reflexión final! :-)…bueno, calabazas, calabazas, no…solo pequeñas calabazas

    Escrito el 7 mayo 2015 a las 17:21

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