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La maldición - por Lucas

Aquel verano nunca se me olvidará, fue un verano especial, mi primer amor, si a eso se le puede llamar amor, pero quizás sí, quizás sea eso el amor, y no lo que ya de adultos uno piensa que es el amor, ¿quién sabe?.
Eran cerca de las seis de la mañana, cuando desperté con muchas ganas, porque me pasaban a buscar mis primos y mi tío para ir al campo a cazar. Aquel olor del campo por las mañanas, ver amanecer, preparar los perros, Diana, y Dani, que aunque tengan nombre de príncipes, así se llamaban, los perros de mi tío. Que tenían un olfato y ponían unas posturas sorprendentes, como si se tratara del final de una actuación de un ballet ruso, parados, firmes, orgullosos, como esperando un aplauso. Al acabar la cacería, sobre la una y media, cuando empezaba el calor, nos volvíamos al pueblo. Una ducha rápida y a tomar el aperitivito, por entonces, todos los jóvenes que andábamos en verano por allí, salíamos a tomar el aperitivo, era como un ritual, donde nos veíamos y comentábamos la cacería de la mañana, y hacíamos los planes de la tarde- noche. Después, casi siempre a las tres en punto, ni un minuto más, como si cayese sobre nosotros la maldición que tenía la Cenicienta, o algo parecido, como si todas nuestras ropas se fueran a convertir en harapos, salíamos todos corriendo del bar a nuestras casas a comer. Después de comer, veíamos la serie de televisión de moda, y al rato, íbamos a la piscina municipal a estar toda la tarde con los amigos, primos y demás componentes de aquellas pandillas veraniegas. Allí estábamos hasta que pasaba el calor, o cerraban la piscina, a veces, alargábamos la tarde, hasta las últimas luces, jugando un partido de fútbol o baloncesto, para después ir rápidamente a casa, asearnos, cenar algo rápido y otra vez a la calle, con los amigos hasta las tantas, que empezábamos a recogernos. Ya que al día siguiente teníamos que volver a comenzar nuestra rutina veraniega, salir de caza, aperitivo, piscina, y salir a tomar algo por las noches, y como es natural, entre tanta vida social, en aquel verano de agosto del ochenta y tantos, comenzábamos a enamorarnos, creo recordar que el primero fue mi primo Juan, que ya empezó a pasearse con su novia de la mano, una chica de un pueblo cercano, Carmen creo que se llamaba. Y aquel verano se fueron enamorando varios amigos, recuerdo a Pedro con María, a Lorenzo con Lorena. Y como no, también me tocó a mí, con Rocío, era una chica, que vivía en Sevilla, los dos sabíamos que cuando acabase el verano, lo más seguro es que no nos volviéramos a ver, y sobre todo entonces, que no existían los teléfonos móviles, ni internet, ni el Ave, por lo que todos sabíamos que cuatrocientos kilómetros de distancia eran insalvables, con apenas dieciséis años y poco dinero en el bolsillo, así que volver a vernos era realmente difícil, pero bueno así fue, me enamoré aquel verano. Ya se acercaban los últimos días de agosto, las primeras tormentas de verano y la separación no se hizo esperar, de pronto, una tarde sin avisar la vi montada en el coche de sus padres, saludándome con la mano, y yo respondiendo a su saludo de igual forma. Esa fue la última vez que vi a Rocío. Nos escribimos unas cartas, pero pasados unos meses ya deje de recibir cartas, así que tras unas llamadas no contestadas a casa de sus padres, entendí que era mejor no llamar más. Hace pocos días, después de haber transcurrido veinte años, y curioseando en las redes sociales, la volví a ver en Facebook con dos niños pequeños. Desde entonces los últimos días de todos los veranos, los recuerdo y los vivo, como si de una maldición se tratara, algún pecado cometido en otra vida o algo así, que tenemos que pagar, algo que habríamos hecho mal. Esa maldición caía sobre nosotros siempre a finales de agosto y se repetía todos los años por esas fechas. Después de unos días de verano, en los que consigo ser feliz y estar a gusto con la vida, de pronto, zás, ya está aquí la maldición, todo acaba, la vuelta al trabajo es inevitable, la maldición te persigue, hasta que te devuelve a tu ordenador, a tus madrugones, los atascos y a ver a tu jefe y demás seres que habitan en la oficina a diario.

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4 comentarios

  1. 1. KMarce dice:

    Saludos Lucas,
    Para este mes decidí leer y comentar iniciando con los relatos de mayores numeraciones hasta llegar a los primeros, por esto te he encontrado.
    Tu relato es como un memoria, una página de un díario narrada por una persona que se llena de nostalgia, recordar el primer amor, sus andanzas de juventud, esos placeres que gozan los jóvenes por ser jóvenes sin mayor responsabilidad que disfrutar lo lindo que ofrece la vida. Buen relato a las épocas pasadas.
    En cuanto a redacción y esquema, pienso que debes alejarte de la pantalla y ver tu bloque de escritura, se ve denso. Me da la impresión que escribías de continúo con muchos puntos y seguidos, lo cual puede cansar la vista.
    Me encantan los párrafos grandes, y en lo particular no me gusta el espacio de dejar una línea en blanco entre ellos, pero hay que “cortar” la historia, para dar un respiro “visual” a quien lee. ¿Dónde hacerlo? Separa las ideas, emociones, fragmentos o tiempos.
    Un consejo que recibí, es evitar cortar las frases con muchas comas. Hay que usar frases largas y cortas. Ahora lo practico mas seguido, y me he dado cuenta que al no colocar una coma la frase termina ganando fuerza.
    En la narrativa, también condensa, sobre todo cuando tenemos espacio reducido como son los retos del taller, hay frases que con menos podrían decir lo mismo, pero ésta ya es una herramienta que cada autor desarrolla a su antojo.
    La historia podría aplicarse a cualquiera, y eso ya es un atino.
    Enhorabuena, nos leemos.

    Escrito el 30 abril 2015 a las 01:09
  2. 2. Troya dice:

    Bonito relato. Me ha transmitido paz y nostalgia. Está lleno de sentimientos.
    En cuanto a la forma, coincido con KMarce, tienes quedar más respiros.

    Saludos.

    Escrito el 30 abril 2015 a las 23:04
  3. 3. grace05 dice:

    Lindo relato. Sentí que leía las páginas del diario de un adolescente. También recordé vacaciones , en mi país , Mar del Plata, también a cuatrocientos kilómetros de Buenos Aires. Nos conocíamos, salíamos sabiendo que el último día de verano todo terminaba.. Cosas de la vida y de adolescente.
    Tu relato me gustó mucho. Adhiero a KMarce en cuanto a la forma. Sin embargo lográs transmitir sentimientos,
    ¡Adelante!!!! ¡sigue trabajando!!!
    Te invito a comentar 106

    Escrito el 1 mayo 2015 a las 23:30
  4. 4. Leonardo Ossa dice:

    Lucas, una agradable evocación de momentos inolvidables que poco hubiera relacionado con la maldición, pero sí señor, ahí esta presente para desgracia. Jajaja
    Un saludo.

    Escrito el 4 mayo 2015 a las 20:34

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