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La maldición - por MartaV

Hace diez años me mandaron como Psicóloga interna al Sanatorio Villanegra, un antiguo edificio muy bonito, algo triste, pero precioso. Pertenecía a un pueblecito muy pequeño rodeado de montañas, y en una de ellas se levantaba el inmenso Psiquiátrico. Allí me esperaba Victoria, una paciente con esquizofrenia que ejerció como Psicóloga en el centro hasta hacía un mes.
Durante el primer contacto con Victoria comprobé sus síntomas característicos: lenguaje y comportamiento desorganizados, ideas delirantes y alucinaciones. Al poco de estar con ella se puso muy agresiva y sólo me dirigía una frase repetitivamente: Ha sido ella. Hubo que sedarla.
A la mañana siguiente la vi sentada frente a una chimenea mientras lloraba desconsolada.
– Ha sido ella, ha sido ella…
– ¿Quién ha sido?
– La maldición
En la siguiente sesión con Victoria me habló de personas con miembros amputados que paseaban por el Sanatorio, de una chica con el rostro desfigurado que la visitaba todas las noches en su habitación y de un hombre que les gritaba a los internos que permanecerían allí por siempre.
En el tercer contacto con Victoria volvió a terminar sedada al ponerse violenta conmigo empujándome con una fuerza sobrehumana mientras me decía que me fuese. Fue el cuarto día cuando volvió a hablarme de la maldición. Yo sólo lograba entender que estaba ingresada porque estaba maldita. Era muy difícil comprender lo que quería decir mientras actuaba y discutía como si la sala estuviera llena de gente.
En los siguientes días quise indagar a fondo sus delirios. Me dijo que escucharla me hacía mal, que tenía que irme, dejar el trabajo, de lo contrario la maldición no acabaría nunca. Victoria me habló de la maldición como una leyenda que se hacía realidad. Pasé varios días intentando averiguar de qué me hablaba hasta que un día di con la existencia de un anciano del pueblo que escribió un libro de leyendas. Esa misma tarde, al terminar mi jornada laboral, bajé al pueblo en su busca. Frasco, que así se llamaba el adorable anciano, me contó la leyenda del Sanatorio Villanegra.
“El sanatorio fue propiedad de los inquisidores, quienes entraban en las casas de los lugareños y raptaban a jóvenes. Los violaban, los torturaban y por último, los emparedaban en el viejo edificio. Cuenta la leyenda, que las almas de las víctimas maldicen a todo incrédulo que conoce la historia y sigue allí, para que permanezcan atrapadas por siempre igual que ellas, conviviendo con ellas, y por eso se transformó el edifico en un psiquiátrico…porque quién va a creer a un loco.”
Cuando volví a Villanegra busqué a Victoria. Le conté que ya sabía de qué leyenda me hablaba y que no debía preocuparse, era sólo un cuento que había sido adornado generación tras generación.
– ¿Frasco?
– Sí, me la ha contado Frasco, ¿cómo lo sabes?
– La historia se repite…te recuerdo que yo era la Psicóloga, no estoy loca, no me hace efecto la medicación…los veo. Es la maldición, lo sabes y no te has ido. Vete, vete, vete, vete…
– ¡Enfermera! Otra crisis.
Esa noche no podía conciliar el sueño. No podía quitarme a Victoria de la cabeza. Di vueltas en la cama una y otra vez…hasta que la vi. Vi a la chica con el rostro desfigurado que visitaba a Victoria cada noche.
Ojalá hubieras confiado en mí. Ojalá te hubieras ido. Ojalá no hubieras escuchado hasta el final. Ojalá no hubieras visitado a Frasco. Ojalá no te hubieras comportado como tantos y tantos durante los 10 años que llevo aquí. Bienvenido al Sanatorio Villanegra, colega.

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2 comentarios

  1. 1. Carla dice:

    Hola MartaV,
    he disfrutado con tu historia. Desde el principio se sospecha que ocurrirá algo como lo que finalmente ocurre, pero has conseguido que, incluso sabiendo lo que va a ocurrir, haya sentido un escalofrío al leer el último párrafo.

    Escrito el 30 abril 2015 a las 19:57
  2. 2. MartaV dice:

    Hola Carla,
    muchas gracias por tu comentario 🙂

    Escrito el 30 abril 2015 a las 20:56

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