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La maldición - por Zigor Igartua

En última instancia, es nuestra capacidad para sentir e interpretar la realidad la que genera todos nuestros problemas.

Una frase hermosa, elegante, invoca armonías del arpa que llevamos dentro y abre las puertas de la alcoba de la reflexión. ¿Quiere decir que si no pudiéramos sentir ni interpretar la realidad no habría problemas, o que simplemente no tendríamos la capacidad de sentirlas ni interpretarlas? ¿No se trata acaso de una tautología?

Es curioso cómo en un principio, al leer la frase, me he sentido atraído por ella, algo ha brillado en mí y me ha puesto alerta ante la inmediatez de una inesperada pero agradable visita. Sin embargo, al abrir la puerta he visto que no era más que otro vendedor de palabrería. Fue bonito mientras duró.

Lo curioso es que primero he sentido la frase y luego la he interpretado. Siempre lo hago así. Da igual si lo que estoy sintiendo e interpretando es la posición de la cuchara con respecto al tenedor, la cazuela humeante de patatas a la riojana en el centro de la mesa o la caótica figura que marca el vuelo desorientado de la mosca al sobrevolarla. Da igual si he sentido que las patatas me iban a quemar y no lo han hecho, o si finalmente lo han hecho, incluso si a veces intuyo que los sentimientos me guían correctamente y otras no, ni si cavilo que debo ser más reflexivo o más impulsivo. El hecho es que primero siento y luego pienso.

Y es inevitable hacerlo así, todos lo hacemos. Por un lado estamos diseñados para percibir a través de las antenas que nos brinda nuestro cuerpo y lo hacemos de forma inconsciente. Luz, color, sombra, melodía, alarido, viento, lluvia, arena, humo, sal, pimienta, ese constante collage de estímulos, esa interminable sinfonía de cuerdas de arpa vibrantes llega a nuestro incansable centro de mando para que el equipo perceptivo corte, copie, pegue, archive y envíe al equipo gestor la parte que ha considerado más relevante. Por otro lado, estamos diseñados para recibir el paquete percibido y gestionar la información que hay en ella, desgranarla, contextualizarla, compararla con el pasado y proyectar un posible futuro, hacernos conscientes. Sentir y pensar son los dos métodos que usa siempre el equipo gestor para hacernos conscientes de nuestra realidad. El sentimiento acude como un rayo, mientras que el pensamiento camina por un trayecto más bifurcado. Por eso siempre primero sentimos y luego pensamos.

¿Quién no se ha sobresaltado alguna vez al ver su tranquilo paseo bruscamente importunado por los ladridos de un alterado perro? La aceleración de la frecuencia cardíaca, sudoración y contracción muscular son inmediatas, fruto de un repentino estado de alerta en el que entramos antes de procesar por completo la información ladrada por el can. Es un poco más tarde, un casi imperceptible instante más tarde, cuando nos damos cuenta de que se trata de un maldito perro enano gruñón asustadizo y malcriado, sujeto por un inseguro amo, que lejos de asustar invita a darse uno media vuelta y acabar con el desencuentro a mamporros. Según nos alejamos del lugar con cara contrariada, sin propinar ningún golpe ni insulto no se sabe si por educación o por el qué dirán, nuestra mente proyecta los pensamientos inferidos; la vocecita interior nos habla en nuestro idioma y nos dice que procuremos tranquilizarnos, que no ha sido más que un susto, que no hay motivos para alarmarse de esa forma; la juguetona imaginación nos deleita con un espectacular libre directo que lanza al chucho por encima de la barrera y lo clava por la escuadra de la portería. Los sentimientos se muestran en forma de alteraciones del sistema nervioso, mientras que los pensamientos se proyectan en la mini sala de cine que llevamos todos dentro.

Y siempre es así, sólo puede ser así. Es la maldición del ser humano, estamos condenados a sentir, condenados a pensar, condenados a hacernos conscientes de la realidad que nos rodea de la única forma humanamente posible. No sé si los problemas realmente existen o son simples interpretaciones de la realidad que percibo, no sé si soy feliz cuando la realidad me hace feliz o cuando así la infiero, no sé si puedo elegir el filtro por el que paso las interminables sinfonías de cuerdas de arpa vibrantes que componen todo lo que nos envuelve, lo que somos, lo que ha sido y lo que seremos, sólo sé que todo lo que es lo es porque puedo sentirlo e interpretarlo. Bendita maldición.

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1 comentario

  1. 1. Ana Schaller dice:

    Hola Zigor,

    Interesante reflexión, aunque para mí no es un relato, ya que no hay ninguna trama.

    Tal vez podrías tratar de contar una historia basasda en esta reflexión. La parte del perro podría haber terminado siendo un cuento.

    Nos leemos,
    Ana

    Escrito el 29 abril 2015 a las 18:51

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