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LA MALDICIÓN - por AitorMB

Después de la misa de Vísperas Bertrand entró en su alcoba. Los criados del duque apenas habían tenido tiempo de adecuarla para alguien de su dignidad pero tampoco había previsto él, aquella mañana al salir de Aviñón camino de Burdeos, tener que pernoctar en Roquemaure. Hacía días que se sentía mareado y fatigado, el cuerpo le pedía descanso pero toda vez que se dejaba caer sobre la cama, continuos pensamientos le desvelaban. Demasiados problemas, demasiados asuntos que resolver, demasiados remordimientos.
Se acercó a la chimenea, aunque ya estaban en la primavera entrada, las noches aún eran frías en aquel lugar del Languedoc. Inevitablemente las llamas le trajeron a la memoria la imagen de aquel pobre diablo en la hoguera, señalándole con dedo acusador: Vos seréis el próximo. Apenas había pasado un mes de aquello y su mente se negaba a olvidarlo.
Llamaron a la puerta y el sonido lo devolvió a la realidad. Sin abrirla del todo, asomó la cabeza su secretario personal.
-Su Santidad, os espera el médico que habéis mandado llamar.
-Hacedle pasar y retiraros.
La puerta se abrió por completo y en el lindar se dibujó la figura de un joven de cabellos largos y vestido con un ropaje de colores llamativos. El joven se acercó a él y se arrodilló, Bertrand le tendió la mano para que se la besara.
-Su Santidad, me honra enormemente teneros como paciente.
-Espero que seáis tan bueno como dicen las gentes de este país.
-Su Santidad, he robado tantas gentes de los brazos de la muerte que temo que se me aparezca un día la Parca pidiéndome cuentas.
-Dejad la charlatanería. Últimamente me siento muy fatigado y mis médicos solo son capaces de ofrecerme sangrías y más sangrías. ¿Ofrecéis algún remedio mejor?
-Su Santidad, le prometo que yo no necesito sangrar a mis pacientes, me sirvo de lo que la naturaleza. ¿Cree que alguien podría desearle algún mal? ¿Quizá un mal de ojo?
Bertrand se quedó callado. ¿Alguien? Podría darle una lista entera de nombres pero tampoco incumbía aquello a ese desconocido.
-¿Insinuáis que tengo enemigos?
-De ninguna manera, entonces puede que este estado se deba simplemente al exceso de trabajo. Traigo aquí precisamente un preparado de lavanda, ajonjolí y plomo que devolvería la vitalidad al mismísimo Matusalén.
-No blasfeméis. Dejadme probar ese brebaje y si en verdad tenéis razón, os convertiré en mi médico personal.
-Me alegra oíros eso, Su Santidad- el médico sonrío con una amplia mueca.
Bertrand ingirió aquel líquido y el médico se retiró sin apenas él percibirlo. Tenía un gusto amargo y sentía un fuego abrasándole las entrañas pero pasado el mal trago, se sentía aliviado. Quizá hubiera acertado aquella vez.
Se sentó junto a la calidez del hogar para rezar un poco y de repente vio en el fuego aparecerse la imagen de un hombre alto y de pelo cano, un viejo conocido de Bertrand.
-Vos, ¿qué hacéis aquí? ¿Cómo habéis conseguido escapar del infierno?
-No importa, Bertrand, me envía el propio Lucifer a buscaros.
Bertrand se hizo hacia atrás en la silla y se abrazó para protegerse.
-No, no, yo siempre he sido un hombre de bien, el Señor me espera en su gloria.
-Os equivocáis, sois un pecador que habéis vendido el trono de San Pedro al rey francés- el fuego se avivó y pareciera que las llamas quisieran cogerlo- Habéis permitido que los príncipes se paseen a sus anchas por territorio sagrado y por eso vuestro lugar es el infierno.
-Callad, callad, no sois más que un infiel, adorador de Bafomet.
-¿Os creéis las mentiras que vos mismo inventasteis? Venid conmigo, el camino no será largo.
La pared de la chimenea se apartó y aparecieron unas escaleras que bajaban. Bertrand escuchó una risa diabólica mientras el hombre acercaba a él. Gritó de terror. Se levantó de un salto de la silla. Toda la habitación daba vueltas a su alrededor.
-Vos me asesinasteis, Bertrand, fuisteis el brazo ejecutor de los príncipes y merecéis el castigo eterno.
-No, no, noooooo.
Desesperado Bertrand corrió hacia la ventana, sintió el frescor del aire nocturno de primavera, miró hacia abajo y vio las rocas sobre las que se asentaba el castillo. Miró atrás, el desconocido estaba cada vez más cerca. Sin pensárselo dos veces, Bertrand subió al quicio y saltó. Antes de estrellarse contra el suelo y que sus sesos se esparcieran sobre la dura piedra, escuchó a Jacques de Molay amenazándole desde la hoguera aquel día de marzo en París: vos seréis el siguiente, Bertrand.

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6 comentarios

  1. 1. Leonardo Ossa dice:

    AitorMB, tu relato es magnifico. Todo en este texto resulta de maravilla. ¡Felicitaciones! es un texto que merece ser leído y comentado por los demás compañeros. Con toda seguridad les va a encantar.

    Escrito el 2 mayo 2015 a las 01:09
  2. 2. Leosinpirsa dice:

    Hola AitorMB, me ha gustado tu texto, aunque tengo la duda de si lo que le ocurre es efecto del mejunje que le ha dado ese nuevo médico o si realmente, es el propio infierno que le busca por sus crimenes. La maldición tal vez sea, el peso de la conciencia que busca castigarle por los pecados que ha cometido y se sabe culpable.

    En todo caso, enhorabuena, ha sido muy entretenida su lectura. Un saludo.

    Escrito el 5 mayo 2015 a las 10:56
  3. 3. Leonardo Ossa dice:

    Hola AitorMB, he pasado nuevamente por acá para agradecer tus palabras con respecto a mi relato.
    Estoy un poco sorprendido por el bajo número de comentarios que tiene tu escrito. Los demás compañeros no saben de la historia que se están perdiendo.
    Un abrazo.
    leonardo_ossa@hotmail.com

    Escrito el 7 mayo 2015 a las 16:01
  4. 4. AitorMB dice:

    Gracias, Leonardo!

    Supongo que al estar tan abajo dificulta que todo el mundo pueda leerlo. A mi me pasa igual, intento leerlos todos y por unas cosas o otras sólo me da tiempo a leer los primeros. Un saludo!

    Escrito el 11 mayo 2015 a las 15:02
  5. 5. beba dice:

    Hola, Aitor:
    Como le dices a Leonardo no es fácil salir de los primeros. Creo que tiene que ver la suerte. Yo apliqué mi receta de leer los 10 que me siguen, y luego he picoteado aquí y allá dejando para el final a los que suelen ser más leídos.
    Me ha gustado mucho la historia, lograda con no demasiados elementos, directa al grano.
    Veo un juego de ideas entre el ardor del menjunje y el de las llamas próximas.Y al darle un final imprevisto dejas latente la intriga.¿Fue un delirio provocado por el plomo?
    ¿Fue el estrés y la mala conciencia?
    Muy buen manejo narrativo. Vocabulario adecuado. Corrección gramatical.
    Aplausos.

    Escrito el 12 mayo 2015 a las 01:52
  6. 6. Aitor dice:

    Hola, Beba.

    Muchas gracias por tu valoración.

    Fue una mezcla de todo. Pero sobre todo es el sentimiento de culpabilidad. Este personaje es el Papa Clemente V que suprimió la orden de los Templarios por presión del rey francés. Según la leyenda, antes de morir en la hoguera (por falsas acusaciones) el maestre de la orden, Jacques de Molay, prometió al Papa y al rey que ese mismo año se reunirían los tres frente a Dios y efectivamente ambos personajes murieron ese mismo año en extrañas circunstancias.

    Escrito el 13 mayo 2015 a las 08:27

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