ENAMORADOS - por conchi

La maleta abierta encima de la cama hacía sonreír a Laura, por fin tendría unas vacaciones, el tiempo no acompañaba, llovía sin parar, el repiqueteo del sonido de lluvia atrajo su atención a la ventana, se acercó, corriendo las cortinas, el espectáculo que formaban las gotas de agua corriendo por el cristal, acentuaban su sueño, viendo en cada gota la mirada de Antonio. Absorta en sus pensamientos, vigilaba el trayecto de cada gota. En su mente resuenan palabras de Antonio, ensalzando la belleza a la que no estaba acostumbrada, y que, en su momento la incomodaron sintiéndose extraña, un insulto lo hubiera aceptado mejor, más familiar, no sintiéndose digna de tanto alago.
Duda ser merecedora de ese cariño que le procesa, palabras bonitas que se esfuerza por adaptarlas a su ser, sus palabras son un vestido de talla grande, donde se pierde dentro de ellas. A la vez, en su interior, brota un manantial de aguas cristalinas, recorriendo su cuerpo, sin poder pensar en otra cosa que en él, su nombre, es palabra mágica que le hace flotar, un globo a la deriva sin obstáculos. La mirada fija en el cristal, observa una gota que se desliza con rapidez introduciéndose en otra gota, engordando, a la vez que se expande recogiendo otras gotas cercanas, dividiéndose en dos, precipitándose en el borde de la ventana.

Sentándose en la cama, respira hondo, con las manos entrelazadas sujetando la nuca, relaja la cabeza sobre ellas, cierra los ojos y dibuja una sonrisa, la paz que respira la inquieta, abre los ojos dejando caer su mirada en la puerta, por un momento cree escuchar la violenta voz, que con insultos la despiertan en sobresalto, con la mirada fija en la manilla de la puerta, espera verla moverse, golpeando la puerta contra la pared, pasan unos segundos, y el silencio, la paz, las ilusiones que la envuelven, la atemorizan, cree vivir en un mundo que no es el suyo, echa de menos los golpes, los insultos del hombre con el que ha gastado su juventud, y que tan dependiente sigue de él, a la vez que saborea una libertad desconocida, pero segura al saber que nunca mas volverá a verlo. Mira su reloj, no puede creerlo, el tiempo ha pasado muy deprisa, recuerda que tiene que hacer alguna compra, solo faltan dos días para su viaje, comienzan las fiestas de Semana Santa, y toda actividad comercial quedará paralizada.

Según se aproxima la fecha, sus emociones se desbordan, donde una amalgama de contradicciones le hacen desear y rechazar, anhela con toda su alma ese viaje con Antonio, y algo dentro de ella la censura, por ser un hombre casado,…Antonio, esa droga desconocida que le quita la vida si se aleja de él, le falta el aire, su ausencia la paraliza, con la mirada fija en ninguna parte, puede pasar horas mirando al vacío por una ventana, lo necesita para seguir viviendo, es una fruta prohibida que al alargar su mano hacia ella, siente el peso de la culpa. Dos grandes gigantes luchan dentro de ella zarandeando su alma, que repleta de dolor, hasta las lágrimas que podrían servirle de consuelo le hacen daño, embelesada no percibe el caminar de las manecillas del reloj, intuitivamente, sospecha que todo el mundo duerme, la luz de la luna atraviesa el cristal de su ventana colándose de forma descarada en su habitación, ha escampado, necesita respirar el aire que él respira, toma su teléfono y sale de forma apresurada, encaminándose a su barrio, necesita pisar los ladrillos de acera que él ha pisado, tocar la puerta que él ha tocado, respirar el aire que él respira, solo así podrá irse a la cama.
La suave melodía de su teléfono hace saltar de gozo su corazón, sabe que es él, con cierto nerviosismo responde a su llamada.
––Hola…
––Siento llamarte a esta hora, estarías durmiendo, pero necesitaba escuchar tu voz
––¡Cariño! …..No, no duermo…
––¿Sabes? Ahora mi mujer dice que quiere venirse conmigo
––Ahhh, Pues… Está muy bien, tu matrimonio se fortalecerá
––¡Es un fastidio, si se viene! He soñado mucho con este viaje
––No importa, solo te pido que me llames todos los días
––Escúchame, si decide venirse, saldremos temprano, antes que empiece la procesión, si se queda, vendré temprano a por ti.
––Estaré esperándote

Apenas pudo dormir esa noche, la maleta preparada y bien cerrada a los pies de la cama, y ella sentada… Bien vestida, hasta cuando los tambores comenzaron a sonar.