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A las puertas - por Bea

El enemigo se hallaba a las puertas del reino. Los más poderosos y valientes caballeros de la ciudad ya estaban discutiendo sobre sofisticados y rudos planes con los que intentar hacer retroceder al enemigo. Todo aquello era demasiado. No el hecho de haber descubierto hace escasas semanas que era la legítima y perdida heredera del trono de Baelhiria, sino el hecho de que todas aquellas personas estuvieran dispuestas a dar la vida por ella, quisieran o no.
La histeria cundía como el fuego fuera de los muros del castillo, los atemorizados campesinos corrían de un lado a otro buscando entre todas las calles de la ciudad un lugar, un recoveco dentro del que guarecerse de todo el caos que presentían se avecinaba.
En la sala del castillo se hizo el silencio. Caras y más caras expectantes la miraban pendientes del más mínimo gesto que les diera la orden para intentar destrozar al enemigo. En aquel instante recordó las palabras del hombre que durante tantos años había pensado que era su padre; “No es el temor lo que impulsa al hombre Cara sino el amor. El amor hacia su gente, su familia, su pueblo es el sentimiento que impulsa a un hombre cuerdo a cometer las mayores locuras.” En aquel momento intentó sin mucho éxito digerir el nudo que se le había adherido en la boca del estomago, tenía un plan y estaba decidida a llevarlo a cabo y a salvar a todos aquellos aterrados ciudadanos de la que de ahora en adelante tendría que aprender a llamar su casa.
Comenzaron por guarecer a las mujeres y los niños en las mazmorras del castillo. Los hombres por el contrario, fueron los encargados de reunir y crear todo aquel tambor u objeto que pudiera causar el menor ruido y colocarlo en cada rincón de la ciudad. Lo siguiente fue sentarse a esperar.
Todo lo invadía la calma. El silencio más sepulcral había irrumpido en la ciudad de forma ensordecedora haciendo que todo adquiriera un matiz sombrío y desagradable. Lo único que quebró el silencio fueron los cascos de los caballos del enemigo golpeando los adoquines de la entrada principal a la ciudad. Adentrándose en la ciudad y explorando sus calles, tiendas, casas, callejones, bares. Hasta el último rincón de la ciudad fue tocada con la mano de aquellos mercaderes, ladrones, asesinos y forajidos que el rey más allá del mar rubí había podido lograr y que ahora se hacían llamar soldados.
Todos aquellos seres miserables estaban saqueando su reino con el único propósito de encontrarlos a ella y su gente y asesinarlos, pensó. Hoy no sería ese día. Esperó hasta que el vigía apostado en lo alto de la torre de vigilancia les diera la señal. La señal que les diría si se encontraban en el punto exacto para dar la orden que los llevaría a la victoria y fin de toda aquella locura.
En aquel momento salió de sus pensamientos al oír el canto de un ruiseñor, el vigía les estaba hablando, era la hora. Respiró hondo y dio la orden. En ese preciso instante los tambores comenzaron a sonar.

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2 comentarios

  1. 1. Juana Medina dice:

    Hola Bea,
    tu historia apunta a leyenda medieval si hubiera ocasión de continuarla. Te diría que revises un poco la puntuación, cosa que seguramente ya te habrán dicho.
    Aunque no estoy muy segura de tu teoría de que a los hombres los impulsa el amor y no el temor, como idea es muy interesante.
    Siento que sean sólo 750 palabras, me gustaría saber cómo hace tu personaje para hacer triunfar tu tesis.
    Felicitaciones.

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 19:20
  2. 2. Autor dice:

    Hola, Bea. Soy Autor, escribi uno de los comentarios de este texto. Te invito a pasarte por el mio (nº 105), por si quieres comentarme algo. Un saludo. ¡A seguir escribiendo!

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 22:51

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