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LA POSTURA DEL MISIONERO - por PABLO YEBES

Cuando despertó pensó que ya había muerto y que estaba en el infierno. Pero el dolor que le impedía moverse, la sequedad de boca y, sobre todo, el olor y ese ruido horrible le recordó que lo peor aún estaba por llegar. Con la puesta de sol empezaría el auto de fe en el que iba a ser el protagonista principal. El ruido provenía del montaje del tinglado y el tensado de los tambores.

Juanito, el intérprete cuarterón, seguía sin entender porque le castigaban. Si siempre había obedecido a los padres y a los hombres del gobernador por qué iba a morir en la hoguera.

Todo empezó cuando la expedición que había estado remontando el río Guarico informó de que había avistado una tribu desconocida y de apariencia pacífica. La noticia no tenía nada de extraordinario, pero había afectado profundamente el ánimo de uno de los dominicos.

Fray Martín de Horce llevaba muchos años en las Indias. Había llegado a Caracas con Juan de Pimentel cuando la ciudad era un poblado de no más de trescientas almas. Nunca se había atrevido a internarse en la selva con los exploradores; su misión había consistido en controlar las encomiendas para que no se volvieran a cometer las injusticias que había desvelado fray Bartolomé. Pero, en los últimos tiempos, su poca osadía le mortificaba; por eso cuando se enteró del descubrimiento de la nueva tribu, y pese a su avanzada edad, pidió a sus superiores dirigir un grupo de evangelización.

No era el mejor momento. La lucha con los caribes y otros indígenas refractarios al poder de la Corona aconsejaban aplazar el proyecto; pero el fraile insistió tanto que le concedieron una embarcación para el viaje de ida y un intérprete.

Los días previos a la partida fray Martín y Juanito pasaron casi todo el tiempo juntos preparando el viaje. El fraile le pedía sobre todo literalidad en sus traducciones, puesto que serían los mensajeros que iban a llevar la palabra de Dios, por primera vez, a esos buenos salvajes.

Tardaron casi dos días en remontar el río hasta el lugar indicado. Cuando pisaron tierra la embarcación volvió a la ciudad.

Al momento sintieron las primeras presencias. Intentando ocultar su angustia continuaron internándose en la selva. El calor era cada vez más pegajoso; costaba respirar y avanzar resultaba penoso, sobre todo para el fraile.

Sin saber cómo, en un pequeño claro, se vieron rodeados por los indios. Hombres, mujeres y niños los miraban con curiosidad y actitud amistosa. Juanito intentó comunicarse con ellos en distintas lenguas hasta que descubrió que hablaban un dialecto apure.

Desde que llegaron al poblado fray Martín, siempre acompañado de Juanito, aprovechaba todo momento para mostrarles la Palabra.

Antes de emprender el viaje había decidido resumir su apostolado en mensajes sencillos: sólo hay un Dios, con tres personas; sólo Dios merece adoración, aunque también se puede adorar a la Virgen y a los santos; Dios envió a su hijo Jesús para salvarnos con su muerte en la cruz; Jesús dijo “el que come mi carne y bebe mi sangre conseguirá la vida eterna”.

Dos semanas después de su llegada, cuando Juanito volvió al poblado, tras una pequeña ausencia, se encontró al fraile atado con unas lianas a una especie de cruz. Había recibido un fuerte golpe en el cuello, pero aún vivía. Intentó salvarle pero, sonrientes, los indígenas se lo impidieron: iba a morir por ellos y tres días después, cuando la carne se ablandara, se lo comerían para conseguir la vida eterna.

Fray Martín no volvió a despertar. Esa noche Juanito envolvió en una tela las sandalias, el anillo y la Biblia del fraile y huyó río abajo. Llegó a Caracas al día siguiente, medio muerto. Cuando vieron su hatillo le detuvieron y lo llevaron al Tribunal.

Empezaba a anochecer. Encendieron las antorchas. Los tambores comenzaron a sonar.

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3 comentarios

  1. 1. Wuldoak dice:

    Hola Pablo,
    me ha gustado el relato. La historia es genial, y las descripciones son fluidas. He necesitado una segunda lectura para atar algunos cabos que se me habían quedado sueltos, pero puede ser cosa mía; al volverlo a leer me he dado cuenta de que la información estaba ahí.

    Saludos, y enhorabuena.

    Escrito el 29 mayo 2015 a las 19:01
  2. 2. beba dice:

    Hola, Pablo:
    Una buena historia. me gustó mucho; la noté ágil y coherente.
    Y me encantó el doble desenlace imprevisto: la muerte del fraile y la condena del inocente Juancito.
    No encontré nada que sugerirte para mejorar o corregir. Está muy bueno.
    Felicidades.

    Escrito el 31 mayo 2015 a las 02:33
  3. 3. Lagartija dice:

    Buen relato Pablo! He andado desconectada el último mes pero hoy que tenía hueco me he puesto a leer unos cuantos relatos de tambores (yo no llegué a tiempo a escribir este mes) y el tuyo no me ha defraudado. Original sobre todo el salto temporal y muy buena la ambientación. Un saludo!

    Escrito el 1 junio 2015 a las 21:56

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