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Los tambores de Solima - por Fernando

El reino había quedado casi en ruinas. La última batalla contra los gigantes de Misaria había sido devastadora, y los valientes y temerarios soldados de las tropas del Rey pelearon hasta derramar las últimas gotas de su sangre, en el campo de batalla en la entrada de la fortaleza de Solima, al este de Bustrania. A fuerza de hierro y fuego se fue forjando la lucha más cruel y desigual en la historia de la legendaria Solima, e injustamente, las tierras protegidas por años por la dinastía Columita, descendientes del Rey Columo El Grande de Solima, habían sido arrebatadas. Los gigantes Misarinos habían declarado la guerra al Rey Solimano a principios del invierno del este, siendo ésta época propicia para ellos, ya que la piel de los gigantes estaba bañada en grasa que los protegía de los fríos intensos del invierno oriental, y los Solimanos que eran de sangre caliente, no tenían la fortaleza para enfrentarlos. Los gigantes, literalmente, los aplastaron.

Los pocos sobrevivientes de la desdichada tierra huyeron en dirección al norte, llevando con ellos algunas pocas provisiones y caballos, alejándose tan rápido como pudieron. Luego de varias semanas de andar por los caminos montañosos para cruzar la frontera del norte, habían llegado a un vasto territorio en el que abundaba la vegetación; era una enorme pradera al pie de las montañas. Los árboles que la rodeaban daban sombra y protección contra los fuertes vientos invernales del este que llegaban desde el mar, a pocos kilómetros, y las montañas detenían el avance de las tormentas del centro del país. Finalmente, los pocos Solimanos que lograron sobrevivir, parecían haber llegado a una tierra que les daría un poco de descanso.

Cuando los gigantes Misarinos volvieron al viejo reino en ruinas, no encontraron ser vivo en éstas, y supieron que habían vengado la muerte del gigante Rey, degollado a manos de los soldados del primer monarca Columita, quien había dado la libertad al reino que se mantenía independiente desde entonces, hacía aproximadamente unos 300 años atrás. Durante 3 siglos, se habían enfrentado ambos pueblos con resultados favorables para los Columitas Solimanos, legendarios y conocidos por indicar sus victorias haciendo sonar un centenar de tambores fabricados por ellos mismos, que tenían un sonido especial, metálico, hecho con las pieles de los gigantes que morían en la batalla. La ira de éstos era tan grande que durante 3 siglos el deseo de venganza los habían llevado a preparar la estocada final. Al llegar el invierno, habían llevado a cabo la tan soñada y planificada venganza Misarina.

Los sobrevivientes que habían logrado huir, pudieron establecerse en la nueva y benévola tierra, que les proporcionaba prosperidad y protección, ya que los gigantes no conocían nada que existiera más allá de las montañas, y además, éstas tierras eran fértiles y estaban cerca del mar, lo que les permitía también vivir de la pesca. Luego de 3 años, los apenas 10 Solimanos jóvenes que se habían casado con algunas de las mujeres de la aldea, estaban esperando la llegada del primogénito, el primer niño varón que nacería luego del éxodo, y que sería enaltecido con un cetro de mando, siendo el nuevo Rey de las nuevas tierras del norte. Luego de la primavera, con el primer rayo de Sol que asomara por el horizonte, el primer hijo varón que naciera, sería el próximo Rey, y la promesa de salvación para todos.

Esa noche, Kamaila, la joven esposa de Jobiel, hijo del rey muerto en combate contra los gigantes, se despertó sobresaltada, y su grito despertó también a su marido. Kamaila tenia dolores fuertes, las contracciones habían comenzado a ser más frecuentes; la joven solimana luchaba y rezaba a su Dios para que le diera fuerzas para contener el nacimiento del pequeño heredero hasta el amanecer. Los dolores eran casi insoportables, mientras que el niño pujaba para nacer. Jobiel, consciente de ésto, pidió a su esposa que cediera su fuerza y permitiera que el niño naciera, temeroso de perder a ambos; Kamaila lo comprendió, y al abandonar su esfuerzo, una luz blanca apareció por el horizonte; acompañada por el nacimiento del niño, el Sol, también nacía en éste nuevo día, casi como un milagro. El nuevo Rey Solimano llegó al mundo, y la vieja tradición de victoria se hizo presente una vez más… Los tambores comenzaron a sonar.

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2 comentarios

  1. 1. Tinta Negra dice:

    ¡Buenas Fernando! Es la primera vez en Literautas que leo genero fantástico y me ha resultado agradable encontrarme con tu texto. No se si los solimanos tienen larga vida en tu imaginación, estaría bien que sí y que desarrollaras este mundo más allá de las escasas 750 palabras. Creo que este torrente de ficción te pide más espacio y bien podría ser un esbozo de las futuras aventuras de estos supervivientes de la dinastía Columita. Los nombres están logrados, ya los imagino en novela. Me gustó mucho que la piel de sus tambores fuera la de los gigantes de Misaria, muy original. La redacción está bien llevada, solo un pequeño detalle sin importancia: La expresión “Luego de…” la utilizas en dos párrafos , y llama la atención porque al no ser tan común como “después” por ejemplo, suena repetitivo. Es mi punto de vista, yo la cambiaría por otro adverbio porque solo hay una página y cualquier cosa repetida se nota más. Ojalá nos sigas deleitando con el mundo Solimano. ¡Un saludo compañero!

    Escrito el 30 mayo 2015 a las 22:04
  2. 2. Fernando dice:

    Gracias Tinta Negra por tu amable comentario! De veras me entusiasma a continuar desarrollando la idea!!!

    Escrito el 28 junio 2015 a las 23:50

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